Marco jur¨ªdico y realidades
La entrevista en Barcelona el 20 de noviembre entre los ministros de Exteriores de Espa?a, Piqu¨¦, y del Reino Unido, Straw, coloca el tema de Gibraltar en el primer plano de las relaciones entre los dos pa¨ªses y en un clima que ambos gobiernos y la opini¨®n han definido como recuperaci¨®n del proceso de Bruselas, aludiendo a la declaraci¨®n que en la capital belga celebramos los titulares de entonces, sir Geoffrey Howe y yo mismo, cuando acordamos abordar en negociaciones a nivel ministerial todos los temas, incluida -se citaba expresa y literalmente- la soberan¨ªa. Clima y procedimiento de Bruselas condujeron a una propuesta espa?ola de soluci¨®n global y detallada que adelant¨¦ en Ginebra el 5 y 6 de febrero de 1985 y formalic¨¦ en nota firmada el 12 de aquel mes, a la que contest¨® tambi¨¦n en nota firmada Howe comprometi¨¦ndose el Gobierno brit¨¢nico a estudiar atentamente las propuestas espa?olas. Una enumeraci¨®n casi telegr¨¢fica de ciertos principios y hechos b¨¢sicos parece necesaria.
1. El meollo del planteamiento de la retrocesi¨®n de Gibraltar a Espa?a es una diferencia territorial, pero que ha tenido incidencia en Naciones Unidas al inscribir el Gobierno de Londres el Pe?¨®n como territorio no aut¨®nomo.
En el marco de las Naciones Unidas, los habitantes de la colonia no han obtenido el reconocimiento a un derecho de autodeterminaci¨®n. La resoluci¨®n madre respecto a la descolonizaci¨®n, la 1514 (15), excluye, en su apartado sexto, de este procedimiento las situaciones que podr¨ªan conducir a un atentado a la integridad territorial. En dicha resoluci¨®n se basaron las espec¨ªficas sobre Gibraltar, que nunca se refirieron a la autodeterminaci¨®n, pero que s¨ª aluden en alg¨²n caso a la salvaguarda de los intereses de los habitantes.
Estos principios fueron no solamente reiterados por la parte espa?ola, sino aceptados por los brit¨¢nicos. La primera ministra brit¨¢nica, Mrs. Thatcher, en marzo de 1983, y sir Geoffrey Howe en el curso de 1984 y 1985, reiteraron que eran conscientes de que la autodeterminaci¨®n pod¨ªa conducir a un resultado que privase al Reino Unido de la ¨²nica base jur¨ªdica en que se basan sus t¨ªtulos y competencias en el Pe?¨®n, el Tratado de Utrecht.
2. El Pre¨¢mbulo de la Constituci¨®n para Gibraltar de 1969 se refiere exclusivamente a los 'intereses' de la poblaci¨®n, de cuyo mantenimiento y desarrollo se hace garante el Gobierno brit¨¢nico. Una Constituci¨®n aprobada por el m¨¦todo m¨¢s abierto y f¨¢cil para la enmienda, una 'order in council', no un 'act' del Parlamento.
3. ?Qu¨¦ quiere decir, pues, Straw en su conferencia en Barcelona cuando habla de que la necesidad de la soluci¨®n global a alcanzar sea aprobada por la poblaci¨®n en un acto concreto de consulta? Si sus palabras, m¨¢s o menos improvisadas, se refiriesen o apuntasen a un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n con efectos vinculantes estar¨ªamos ante un verdadero retroceso, una posici¨®n del Ejecutivo brit¨¢nico que, aparte de no tener apoyo expl¨ªcito en su Parlamento, obligar¨ªa al Gobierno espa?ol a salir al paso de esta tendencia.
Pero, siendo optimistas y buscando favorecer el proceso, caben otras interpretaciones. Si no un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n puede en alg¨²n momento ser ¨²til a Londres y a Madrid conocer el estado de la opini¨®n gibraltare?a respecto a los elementos de una soluci¨®n. Sir Joshua Hassan, entonces ministro principal de Gibraltar, expres¨® en Ginebra lo que ¨¦l llamaba el sentimiento -feeling- de la poblaci¨®n, en aquel momento contrario a la retrocesi¨®n, pero los sentimientos pod¨ªan evolucionar en vista de situaciones nuevas y de procesos de aproximaci¨®n.
Porque si la poblaci¨®n no es actor para alterar lo que afecta a la soberan¨ªa -retrocesi¨®n plena instant¨¢nea o tras un periodo en que se ejerciese el condominio o se arrendase el uso de la base- s¨ª que es una realidad sociol¨®gica y potencialmente pol¨ªtica de gran importancia.
Hace un a?o publiqu¨¦ en estas columnas un art¨ªculo -El submarino, los llanitos y el Campo de Gibraltar, EL PA?S, 2 de noviembre de 2000- en que, tras una nueva visita a la ciudad, me escandalizaba ante la falta de atenci¨®n, de contactos y de conocimientos de la opini¨®n y clase pol¨ªtica espa?olas ante las realidades gibraltare?as. No se puede pretender la mano de una joven sin cortejarla ni tener atenciones con ella, bas¨¢ndose solamente en el di¨¢logo con sus padres o tutores. Esto es de com¨²n conocimiento, al menos desde Morat¨ªn.
Fijar unas fechas para llegar a un acuerdo, el verano de 2002, e instrumentar la participaci¨®n en algunos aspectos y momentos de los representantes gibraltare?os puede ser positivo. En Ginebra, en 1985, los representantes de la ciudad participaron en las negociaciones en los temas de cooperaci¨®n y vecindad, no en el de la soberan¨ªa. ?sta fue una f¨®rmula que funcion¨®, pero puede haber otras. En cuanto el emplazamiento temporal para la soluci¨®n, aparte de colocar el tema en primer plano ante las opiniones y los Parlamentos, puede prestar din¨¢mica a los esfuerzos. En todo caso, si no hay un acuerdo global total para estas fechas lo que se alcance y lo que quede por abordar puede servir de base para unos nuevos intentos. Las ciudadan¨ªas y los Parlamentos que, en ¨²ltima palabra, tendr¨¢n la facultad decisoria podr¨¢n ir entendiendo, aceptando y digeriendo un horizonte de acuerdo. Igualmente, hacer real y fluido el di¨¢logo con la poblaci¨®n e incrementar los contactos culturales, de cooperaci¨®n, parece indispensable.
Fernando Mor¨¢n fue ministro de Asuntos Exteriores de Espa?a entre diciembre de l982 y julio de l985.
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