'Toda la arquitectura es nost¨¢lgica'
Cuando Robert A. M. Stern (Nueva York, 1939) empez¨® a proyectar, la rebeld¨ªa consist¨ªa en ser conservador. El mundo occidental levantaba rascacielos y las viviendas se fabricaban en serie, libres de ornamento. El joven Stern se opon¨ªa a todo aquello. Sus clientes pudieron tener casas que combinaban todos los estilos de la historia de la arquitectura; todos excepto el moderno. Lo que ¨¦l mismo bautiz¨® eufem¨ªsticamente como tradicionalismo progresista consist¨ªa en coger lo mejor de cada casa y reinterpretarlo, nunca imitarlo. M¨¢s all¨¢ de Nueva York, en Florida, Stern protagoniz¨® un singular episodio, al levantar una nueva ciudad, Celebration, que, promovida por Disney, representa el sue?o americano de vivir en una casita sin rejas con un jard¨ªn florecido, vecinos sonrientes y un barrio de los de la ¨¦poca en que Norman Rockwell dibujaba en el Saturday Evening Post, es decir, nost¨¢lgico. Nostalgia es una palabra clave para adentrarse en el trabajo de este proyectista que se declara 'en contra de la arquitectura como religi¨®n'. 'Hasta los curas cat¨®licos saben que si sus sermones son demasiado dogm¨¢ticos, otros curas protestantes sacar¨¢n ventaja de su cerraz¨®n mental'.
Demasiados arquitectos se hacen pasar por adivinos del futuro y al final s¨®lo construyen fanfarria de feria
PREGUNTA. Se ha pasado la vida defendiendo la mezcla y el eclecticismo. ?Qu¨¦ siente hoy cuando la cultura y las artes defienden tambi¨¦n el mestizaje?
RESPUESTA. El mundo es cada vez m¨¢s heterog¨¦neo, m¨¢s variado. Nueva York, donde vivo, siempre ha sido una ciudad de mestizajes. Estados Unidos es el lugar m¨¢s moderno del mundo, carente de tradiciones locales, pero tambi¨¦n el m¨¢s ecl¨¦ctico. La cultura moderna es ecl¨¦ctica. Pretender crear un estilo puro es artificial, va en contra de la naturaleza del mundo actual. Los arquitectos sienten nostalgia del tiempo en que exist¨ªa una cultura uniforme. Muchas veces es la ignorancia lo que nos hace creer que una cultura pudo ser pura. En todos los tiempos hist¨®ricos el arte es fruto de la convivencia de ideas distintas.
P. Es curioso que hable de nostalgia cuando como urbanista dise?¨® para Disney la ciudad de Celebration, que buscaba recuperar un tiempo pasado de feliz convivencia vecinal.
R. Esa Am¨¦rica existe todav¨ªa. La mayor¨ªa de los americanos vive en las afueras de las ciudades. Por eso Disney y yo nos preguntamos si era posible adaptar la idea de vivir en una casa cerca del campo con la vida moderna. La diferencia entre Celebration y cualquier otra urbanizaci¨®n perif¨¦rica es que la nuestra se realiz¨® de acuerdo con un plan. En Am¨¦rica, el Gobierno ya no planifica ciudades nuevas, ¨¦stas no son m¨¢s que sumas de comercios y viviendas. Surgen, como por arte de magia, en parajes en los que antes no hab¨ªa nada.
P. Que al americano medio le guste vivir en una ciudad ideada por Disney no deja de tener un lado c¨®mico.
R. Ya Charles Moore habl¨® de Disneylandia como un modelo a seguir. La gente en Disneylandia es feliz. En los a?os sesenta, las ciudades americanas no se planificaban, se subdivid¨ªan de acuerdo con criterios econ¨®micos. Sin centros, sin suburbios, sin comercios ni paseos. Frente a esa idea de ciudad es normal que la gente quiera vivir en Disneylandia, un lugar repleto de la nostalgia que no podemos encontrar en la vida cotidiana y que necesitamos para vivir mejor. Por lo dem¨¢s toda la arquitectura es nost¨¢lgica, hasta la m¨¢s moderna tiene nostalgia del futuro, s¨®lo que los arquitectos modernos no quieren creer que su nostalgia es nost¨¢lgica. Algunos creen que pueden adivinar el futuro y eso es absurdo. Adem¨¢s, si alguien cre¨ªa que pod¨ªa adivinar el futuro, lo ocurrido el 11 de septiembre deja claro que nadie puede hacerlo.
