La conjura del 36, contada por Franco
Necesidad de aclarar que el movimiento nacional no ten¨ªa ninguna clase de concomitancias con el extranjero'. Franco completa con esta nota manuscrita los 24 folios mecanografiados que, a trav¨¦s de su ayudante de campo, remite al coronel Nicol¨¢s Benavides, director del Servicio Hist¨®rico Militar. Es febrero de 1944, las tropas aliadas avanzan hacia el norte de Italia y Espa?a ha iniciado una prudente retirada de la Divisi¨®n Azul. La derrota de las potencias del Eje, que tanto le ayudaron durante la guerra civil, se vislumbra n¨ªtidamente, y lo ¨²ltimo que desea el dictador es atribuirles protagonismo en el origen de su r¨¦gimen.
Tres meses ha tardado el General¨ªsimo en contestar a las consultas que, el 28 de febrero de 1943, le remiti¨® el coronel Benavides, autor del denominado Primer volumen de la historia militar oficial de nuestra guerra de liberaci¨®n. El libro, seg¨²n explica en su carta, est¨¢ 'ya redactado y listo para su publicaci¨®n', aunque a los investigadores consultados por EL PA?S no les consta que se publicase nunca como tal. Antes de mandarlo a la imprenta, necesita el nihil obstat de Franco, a quien le pide 'instrucciones u orientaciones, si las considerase procedentes, sobre cualquier extremo que convenga o que se deba tener en cuenta'.
'La jefatura de Sanjurjo fue acordada a propuesta del general Franco, quien consideraba que su candidatura, que Mola propugnaba, hab¨ªa de tener mayores dificultades'
'Antes de salir para Canarias tuve entrevistas con Jos¨¦ Antonio y los tradicionalistas, y visit¨¦ a los se?ores Alcal¨¢ Zamora y Aza?a, habl¨¢ndoles de la grav¨ªsima situaci¨®n de la Patria'
'El Ej¨¦rcito no secundar¨ªa en fr¨ªo un movimiento contra los poderes constituidos sin la Guardia Civil y los guardias de asalto. Otra cosa ser¨ªa si hubiese una situaci¨®n de anarqu¨ªa'
El Caudillo, que s¨®lo admit¨ªa rendir cuentas ante Dios y la historia, no se limita a la labor rutinaria del censor: un tach¨®n aqu¨ª y una coletilla all¨¢. Toma ¨¦l mismo la pluma para asegurarse de que la historia se escriba con arreglo a sus deseos. No es la primera vez ni ser¨¢ la ¨²ltima que lo haga, a trav¨¦s de autores interpuestos. Pero este documento in¨¦dito, exhumado tras permanecer 32 a?os en una caja fuerte y accesible ya al p¨²blico en el Archivo General Militar de Segovia, revela como ning¨²n otro su talante.
'Lo que se dice sobre las conversaciones de Casanueva, Goded y Fanjul es una pura fantas¨ªa', corrige Franco a su hagi¨®grafo. 'Tambi¨¦n me parece ligero [afirmar] que el general Sanjurjo hubiera recomendado [que] se contase con Aranda, por ser ¨¦ste lo contrario de santo de su devoci¨®n', apostilla m¨¢s adelante.
Algunos de los asuntos tratados figuran en los papeles que, sueltos y en desorden, se encontraron en el despacho del dictador tras su muerte, pero Luis Su¨¢rez Fern¨¢ndez, el ¨²nico historiador que ha podido estudiar a fondo los m¨¢s de 30.000 documentos que atesora la Fundaci¨®n Francisco Franco, considera el informe 'muy interesante', pues las versiones que sobre los mismos hechos ofreci¨® el general a lo largo de los a?os 'no son exactamente iguales'. En este caso, adem¨¢s, responde a un cuestionario centrado en los episodios que el servicio encargado desde 1941 de autorizar los libros sobre la guerra civil considera m¨¢s controvertidos.
Revoluci¨®n de Asturias
El Caudillo no s¨®lo se preocup¨® del tratamiento que recibir¨ªa su figura. Tambi¨¦n se ocup¨® de la imagen de otros protagonistas, incluso compa?eros de armas, y no siempre para ensalzarla. Preguntado quiz¨¢ ingenuamente si advirti¨® al general L¨®pez de Ochoa, con quien comparti¨® la responsabilidad de reprimir la revoluci¨®n de Asturias en 1934, para que cambiase el itinerario de su columna, lo rechaza tajantemente.
