Mejor la pasta que el pastel
Lo que est¨¢ ocurriendo con la Ley de Universidades deber¨ªa ser incluido en la gu¨ªa Guinness de los r¨¦cords. Sus dos puntos m¨¢s importantes -e irrefragablemente pertinentes: la creaci¨®n de una Agencia Nacional de Evaluaci¨®n, y el examen de habilitaci¨®n para profesores- no han sido objeto de contestaci¨®n seria, al menos formalmente. Y sin embargo, se ha levantado una tremolina de mil diablos, y al paso que vamos, la ley nacer¨¢ muy tocada. ?Qu¨¦ hay detr¨¢s de todo esto? Luego de preguntar por aqu¨ª y por all¨¢, he llegado a la conclusi¨®n de que la esfinge no esconde ning¨²n secreto. Le ley no es mala. Si acaso, es demasiado reservona. Pero se ha gestionado sin habilidad. Se ha puesto fuera de s¨ª a los rectores, y la oposici¨®n ha visto la oportunidad de hacer eso que se llama 'pol¨ªtica de oposici¨®n'. As¨ª de rampl¨®n. Ahora, vamos a los detalles.
Ha sido determinante la introducci¨®n del sufragio universal en la elecci¨®n de los rectores. Hasta la fecha, era el claustro quien los nombraba. Los claustros hab¨ªan cristalizado en lobbies -el de los estudiantes; el del personal administrativo, etc...-, y los rectores promov¨ªan su candidatura pactando con aqu¨¦llos mejoras econ¨®micas o profesionales. Algunos rectores han aprendido la t¨¦cnica de permanecer en el cargo verdaderamente bien: el rector de la Universidad de Alcal¨¢ no ha salido del despacho desde que entr¨® en vigor la LRU, el de la Universidad de Castilla-La Mancha, cosa parecida... El sufragio directo conmover¨¢ por entero este pl¨¢cido paisaje. Probablemente, no es casual que los rectores m¨¢s hostiles a la ley tiendan a ser tambi¨¦n los m¨¢s antiguos.
Dos: se ha afirmado que la representaci¨®n del Consejo Social en la Junta de Gobierno,, que es la que lleva los asuntos acad¨¦micos, entra?a una intolerable intromisi¨®n de la vida pol¨ªtica en la universitaria. El Consejo Social viene de la LRU. Comprende sindicatos, partidos en versi¨®n auton¨®mica, profesores, notables, y un astro cenital:el empresario. El empresario deber¨ªa buscar fondos extra para el campus. En la pr¨¢ctica, y con excepciones, el empresario no allega un duro o tan siquiera aparece, y en el Consejo, terminan por reunirse los que han de hacerlo de oficio o desean cobrar las modest¨ªsimas dietas de asistencia. Como fiscalizador contable, el Consejo tampoco funciona. Algunas universidades -verbigracia, la valenciana-, acumulan m¨¢s de treinta mil millones de deuda. ?Llamaremos a esto... 'autonom¨ªa universitaria?'. Bromas aparte, no creo que la creaci¨®n de un pasillo entre Consejo y Junta vaya a remediar la situaci¨®n. Pero decir que la presencia de tres miembros del Consejo en la Junta aniquila la autonom¨ªa universitaria, raya con lo c¨®mico.
Volvamos a la gu¨ªa Guinness. La LRU se tramit¨® por v¨ªa de urgencia en los meses de julio/agosto, y sin que el borrador de la ley hubiese llegado a los rectores. Presid¨ªa el Congreso, por cierto, Gregorio Peces-Barba. A la vez, se jubil¨® a una punta considerable de catedr¨¢ticos, y se acometieron otras medidas de rompe y rasga. Pero la universidad no se levant¨®. Se levant¨® el cojo Manteca y la derecha, con motivo o pretexto de cuestiones que afectaban a la ense?anza media y primaria. Insisto en la tesis del comienzo: algo ha fallado en el pasteleo del texto, o lo que es lo mismo, en el arte de ganarse voluntades. Y esto cae en el 'debe' del ministerio. Probablemente, no fuera necesario decretar la disoluci¨®n anticipada de los claustros. Quiz¨¢, habr¨ªa sido prudente alterar menos el statu quo rectoral, y conseguir a cambio un mayor consenso sobre la totalidad de la ley. Pero ¨¦stas son, por desgracia, reflexiones tard¨ªas. La movilizaci¨®n pol¨ªtica ha proyectado el contencioso m¨¢s all¨¢ de su contexto escuetamente acad¨¦mico. Lo que menos importa ahora es la universidad.
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