P. ?C¨®mo ha afectado esto a su ciudad y a su profesi¨®n?
R. El mundo no va a ser el mismo. Ya no entramos en los aviones tranquila y confiadamente. Al subir a uno no sabemos si acabaremos estrell¨¢ndonos contra el Pent¨¢gono. Eso es fant¨¢stico, parece ciencia-ficci¨®n. Los americanos s¨®lo hab¨ªamos olido la guerra de cerca durante el ataque a Pearl Harbor y, aun as¨ª, Hawai tambi¨¦n est¨¢ un poco lejos de todo. Las cosas van a cambiar pero es pronto para decir c¨®mo. Las empresas podr¨ªan huir de Manhattan y eso ser¨ªa un desastre. El rascacielos, como invenci¨®n americana, se cuestiona ahora. Construir el m¨¢s alto era una manera inmediata de conseguir poner una ciudad en el mapa. Hoy no sabemos si la gente seguir¨¢ queriendo destacar, si las empresas seguir¨¢n encargando edificios singulares. Decir algo m¨¢s acerca del futuro es mentir. Demasiados arquitectos se hacen pasar por adivinos del futuro y al final s¨®lo construyen fanfarria de feria. Vivimos en una era posmoderna y si debemos sacar una lecci¨®n de lo ocurrido es que la evoluci¨®n de las cosas no es progresiva. El mundo no mejora. No estamos hoy m¨¢s civilizados que hace 10 siglos. Hay gente en el mundo que preferir¨ªa volver a la ¨¦poca medieval, pero eso s¨ª, no tienen problema alguno a la hora de utilizar inventos del siglo XX para conseguirlo.
P. Ha terminado el centro comercial Diagonal Mar, en Barcelona, y construye actualmente otro en Bilbao. Cuando critica el Movimiento Moderno destaca que acab¨® con la singularidad de las ciudades convirti¨¦ndolas en lugares an¨®nimos. ?No cree que eso es precisamente lo que ocurre en los centros comerciales?
R. Supongo que deber¨ªa contestar que no. Los centros comerciales son un tipo en continua evoluci¨®n. De las galer¨ªas que en el siglo XIX ocupaban el centro de ciudades como Mil¨¢n se ha pasado a edificios de comercios aglutinados que terminan por convertirse en el centro de la ciudad en lugares en los que no existe dicho centro. Para evitar el anonimato y el aislamiento, trato de conectar mis edificios con la ciudad. Procuro que el centro comercial, sus galer¨ªas, sus calles internas, se convierta en una extensi¨®n de la propia urbe, una continuaci¨®n protegida de la lluvia y el mal tiempo.
P. ?C¨®mo trata de singularizar sus centros comerciales?
R. Me gusta que sean lugares ecl¨¦cticos, variados, que la gente los utilice para atravesarlos y llegar a otro sitio. Que se conviertan a un tiempo en un lugar de destino y en parte de la ciudad. Desde sus inicios, los grandes almacenes han sido un lugar de ocio y negocio para toda la familia. La gente pod¨ªa comer, comprar, asistir a conciertos. Las familias americanas pasaban el d¨ªa entero en los grandes almacenes. Ten¨ªan de todo excepto hotel. Hoy los centros comerciales tienen tambi¨¦n hoteles y, a diferencia de los grandes almacenes, son m¨¢s variados. La suma que resulta de unir peque?os comercios se convierte en un micromundo, un servicio fundamental para los habitantes de una ciudad que disponen de poco tiempo.
P. Los aeropuertos y hasta muchos museos de hoy se han convertido en centros comerciales. ?Cree que el comercio est¨¢ acabando con las tipolog¨ªas arquitect¨®nicas?
R. Las tipolog¨ªas no desaparecen, se redefinen. Como vivimos en una era ecl¨¦ctica, todo se contagia, incluso los usos de los edificios. Por eso, quien se acerca a ver una exposici¨®n puede acabar comprando libros o regalos, pero no creo que quien decida ir de compras termine viendo una exposici¨®n.
P. El antrop¨®logo Marc Aug¨¦ incluy¨® los centros comerciales en su lista de 'no lugares' y los compar¨® con las antiguas plazas de las ciudades.
R. Un no lugar es un espacio sin referencias y un centro comercial si forma parte de una ciudad, comparte esas referencias. Es acertada la comparaci¨®n con la plaza p¨²blica. Antes se tomaba caf¨¦; hoy se compran camisetas. El centro comercial ha sustituido a las antiguas calles mayores. Vamos all¨ª porque estamos a gusto comiendo, paseando o cort¨¢ndonos el pelo, por eso es importante que los haga un buen arquitecto, porque los comercios s¨®lo funcionan cuando la gente se encuentra a gusto en esos edificios.
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