Por el contrario, expresa 'las m¨¢s grandes reservas' sobre los cinco d¨ªas que emple¨® este general en marchar desde Lugo a Oviedo y sugiere que, 'dada su calidad de mas¨®n, se pueden abrigar vehementes sospechas de que fuese su prop¨®sito el llegar tarde' a las cuencas mineras. 'Digo esto', puntualiza, 'no vaya en el relato de esta etapa a d¨¢rsele una dimensi¨®n que no merece, ni a hacer un h¨¦roe de quien no lo fue'.
La parte m¨¢s amplia e interesante del documento se refiere a la vasta conspiraci¨®n que precedi¨® al golpe de Estado de julio de 1936. Franco sit¨²a el arranque del compl¨® en febrero de ese a?o, inmediatamente despu¨¦s de las elecciones ganadas por el Frente Popular, y niega la existencia de intentonas anteriores, como la que le sugiere el coronel Benavides, a prop¨®sito de la dimisi¨®n del l¨ªder de la derecha, Jos¨¦ Mar¨ªa Gil-Robles, como ministro de la Guerra en 1935. 'Nadie pretendi¨® entonces ninguna clase de golpe, que no hubiera sido ni justificado ni secundado. [...] El Ej¨¦rcito no ve¨ªa en el se?or Gil-Robles m¨¢s que a un pol¨ªtico m¨¢s, pol¨ªticamente desprestigiado en su colaboraci¨®n con el se?or Lerroux', responde zanjando el asunto.
El 17 de febrero, al d¨ªa siguiente de la victoria de la izquierda, Franco, seg¨²n su testimonio, 'convoc¨® a aquellos generales que le hab¨ªan expuesto en otras ocasiones su disgusto y la necesidad de un Movimiento para [...] intentar que el Ej¨¦rcito evitase la total y segura ruina de nuestra patria [...] Intentamos evitar que el Frente Popular se hiciese con el poder', reconoce abiertamente.
Como jefe del Estado Mayor Central, ¨¦l y los otros conjurados llegaron a 'pulsar el estado' de ¨¢nimo de los jefes de guarnici¨®n ante la posibilidad de 'salir a las calles a garantizar el orden', pero 'el resultado de esta gesti¨®n fue totalmente negativo. Aunque reconoc¨ªan lo grav¨ªsimo de la situaci¨®n, consideraban que la oficialidad no secundar¨ªa en fr¨ªo un movimiento contra los poderes constituidos si la Guardia Civil y los guardias de asalto no tomaban parte en el mismo. Otras cosa ser¨ªa', advierte, 'si hubiese una situaci¨®n de anarqu¨ªa y el Gobierno no atajase los sucesos'.
El dictador parece justificarse al afirmar que ese sondeo lo hizo tras haber fracasado la declaraci¨®n del estado de guerra por el Consejo de Ministros, que a petici¨®n del propio general Franco [con frecuencia habla de s¨ª en tercera persona] se hab¨ªa logrado y que el presidente de la Rep¨²blica [Alcal¨¢ Zamora] orden¨® anular al enterarse'. A¨²n agrega: 'Se intent¨® una tercera gesti¨®n con el presidente del Consejo de Ministros, se?or Portela Valladares, [...] quien fue excitado por el general Franco a ponerle coto [a la situaci¨®n] haciendo uso de la fuerza. El presidente, despu¨¦s de una lucha de cerca de dos horas, pidi¨® un plazo de 24 horas para resolver, antes del t¨¦rmino de las cuales, acobardado, abandon¨® el poder. ?ste fue', concluye, 'el ¨²nico conato real de golpe militar que tuvo realidad en aquella etapa'.
Reuni¨®n clave
Franco no ceja, y poco despu¨¦s envi¨®, asegura, al general Mola 'unas consignas a ejecutar en el momento de recibir una determinada contrase?a inequ¨ªvoca de que la situaci¨®n de caos, que tanto se tem¨ªa, hab¨ªa sido iniciada'. Su relevo y el de Mola, jefe del Ej¨¦rcito de Marruecos, por el Gobierno del Frente Popular, que los destina a Canarias y Navarra, respectivamente, obliga a alterar los planes de los conjurados.
