El Roto
Andr¨¦s R¨¢bago, a quien ustedes conocen por uno de sus verdaderos nombres, El Roto, es de la cosecha del 68. Tuvo otras epifan¨ªas -Ub¨², Jon¨¢s, Ops- en las que se mostraba mucho m¨¢s abstracto e incluso herm¨¦tico, como correspond¨ªa a un 'tiempo de silencio'. Al llegar la democracia con la palabra por delante, su amargo humor existencial se convirti¨® en s¨¢tira. Y naci¨® El Roto, nombre ¨¦ste que en alg¨²n lugar de Suram¨¦rica se aplica a los que son pobres de solemnidad.
Coincid¨ª con Andr¨¦s cuando los fieles de Triunfo y Hermano Lobo le rezaban bajo otras advocaciones. Se le apreciaba como dibujante y como pintor. Es lo uno y lo otro. Pero ¨¦l protestaba de que quisieran meterle en el pelot¨®n del humor. El humor es cosa muy pasajera, dec¨ªa ¨¦l; la risa es ef¨ªmera. La derivaci¨®n hacia la s¨¢tira, una s¨¢tira que nunca es en exceso moralizante, era una salida natural y nada forzada para un dibujante de peri¨®dico.
Madrile?o de 1947, El Roto, Ops, Andr¨¦s o como se llame tiene tras de s¨ª una importante obra, en libros propios o en la ilustraci¨®n de libros ajenos, sin contar con sus trabajos de escenograf¨ªa para el teatro y su participaci¨®n en el cine.
En el cat¨¢logo de la exposici¨®n del C¨ªrculo de Lectores, el visitante tendr¨¢ ocasi¨®n de leer la transcripci¨®n de una conversaci¨®n que el editor del libro El pabell¨®n de azogue de El Roto mantiene con su autor.
R¨¢bago tiene ah¨ª la oportunidad de dejar bien sentado que la s¨¢tira que ¨¦l practica huye de cualquier sectarismo, porque eso es impropio de un pensamiento libre. Cuando la s¨¢tira se vuelve dogm¨¢tica, se convierte en militancia pol¨ªtica.
No es que la palabra pol¨ªtica tenga que excluirse de un comentario sobre la obra de El Roto. Pero habr¨ªa que ponerla con may¨²scula.
Quiz¨¢ el gran valor de esos tremendos dibujos con que nos desayunamos resida en que consiguen inquietarnos, alarmarnos acerca de lo que nosotros mismos, y otros parecidos a nosotros, somos capaces de hacer o dejar de hacer.
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