Noviazgos bajo los talibanes
Muchos j¨®venes de Kabul burlaron en sus relaciones las r¨ªgidas normas integristas
Hay una regla universal: la naturaleza siempre se abre camino. Por muy delirantes, salvajes y estrictas que fuesen las normas de conducta que los talibanes impusieron a golpe de l¨¢tigo y terror a las mujeres afganas, hay una cosa que no pudieron frenar: las relaciones entre las chicas y los chicos. Cuando se intenta hablar de cuestiones como el sexo o sencillamente el ligue, los j¨®venes afganos suelen ponerse rojos y no sueltan prenda. Sin embargo, con sacacorchos, se les puede tirar un poco de la lengua.
Soraya Parlika, una veterana defensora de los derechos de las mujeres afganas, que vivi¨® en la clandestinidad los cinco a?os en los que las fuerzas integristas del mul¨¢ Omar ocuparon Kabul, s¨®lo se decide a hablar de temas como el sexo o los anticonceptivos cuando se utiliza un idioma que el resto de las mujeres, presentes en la sala donde se realiza la entrevista, no entienden. Y, en esas condiciones de m¨¢xima discreci¨®n, responde a la pregunta clave: ?C¨®mo se ligaba en tiempos de los talibanes?
El cortejo era muy largo, casi agotador, y comenzaba con el intercambio de cartas
'Era muy complicado, pero las relaciones entre los j¨®venes siguieron existiendo', dice. Naturalmente, se refiere a los hijos e hijas de las clases m¨¢s o menos ilustradas de la capital afgana. En el resto del pa¨ªs funciona el matrimonio decidido por las familias, con o sin talibanes. Los j¨®venes se conocen cuando las familias deciden que se deben casar. Y punto. Pero en Kabul, una ciudad en la que naci¨® algo parecido a una clase media en tiempos de la monarqu¨ªa de Zahir Shah y de la ocupaci¨®n de los sovi¨¦ticos, las cosas pod¨ªan ser diferentes, por mucho que los talibanes intentasen devolver al pa¨ªs a la edad de piedra.
El m¨¦todo del cortejo era muy largo, casi agotador. Primero se entablaba una relaci¨®n epistolar: los dos j¨®venes que hab¨ªan sabido de su existencia a trav¨¦s de familiares o amigos c¨®mplices se escrib¨ªan notas durante un tiempo. Si la cosa funcionaba y hab¨ªa conexi¨®n, entonces se pactaba la primera cita a cara descubierta. Era lo m¨¢s complicado. No hay que olvidar que los talibanes prohib¨ªan a las mujeres salir a la calle sin burka y que, incluso con el brutal velo que impone la tradici¨®n afgana, ten¨ªan enormes restricciones en sus movimientos y no deb¨ªan ir solas por la calle, ya que pod¨ªan arriesgarse a tener un encontronazo con la brutal polic¨ªa del Ministerio de la Promoci¨®n de la Virtud y la Erradicaci¨®n del Vicio. Adem¨¢s, el mul¨¢ Omar hab¨ªa pedido que los cristales de las habitaciones, en las que hab¨ªa mujeres, se ennegreciesen, para no poder ser contempladas desde el exterior por un extra?o. Pero esa norma, en los bloques de apartamentos de Kabul, era casi imposible de cumplir. Por esa rendija se pod¨ªa colar el principio de una relaci¨®n.
La cita funcionaba de la siguiente manera, seg¨²n las palabras de Parlika, corroboradas por j¨®venes afganos, que pidieron no ser citados por su nombre al hablar de estas cosas: se quedaba en una ventana, en la que aparec¨ªa la chica que, cuando pasaba el chico, se quitaba el burka durante unos instantes para poder ser contemplada. La cita perfecta se produc¨ªa cuando el chico y la chica consegu¨ªan ventanas en bloques enfrentados, de nuevo con la colaboraci¨®n de amigos, y pod¨ªan mirarse durante m¨¢s tiempo. Cuanto m¨¢s alto era el bloque, mejor, porque hab¨ªa menos posibilidades de que pasase por all¨ª una patrulla talib¨¢n y descubriese el horrible crimen de ver a una mujer en una ventana sin burka. Si el encuentro visual hab¨ªa funcionado, entonces se pasaba a la siguiente fase: el tel¨¦fono. Los j¨®venes se llamaban y ve¨ªan si la relaci¨®n iba a m¨¢s. Si carec¨ªan de tel¨¦fono -en Kabul muchas viviendas lo tienen, aunque s¨®lo funciona para llamadas locales-, segu¨ªan con las cartas. Por fin llegaba la culminaci¨®n: en una casa neutral se produc¨ªa la primera cita.
Soraya Parlika asegura que, en tiempos de la ocupaci¨®n sovi¨¦tica, el acceso a los anticonceptivos era posible. Pero con la llegada de la Alianza del Norte al poder, en 1992, volvieron a la ilegalidad, que se mantuvo, y de forma m¨¢s estricta, bajo los talibanes. 'Se pod¨ªan conseguir, aunque era muy dif¨ªcil y arriesgado. Tambi¨¦n hab¨ªa personas que practicaban abortos, aunque se arriesgaban a la pena de muerte', se?ala.
En Kabul y en otras ciudades como Mazar-i-Sharif, donde el burka hab¨ªa desaparecido y fue impuesto por los talibanes, que odiaban todo lo que oliese a urbano y a civilizaci¨®n, los j¨®venes ten¨ªan otro entretenimiento para los viernes por la tarde, el d¨ªa festivo del islam. Un cooperante con amplia experiencia en Afganist¨¢n se qued¨® alucinado cuando los trabajadores locales de su oficina le contaron su diversi¨®n de los viernes. 'Se iban al parque a ver a las chicas. Y hab¨ªan desarrollado unas t¨¦cnicas asombrosas para intuir lo que hab¨ªa debajo del burka. Si era flaca o gorda, alta o baja, pero adem¨¢s por el color, el tejido y los vuelos sab¨ªan si era rica o pobre. Miraban la forma de andar, el porte, los zapatos, los tobillos, las manos y sus anillos, la ca¨ªda de la tela y se hac¨ªan una composici¨®n de lugar'. La naturaleza siempre se abre camino.
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