?Androfobia?
Las agresiones que sufren muchas mujeres a manos de su pareja suponen la expresi¨®n m¨¢s repugnante de las m¨²ltiples manifestaciones de machismo que sobrenadan en nuestra sociedad.
Los peri¨®dicos dan noticia, casi diaria, de estos comportamientos y, al calor de la brutalidad que representan, se ha extendido, imparable, una de las preocupaciones que acucian a la ciudadan¨ªa.
El maltrato hacia la mujer despierta, inevitablemente, un sentimiento de solidaridad tan intenso que puede conducir a manifestaciones poco matizadas cuando se trata cualquier acontecimiento en el que una mujer aparece como v¨ªctima o incluso como agresora.
Esa actitud colectiva tiene manifestaciones muy ilustrativas. Hace tiempo, en un art¨ªculo de opini¨®n de este peri¨®dico, se coment¨® una encuesta estadounidense sobre maltratos infligidos por mujeres hacia sus parejas masculinas. Durante varios d¨ªas el Defensor recibi¨® un n¨²mero considerable de protestas que argumentaban contra el autor como supuesto animador de una campa?a de descr¨¦dito hacia la mujer y como enmascarador de la violencia masculina.
El 11 de noviembre se public¨® aqu¨ª una columna -Masculino... y femenino- que denunciaba una manifestaci¨®n machista en un reportaje de decoraci¨®n y la autora admit¨ªa abiertamente su error. Pero al Defensor se le ocurri¨® comenzar el texto con la expresi¨®n 'qu¨¦ fino hilan', tratando de mostrar su asombro porque en un reportaje de decoraci¨®n se hubiesen encontrado im¨¢genes machistas al fotografiar el equipamiento de las zonas de la casa que utilizaban el var¨®n y la mujer.
Durante varios d¨ªas recib¨ª protestas femeninas porque entendieron que la menci¨®n al hilar fino era despectiva y muestra inequ¨ªvoca de talante antifeminista.
Quiere decirse, con todo esto, que la hipersensibilidad en torno a la mujer es alt¨ªsima y est¨¢ muy a flor de piel.
Frente a esta corriente dominante, un lector, que por tel¨¦fono se identifica como Emilio Gonz¨¢lez, se ha dirigido en varias ocasiones al Defensor para hacer notar que, en su opini¨®n, el peri¨®dico se deja arrastrar a veces por esa torrentera de la opini¨®n y ofrece visiones sesgadas de la realidad.
Gonz¨¢lez ha esgrimido dos ejemplos recientes para apoyar sus argumentos.
El pasado domingo, d¨ªa 2, se public¨® una informaci¨®n en la secci¨®n de Espa?a titulada Una mujer mata en Valencia a su pareja, 'harta de las peleas'. El lector encontraba en el titular una explicaci¨®n que le sonaba a sutil justificaci¨®n, m¨¢xime cuando la v¨ªctima en esta oacasi¨®n era un minusv¨¢lido.
Sin tanta sutileza, el mismo comunicante hab¨ªa le¨ªdo una informaci¨®n en la secci¨®n de Sociedad, el lunes 26 de noviembre, que tuvo dos versiones, en cuanto a extensi¨®n y titulares.
En primera edici¨®n se titul¨® Migajas para una maltratada, con este sumario informativo: 'Un juez despacha con 30.000 pesetas de pensi¨®n a una mujer de 27 a?os con tres hijos menores'.
En la segunda edici¨®n se introdujeron algunos cambios. El titular suprim¨ªa la menci¨®n al maltrato: Migajas para una v¨ªctima, y lo llevaba al sumario: 'Un juez despacha con 30.000 pesetas de pensi¨®n a una maltratada con tres hijos'.
Cualquier lector que no pasase de los titulares -algo frecuente- hubiese llegado a la conclusi¨®n de que se denunciaba un atropello judicial frente a una v¨ªctima femenina y desvalida.
La realidad era muy dura, pero sustancialmente distinta. En el ¨²ltimo p¨¢rrafo de la informaci¨®n -s¨®lo en el ¨²ltimo p¨¢rrafo- se aclaraba que el auto dictado por el juez -del que se ofrec¨ªan nombre y apellidos- especificaba que el supuesto maltratador -un cabo de la Guardia Civil- recibe un sueldo mensual de 176.849 pesetas y con ellas debe hacer frente a deudas contra¨ªdas por la pareja -una hipoteca y letras para el pago de electrodom¨¦sticos-, que lo dejan con 45.000 pesetas disponibles.
En la primera edici¨®n, la informaci¨®n -abreviada en las siguientes por razones de espacio- terminaba con un p¨¢rrafo de la propia resoluci¨®n judicial, en el que el juez lamentaba una asignaci¨®n tan magra: 'No es mucho', escribi¨®, 'pero no hay m¨¢s, y los esposos deber¨¢n ajustar las necesidades de su vida para que, con tan escaso remanente, pueden atender a las necesidades de sus hijos, cuyo inter¨¦s es prioritario'.
Juan G. Bedoya, autor de la informaci¨®n, reconoce abiertamente que los titulares no se corresponden con el cuerpo de la informaci¨®n.
El Defensor no cree que el peri¨®dico mantenga una actitud androf¨®bica. Con toda seguridad, hay m¨¢s manifestaciones machistas.
Al Defensor le preocupa, en esta ocasi¨®n, que esa corriente pro femenina, tan avasalladora, haya provocado unos titulares enga?osos que confunden respecto a la actuaci¨®n del juez y de la que s¨®lo pudieron enterarse los lectores que llegasen hasta el final de la informaci¨®n.
Duplicidad informativa
Las cuestiones que podr¨ªamos llamar puramente t¨¦cnicas del peri¨®dico -defectos de impresi¨®n, distribuci¨®n deficiente, irregularidades al recibir suscripciones- quedan fuera de la competencia del Defensor, aunque las quejas que recibe en este sentido las traslada a los departamentos correspondientes.
Pero los contenidos s¨ª son de su incumbencia y, aunque el error no sea period¨ªstico, sino t¨¦cnico, la duplicidad de informaciones resulta irritante.
Pedro Calvo, desde Mallorca, se ha quejado de que en dos ocasiones distintas, muy recientes, la edici¨®n de Catalu?a repet¨ªa id¨¦ntica informaci¨®n, el mismo d¨ªa, en p¨¢ginas contiguas. Demasiado para la paciencia de cualquier lector.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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