Seg¨²n su relato, la reuni¨®n clave, 'en la que se decidi¨® el Movimiento' tuvo lugar en Madrid a mediados de marzo en la casa de Jos¨¦ Delgado, y en ella participaron, adem¨¢s de ¨¦l, los generales Mola y Varela. Franco se presenta como impulsor y cerebro de la operaci¨®n, quien expone a los dem¨¢s cu¨¢l es 'la situaci¨®n, las medidas de previsi¨®n tomadas hasta entonces y la necesidad de tener una persona que continuase la preparaci¨®n [del golpe] por si las circunstancias lo requer¨ªan'.
'No se form¨®, pues, ninguna junta de generales', matiza, pero 'el general Mola hab¨ªa de ejercer, como hombre de confianza del general Franco, la jefatura en la preparaci¨®n en Espa?a del Movimiento'. Se designaron tambi¨¦n los responsables de la sublevaci¨®n en las regiones militares, 'correspondiendo Madrid al general Rodr¨ªguez del Barrio, la jefatura nominal, y a los generales Orgaz y Varela la organizaci¨®n de la parte civil y militar'; al general Goded, Valencia; a Saliquet, Barcelona; a Mola, Castilla la Vieja; y a Cabanellas, Zaragoza.
'El general Rodr¨ªguez del Barrio no estaba en aquella etapa en estado de ¨¢nimo [para rebelarse], y por ello se le critic¨® acerbamente', admite m¨¢s adelante. Tampoco otros generales, como Villegas o Fanjul, 'nos ofrec¨ªan la menor garant¨ªa como hombres de armas y se tem¨ªa con fundamento que en Madrid todo fracasase por falta de mando', agrega.
'Antes de salir para Canarias tuve entrevistas con Jos¨¦ Antonio [Primo de Rivera, el l¨ªder de Falange] y con los tradicionalistas', contin¨²a Franco, recuperando la narraci¨®n en primera persona, 'visit¨¦ al se?or Alcal¨¢ Zamora y al se?or Aza?a, habl¨¢ndoles de la grav¨ªsima situaci¨®n de la patria'. Una visita sorprendente, dada su implicaci¨®n en el compl¨®.
No menos sorprendente es la carta que envi¨® el 23 de junio al jefe de Gobierno, Casares Quiroga, en la que veladamente amenazaba con el golpe y se ofrec¨ªa para pararlo. Como explicaci¨®n, dice que el fin de la misiva era 'hartarse de raz¨®n ante una situaci¨®n que se agravaba por momentos y evitar que continuasen las destituciones y traslados arbitrarios' de militares afines. En todo caso, reconoce, 'las instrucciones para el Movimiento eran de estar preparado lo m¨¢s pronto posible'.
Respecto al liderazgo de los conjurados, minimiza a Sanjurjo y sugiere que, aunque no hubiera fallecido en accidente de avi¨®n al volver de su exilio en Portugal, ¨¦l era el verdadero cabecilla del golpe. Sanjurjo, condenado por la intentona de 1932, 'no quer¨ªa o¨ªr hablar de movimientos para nada', alega. 'Su jefatura fue acordada por el general Franco con los generales Mola y Varela, a propuesta del general Franco, en la necesidad de buscar una persona que por su autoridad y antig¨¹edad como general facilitase el acatamiento total a la jefatura, por considerar Franco que la suya, que Mola propugnaba, hab¨ªa de encontrar mayores dificultades, sobre todo si el Movimiento se hac¨ªa f¨¢cil', lo que obviamente no sucedi¨®, como Franco ya sab¨ªa cuando escribi¨® estas l¨ªneas.
Hasta tal punto era irrelevante Sanjurjo, seg¨²n su versi¨®n, que 'no deb¨ªa dec¨ªrsele nada m¨¢s que en el caso de haber triunfado el Movimiento. Para lo dem¨¢s y para la responsabilidad, el general Franco la asum¨ªa en todas sus partes', asegura de s¨ª mismo. Pese a ello, tiene que admitir a continuaci¨®n que se contact¨® con Sanjurjo, a trav¨¦s de Mola, y ¨¦ste acept¨® participar en el compl¨®.
Candidatura por Cuenca
Su frustrada presentaci¨®n como candidato al Congreso en las elecciones parciales de mayo en Cuenca, donde la Junta Electoral anul¨® los comicios de febrero, la explica Franco por su inter¨¦s en dejar Canarias y 'tomar m¨¢s directamente contacto con las guarniciones, para estar presente en aquellos lugares donde el Movimiento amenazaba con fracasar', pues no se fiaba de las optimistas noticias que le transmit¨ªa Mola. Su objetivo era 'regresar a la Pen¨ªnsula y gozar de una relativa impunidad para sus movimientos'.
