La seguridad democr¨¢tica
El problema de la izquierda es que a menudo tarda tiempo en darse cuenta de sus errores. Y cuando lo hace se va hacia el otro lado del espectro, se hace m¨¢s derechista que la derecha. La historia de este pa¨ªs esta llena de ejemplos de este desplazamiento vectorial tanto en lo individual como en lo colectivo. Basta ver la alineaci¨®n del PP para reconocer un buen mont¨®n de conversos que ahora son m¨¢s propagandistas del capitalismo que Soros. Y basta repasar mentalmente algunas de las pol¨ªticas realizadas por el PSOE cuando estuvo en el gobierno para convencerse de que se puede pasar muy r¨¢pidamente de la confusi¨®n de ideas al exceso de celo. En materia de seguridad, por ejemplo.
Vivimos en sociedades de riesgo y, en cambio, tenemos una ciudadan¨ªa m¨¢s bien hipocondr¨ªaca
La izquierda vivi¨® demasiado tiempo colgada de la idea de que la seguridad era una preocupaci¨®n de la derecha. En pol¨ªtica, estas vacilaciones acostumbran a cristalizar en clich¨¦s. Y la derecha ha sabido especular muy bien con la confusi¨®n de la izquierda, contribuyendo a expandir la idea de que en materia de seguridad la derecha es m¨¢s eficaz que la izquierda. (Tenemos estos d¨ªas en Francia un ejemplo elocuente: la cr¨ªtica de la derecha y la presi¨®n de la polic¨ªa est¨¢n debilitando muy seriamente al Gobierno de Jospin con la inseguridad como argumento). De modo que la izquierda ha quedado en la peor situaci¨®n: tiene fama de ser demasiado tolerante con la inseguridad y al mismo tiempo ha sido incapaz de definir los criterios de lo que tiene que ser una pol¨ªtica de seguridad democr¨¢tica. Y m¨¢s incapaz todav¨ªa de hacer calar estos criterios en una opini¨®n p¨²blica que en materia de seguridad pierde en seguida la jerarqu¨ªa de valores y se deja arrebatar libertades y derechos con suma resignaci¨®n.
Vivimos en sociedades de riesgo -con un grado de imprevisibilidad creciente, que es lo que m¨¢s desasosiega- y, en cambio, tenemos una ciudadan¨ªa m¨¢s bien hipocondr¨ªaca y temerosa de perder lo ganado, como es propio de ciertos niveles de bienestar. La izquierda ha tardado en darse cuenta de que la inseguridad cada vez persigue real y psicol¨®gicamente a una mayor parte de la poblaci¨®n. Y de que los que tienen menos recursos son los que menos pueden hacer para protegerse. Thomas Hylland Erikson ha hablado de la actual crisis internacional como la crisis paranoide de la globalizaci¨®n. La cuesti¨®n de la seguridad se plantea en tres niveles: la seguridad geopol¨ªtica -el equilibrio de poderes en el mundo-, la seguridad civil -la que afecta a la vida cotidiana y hace posible que se pueda hablar de sociedad en su sentido civilizatorio e interrelacional- y la seguridad psicol¨®gica -la percepci¨®n que cada cual tiene, que suma datos objetivos con la inseguridad profunda de un ser cuya existencia se mueve, si se me permite la pedanter¨ªa, en el desamparo ontol¨®gico.
La letra con sangre entra: por primera vez se ha entendido que globalizaci¨®n quiere decir que algo que ocurre a miles de kil¨®metros de distancia puede concernir directamente a nuestras vidas. El terrorismo internacional ha difuminado totalmente las zonas de seguridad: en todas partes se encuentran razones para considerarse objetivo. En pleno desconcierto por la s¨²bita aceleraci¨®n de la historia, el terrorismo internacional ha venido a aumentar la paranoia.
Entre los muchos efectos de la globalizaci¨®n en curso hay que se?alar dos muy importantes para el tema de la seguridad: la globalizaci¨®n del crimen y los movimientos migratorios, que en algunos casos, como el de Espa?a, tienen car¨¢cter de novedad. La globalizaci¨®n del crimen, como ha explicado Kapucinski, ha sido la m¨¢s efectiva y fulminante. La proliferaci¨®n de redes internacionales por las que pasa el dinero negro, el tr¨¢fico de armas, el tr¨¢fico de personas y el tr¨¢fico de drogas, aprovechando unos a?os en que parec¨ªa que todo era posible, siempre y cuando se contara en fabulosos dividendos, ha sentado las bases que han permitido al terrorismo encontrar canales para dar el salto a la dimensi¨®n internacional. Se habla mucho del terrorismo isl¨¢mico y, a mi parecer, lo importante es su car¨¢cter internacional. El islamismo es una de las coartadas ideol¨®gicas (no la ¨²nica), su condici¨®n internacional es lo que ha cambiado realmente la dimensi¨®n de la amenaza. Y estas redes est¨¢n entre nosotros, en ciudades y lugares de todo el mundo.
