La Alianza captura decenas de soldados de las 'brigadas internacionales' de Bin Laden
EL PA?S habla con 'muyahidin' de Ir¨¢n y Pakist¨¢n prisioneros de las fuerzas antitalibanes
'Los que nos trajeron aqu¨ª nos dijeron que las tropas de Estados Unidos hab¨ªan entrado en Afganist¨¢n y que nuestros hermanos musulmanes estaban muriendo. Vinimos a luchar contra los norteamericanos'. La llamada a la yihad hizo mella en este joven paquistan¨ª que hoy est¨¢ prisionero de la Alianza del Norte. No es el ¨²nico extranjero en esas circunstancias. Decenas de compatriotas suyos, de chechenos, de ¨¢rabes y otros musulmanes pagan hoy el precio de la alienaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica que les trajo a las trincheras afganas para apoyar el islam radical de los talibanes.
EL PA?S ha hablado con algunos de ellos en Istalef, a 45 kil¨®metros al norte de Kabul. Colgado en la cima de un monte, Istalef es un pueblo de postal. Un paisaje arbolado que contrasta con la desolada carretera desde Kabul. 'Los sovi¨¦ticos cortaron todos los ¨¢rboles para evitar las emboscadas', apunta Latif, el conductor. Latif es de aqu¨ª y recuerda la tradici¨®n artesanal que les daba renombre en todo el pa¨ªs antes de que el avance talib¨¢n de 1998 expulsara a las mil familias que habitaban la localidad. Su posici¨®n privilegiada fue su perdici¨®n. Desde el palacio de Istalef, antiguo pabell¨®n real y residencia para hu¨¦spedes ilustres, se dominan la entrada de Kabul y la base a¨¦rea de Bagram.
'Ocupamos esta posici¨®n hace doce d¨ªas bajo el mando del comandante Sufi Razak', explica el jefe de puesto, Aziz Ahmad, cuyos hombres ocupan las ruinas del palacio y las vistas sobre el valle. 'Cuando llegamos, hab¨ªa 800 talibanes y los combates se prolongaron durante 24 horas porque no se rindieron', prosigue. 'Al final, les rodeamos, capturamos a unos 600 y el resto huyeron o resultaron muertos', asegura.
Akhtar tiene 20 a?os y un gran desenga?o en el cuerpo. 'Mis amigos me dijeron que hab¨ªa guerra en Afganist¨¢n y que se estaban produciendo bajas musulmanas', responde cuando se le pregunta por qu¨¦ vino aqu¨ª desde su Karachi natal. 'Soy musulm¨¢n y ten¨ªa que responder al llamamiento de mi religi¨®n. Por eso vine'.
'No tuve miedo de morir'
Sus palabras evidencian tambi¨¦n la falta de control de las autoridades paquistan¨ªes sobre su frontera occidental. 'Cruzamos por el paso fronterizo de Chaman hace tres semanas', relata. 'Los guardias paquistan¨ªes nos dejaron pasar'. El joven, de tez oscura y aspecto asustadizo, afirma que no le dio miedo tomar esa decisi¨®n. 'No tuve miedo de morir en Afganist¨¢n porque nadie nos inform¨® de que ven¨ªa aqu¨ª a luchar contra otros musulmanes; adem¨¢s, no estaba solo, vine con otros nueve compatriotas', explica en urdu, un idioma muy alejado del past¨²n y el dar¨ª que se hablan aqu¨ª.
El viaje lo organiz¨® el imam de la mezquita de su pueblo, un tal Ustad Ghafour, que tambi¨¦n vino con ellos. 'No s¨¦ d¨®nde estar¨¢n, les perd¨ª de vista en la confusi¨®n de los combates, han desaparecido', manifiesta a¨²n aturdido por lo ocurrido. 'Cuando me capturaron pens¨¦ que me matar¨ªan, pero nos trajeron aqu¨ª. Entonces s¨ª que tuve miedo', admite Akhtar. 'No volver¨ªa a hacerlo', asegura tras haber visto las consecuencias de su acci¨®n. 'No sab¨ªa nada de Afganist¨¢n, nadie nos dijo a qui¨¦n ¨ªbamos a combatir aqu¨ª, no sab¨ªamos que nos enfrentar¨ªamos a otros musulmanes', repite incr¨¦dulo.
Este joven mec¨¢nico casi analfabeto, que fue detenido hace una semana, estaba convencido de que su fe les ayudar¨ªa a vencer al enemigo. 'Pensaba que como ¨¦ramos musulmanes vencer¨ªamos', declara con una ingenuidad aplastante. 'No vinimos aqu¨ª para luchar, sino para ver qu¨¦ pasaba. Se nos estrope¨® el coche y la gente con la que viaj¨¢bamos nos dej¨®', intenta justificar contradiciendo su versi¨®n de que ven¨ªa a luchar contra Estados Unidos. 'Cuando le encontramos, llevaba un arma', precisa, por su parte, Said Azadullah, el vicecomandante encargado de su custodia.
Abu Saleh tambi¨¦n defiende que ¨¦l estaba de paso en el frente. De 35 a?os, Abu Saleh es un iran¨ª de Qom cuya presencia en Afganist¨¢n resulta mucho m¨¢s inveros¨ªmil que la del joven Akhtar. 'No vine por la yihad, sino para ver por m¨ª mismo la situaci¨®n, las casas destruidas, los ¨¢rboles cortados...', asegura. 'No vine a luchar', insiste. 'Cuando me capturaron no ten¨ªa ning¨²n arma encima'. Sin embargo, el vicecomandante Azadullah afirma que llevaba a la cintura una canana a¨²n con balas.
Sea como fuere, la historia de este hombre resulta extra?a. Se declara shi¨ª, como la inmensa mayor¨ªa de los iran¨ªes. Sin embargo, las relaciones de su Gobierno con el r¨¦gimen talib¨¢n (extremista sun¨ª) fueron siempre malas. 'S¨ª, con los talibanes, a los iran¨ªes no se nos permit¨ªa entrar en Afganist¨¢n', reconoce, 'pero despu¨¦s de fracasar en varios puestos fronterizos, finalmente logr¨¦ pasar por Zabul hace 35 d¨ªas'. Abu Saleh dice ser escritor y haber venido con ayuda de algunas revistas de su pa¨ªs.
Su conocimiento del ¨¢rabe, en el que ha respondido a varias preguntas, y sus discusiones teol¨®gicas con sus carceleros evidencian una formaci¨®n mucho mayor que la de su compa?ero de infortunio paquistan¨ª. 'Los talibanes hicieron bien en imponer el burka a las mujeres y las normas isl¨¢micas. Era un buen Gobierno porque segu¨ªa lo que dice el Cor¨¢n', dice.
Su futuro, como el del joven Akhtar y otros cientos de extranjeros que vinieron a luchar en la yihad, est¨¢ ahora en manos de la Alianza del Norte. 'Haremos con ellos lo que nos diga el Ministerio de Defensa', concluye el vicecomandante Azadullah.
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