La operaci¨®n se frustr¨® porque, a ¨²ltima hora, los grupos de derechas que deb¨ªan cederle a ¨¦l y a Jos¨¦ Antonio los puestos en su lista 'se volvieron atr¨¢s, telegrafiando al general Franco la imposibilidad de mantener su candidatura despu¨¦s de haber sido quemado su nombre' por haberse filtrado a los peri¨®dicos. La reacci¨®n de Franco fue desautorizar p¨²blicamente la noticia.
A primeros de marzo, recuerda, se entrevist¨® con Jos¨¦ Antonio 'a fin de que me diese una lista con el n¨²mero de nombres que, en el caso de una situaci¨®n dif¨ªcil de Espa?a, se sumar¨ªan a un Movimiento que iniciase el Ej¨¦rcito'. El l¨ªder falangista, explica, le entreg¨® 'un peque?o mapa de Espa?a en el cual una cifra se?alaba en la capital y otra en la provincia [sic] los nombres que incondicionalmente se pondr¨ªan al lado del Movimiento'.
Tambi¨¦n habl¨® con el jefe de los tradicionalistas, Fal Conde, quien rechaz¨® la petici¨®n, 'diciendo que ¨¦l no promet¨ªa la asistencia de su gente si no sab¨ªa si se iba por un rey y por qu¨¦ rey se iba'.
A continuaci¨®n, se refiere a una reuni¨®n en Madrid con los generales Mola y Varela, en la que el primero le puso como 'condici¨®n para participar en el Movimiento que ten¨ªa que ser republicano, justificando su postura en la falta de ambiente mon¨¢rquico y la necesidad de sumar al m¨¢ximum de generales, jefes y oficiales'. Franco le convenci¨®, asegura, de que 'el Movimiento fuese por Espa?a, sin ninguna etiqueta determinada'.
Sin embargo, se decidi¨®, seg¨²n Franco, rechazar la bandera tricolor [republicana], 'por ser precisamente la bandera antigua la amada por toda la Naci¨®n', pese a lo cual, ocultando sus intenciones, 'no hab¨ªa inconveniente en aceptar el que no se decretar¨ªa [el cambio de bandera] hasta despu¨¦s del hecho consumado'.
Poco antes del golpe, agrega, 'una vez decidida la fecha y en la imposibilidad de retroceder', Fal Conde se present¨® en Estoril (Portugal) al general Sanjurjo para lograr que se diese al compl¨® 'un car¨¢cter marcadamente mon¨¢rquico tradicionalista', de forma que 'aceptase el ultim¨¢tum' o retirar¨ªa sus fuerzas de la conspiraci¨®n.
'Sanjurjo, agobiado por la situaci¨®n, se avino a firmar una carta para el general Mola en la que parec¨ªa aceptar la propuesta', pero simult¨¢neamente, seg¨²n Franco, le envi¨® un ayudante para advertirle de que el escrito no val¨ªa porque no llevaba la contrase?a acordada y confesarle que si lo hab¨ªa firmado era 'en evitaci¨®n de que los tradicionalistas comprometidos pudiesen hacer fracasar el Movimiento, pero no estando dispuesto a cumplirlo'.
Mola rechaz¨® la pretensi¨®n de los carlistas, pese al riesgo que supon¨ªa sublevarse en Navarra sin tener asegurado su apoyo, por lo que 'estuvo a punto de pegarse un tiro al verse desasistido'.
?ste es el ¨²nico punto del relato por el que no le pregunt¨® el coronel Benavides, pero Franco lo incluye alegando que tiene 'una importancia pol¨ªtica trascendente' y ha sido 'habilidosamente escamoteado por alguno de los actores principales'. La deducci¨®n es clara. En 1944, Franco quiere dejar claro que su r¨¦gimen no tiene ninguna deuda con los carlistas.
![Algunos de los m¨¢s de 76.000 legajos con expedientes militares depositados en el Archivo General Militar, en el Alc¨¢zar de Segovia.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/G3DEP5473MS7U2BH3Y2W67G73Q.jpg?auth=bfc35f7e79debf10adea2624e1e4e00d2327d90ae3304fc3d8d331d2d9bca2a8&width=414)
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