Vicente fue a la c¨¢rcel
Cuando Vicente ten¨ªa diez a?os, o¨ªa al acostarse ruidos dentro del armario. Se lo dijo a sus padres, que se rieron de ¨¦l, de modo que decidi¨® resolver las cosas por s¨ª mismo. Hab¨ªa le¨ªdo en un cuento que la mejor manera de combatir a los fantasmas era enfrentarse a ellos y pactar. Aquella noche, pues, cuando comenzaron los ruidos, se levant¨® de la cama, encendi¨® la luz y abri¨® el armario con el coraz¨®n en la garganta. Vicente hab¨ªa esperado encontrar un monstruo, pero vio a un se?or con chaqueta, corbata y un malet¨ªn negro.
-?Qui¨¦n eres?- pregunt¨®.
-Soy un jefe de personal- respondi¨® el individuo del malet¨ªn.
Vicente sab¨ªa qu¨¦ era un gnomo, un trasgo, un brujo, un fantasma, incluso un nigromante, pero jam¨¢s hab¨ªa o¨ªdo hablar de los jefes de personal, por lo que se qued¨® mudo. No estaba preparado para enfrentarse a esa clase monstruo.
El jefe de personal abandon¨® el armario y se sent¨® a la mesa de Vicente. Luego abri¨® el malet¨ªn, sac¨® unos papeles y se puso a firmarlos. Vicente se coloc¨® a su lado.
-?Qu¨¦ son estos papeles?- pregunt¨®.
-?rdenes de despido. Los jefes de personal tenemos el poder de despedir a la gente de sus trabajos.
Vicente iba mirando las ¨®rdenes de despido, cuando vio el nombre de su padre en una de ellas.
-?ste es mi padre- dijo.
-S¨ª, es tu padre. Procuro despedir a personas con hijos para que la situaci¨®n familiar sea m¨¢s dram¨¢tica.
Vicente se puso a llorar y rog¨® al jefe de personal que no despidiera a su padre. Un t¨ªo suyo estaba en el paro desde hac¨ªa unos meses y su primo hab¨ªa tenido que abandonar el colegio, porque no pod¨ªan pagarlo. A su t¨ªo se le hab¨ªa puesto, adem¨¢s, cara de loco, y no es que estuviera loco, sino desesperado. La situaci¨®n, pese a las ayudas familiares, empezaba a resultar angustiosa. A Vicente se le pon¨ªan los pelos de punta frente a la posibilidad de ver a su padre en semejantes circunstancias.
Tanto llor¨® y suplic¨® que el jefe de personal accedi¨® al fin a negociar una soluci¨®n.
-Mira- le dijo, -lo que m¨¢s valoramos los jefes de personal son los dedos. No se puede firmar nada si no tienes dedos y nosotros vivimos de eso, de firmar. Guardamos en nuestro reino un dep¨®sito de dedos de repuesto, pues se nos caen con frecuencia. Si me das el dedo peque?o de tu mano izquierda, romper¨¦ la orden de despido de tu padre y nunca m¨¢s te volver¨¦ a pedir nada. Vicente accedi¨® y el jefe de personal le quit¨® el dedo y rompi¨® la orden. Luego cerr¨® el malet¨ªn, se meti¨® en el armario y desapareci¨®. Vicente aprendi¨® a colocar el mu?¨®n de ese dedo de tal manera que ni sus padres ni sus profesores ni nadie se dio cuenta de que le faltaba el me?ique. Durante algunos a?os vivi¨® con el temor de que el jefe de personal apareciera otra vez pidi¨¦ndole un nuevo dedo, pero no se present¨®: era verdad que si pactabas con los fantasmas, ¨¦stos desaparec¨ªan de tu vida.
El padre de Vicente tuvo una vida laboral normal y con los a?os se jubil¨® en la misma empresa en la que hab¨ªa trabajado siempre. Vicente, por su parte, creci¨® y se hizo m¨¦dico. No hab¨ªa m¨¦dicos en la familia, pero ¨¦l atribuy¨® esta vocaci¨®n al hecho de que le faltara un dedo. Pensaba fant¨¢sticamente que la medicina acabar¨ªa encontrando el remedio para aquella amputaci¨®n que con tanto trabajo hab¨ªa ocultado al mundo. Sol¨ªa ir con la mano izquierda en el bolsillo y, cuando la sacaba, manten¨ªa el pu?o cerrado, con el mu?¨®n hacia dentro, como si guardara todo el dedo dentro.
Un d¨ªa le llamaron de un hospital, al que hab¨ªa enviado un curr¨ªculo, ofreci¨¦ndole una plaza como cirujano. Vicente se present¨® en el hospital a la hora convenida, con el traje y la corbata de pedir trabajo, donde fue conducido hasta el despacho del director de personal, que le mostr¨® un contrato para que lo firmara.
Pero Vicente no vio el contrato, sino el dedo me?ique del director de personal, que reconoci¨® en seguida como el que le hab¨ªa sido arrebatado en la infancia. Entonces se abalanz¨® sobre el individuo, y cuando consiguieron separarlo de ¨¦l, casi le hab¨ªa amputado ya el dedo me?ique de la mano izquierda. Cuando explic¨® al juez la historia, ¨¦ste le pidi¨® que abriera su mano izquierda, que llevaba a?os cerrada, e inexplicablemente apareci¨® all¨ª dentro un dedo me?ique atrofiado y arrugado, pero con todas sus falanges. Vicente fue a la c¨¢rcel.
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