Esta red de la criminalidad, antes que ser veh¨ªculo para el terrorismo, ha sido fuente de inseguridad un muchos pa¨ªses. Y lo es cada vez m¨¢s. Se ha dejado hacer mucho y la existencia de un submundo ilegal contamina muchas cosas, empezando por la seguridad y por la justicia. El solapamiento de este submundo con el fen¨®meno migratorio (a trav¨¦s de las mafias que trafican con personas) facilita, adem¨¢s, su trabajo porque sirve chivos expiatorios sobre los que centrar la atenci¨®n de la opini¨®n. Los gobiernos de derechas (pero tambi¨¦n algunos de izquierdas) han cre¨ªdo que las mafias tra¨ªan dinero, que siempre es bueno, y que las peleas quedar¨ªan entre ellos y no afectar¨ªan a la ciudadan¨ªa. Y han dejado hacer. Ahora todo est¨¢ tan imbricado que no se sabe por d¨®nde hincarle el diente. Y se opta por lo f¨¢cil: vincular peligrosamente seguridad e inmigraci¨®n. Con lo cual acaban pagando los parias que emigran para salir de la miseria y no las mafias que se enriquecen a su costa.
La cuesti¨®n de la inmigraci¨®n es enormemente delicada. Maragall tiene raz¨®n cuando dice que una pol¨ªtica de inmigraci¨®n tiene que atender a aquellos grupos que sufren las consecuencias de la inmigraci¨®n. Y ¨¦stos son fundamentalmente dos: los propios inmigrantes y las clases m¨¢s desfavorecidas, que son los que entran en relaci¨®n directa -a veces en competencia e incluso en conflicto- con los que vienen aqu¨ª y viven en sus barrios y luchan por un mismo trabajo. De modo que la relaci¨®n puede ser vista como de inseguridad por una parte de la ciudadan¨ªa. Y la inseguridad provoca miedo. Atender este miedo forma parte de una pol¨ªtica de seguridad. Alimentarlo y convertirlo en rechazo es una irresponsabilidad. Porque el miedo es racismo -o por lo menos xenofobia- en el momento en que trata al otro como enemigo y lo convierte en culpable de todos los males. A medida que se acerquen las elecciones se har¨¢ mayor el peligro de que algunos utilicen el miedo, porque demasiado a menudo los gobernantes est¨¢n dispuestos a encender fuegos con tal de no perder el poder. La izquierda no deber¨ªa dejar arrastrarse por estas tentaciones. Atender los miedos, s¨ª; contribuir a la construcci¨®n del chivo expiatorio, no. Las clases populares, en un momento de cambios de referencia, necesitan m¨¢s que nadie sentirse protegidas. Y esto no se hace s¨®lo con polic¨ªa.
Cuando se habla de pol¨ªtica de seguridad lo primero que se piensa es en aumentar las dotaciones de las fuerzas policiales. Los que sue?an con el modelo americano, si quieren exportarlo, tienen que explicarlo entero: es decir, con la poblaci¨®n penal m¨¢s alta del mundo civilizado y con una polic¨ªa que usa m¨¦todos que ser¨ªan perfectamente rechazados en Europa. Trabajar por la seguridad significa much¨ªsimo m¨¢s que aumentar las polic¨ªas p¨²blicas y privadas. Significa dar protecci¨®n a quienes m¨¢s la necesitan -ancianos, ni?os, mujeres amenazadas, inmigraci¨®n explotada, etc¨¦tera-. Significa desarrollar pol¨ªticas de bienestar para todos.
En el seguidismo de la derecha, la izquierda no se ha cuestionado nunca el recurso a las polic¨ªas privadas. Cierto que, si la gente de dinero se paga la seguridad, los recursos p¨²blicos podr¨ªan destinarse a la gente que no se la puede pagar. Pero el resultado final son sociedades fragmentadas con barrios b¨²nker en que la gente con recursos vive superprotegida y en el lado opuesto barrios sin ley en que las polic¨ªas no se atreven a entrar. Y sin embargo, la proliferaci¨®n de polic¨ªas privadas cuestiona indudablemente el ejercicio por parte del Estado del monopolio de la violencia leg¨ªtima. La izquierda tiene que ser capaz de dise?ar una pol¨ªtica de seguridad verdaderamente democr¨¢tica, lo que significa dar un servicio p¨²blico universal, que no deje de lado a ning¨²n sector social. Y no olvidar que no hay libertad sin riesgo. Y que dado que la seguridad absoluta es imposible, hay que incorporar la idea de riesgo a nuestra cultura democr¨¢tica, en vez dejarnos arrebatar derechos en nombre de la sacrosanta seguridad. La deriva de nuestras sociedades hacia el autoritarismo ser¨ªa el mayor triunfo de la primera globalizaci¨®n conseguida: la del crimen.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.