Los Nobel renuevan su fe en el hombre
Los valores que inspiraron a su fundador se reafirmaron ayer en la entrega de los galardones
'Mi hogar est¨¢ all¨ª donde trabajo, y trabajo en todas partes', coment¨® alguna vez Alfred Nobel, de quien se dice que su mayor legado fue crear los premios que llevan su nombre. Ayer se celebraron sus primeros cien a?os con las ceremonias de entrega de los galardones correspondientes a la edici¨®n de 2001, que tuvieron lugar en Estocolmo y en Oslo, donde desde sus or¨ªgenes se entrega el Nobel de la Paz, que este a?o fue concedido a la ONU y a Kofi Annan.
El car¨¢cter cosmopolita de su fundador ha marcado los premios desde sus inicios. Nobel naci¨® en Estocolmo en 1833 y creci¨® en San Petersburgo. Hablaba fluidamente cinco idiomas -sueco, ruso, franc¨¦s, ingl¨¦s y alem¨¢n- y vivi¨® durante distintos periodos de su vida en Estados Unidos, Francia, Suecia, Escocia y Alemania, hasta que muri¨® en 1896 en San Remo, Italia. Fue cient¨ªfico e inventor, adem¨¢s de activo industrial que puso en marcha empresas en 90 lugares de veinte pa¨ªses. Fue el creador de la dinamita, que ha prestado notables servicios a la humanidad y que ha sido utilizada tambi¨¦n de manera un tanto m¨¢s turbia.
Ayer, en la Konserthuset de Estocolmo, la entrega de los Premios Nobel empez¨® con puntualidad matem¨¢tica. Dentro de las l¨ªneas sobrias y la austeridad de los motivos propios de ese edificio, todo se desarroll¨® dentro de una atm¨®sfera que parec¨ªa proceder de otra ¨¦poca. La sala era una c¨¢psula aislada de los agitados vaivenes que sacuden al mundo de nuestros d¨ªas, y all¨ª todos se comportaron con correcci¨®n, todos vest¨ªan con elegancia y respetaban la sabidur¨ªa de una gran representaci¨®n de laureados de ediciones anteriores que compart¨ªan el escenario con la familia real sueca y los premiados de este a?o. All¨ª estaban, entre otros, G¨¹nter Grass, Kenzaburo O¨¦, Nadine Gordimer, Jos¨¦ Saramago, Derek Walcott o Gao Xingjian, ganadores de algunos de los Nobel de Literatura de los ¨²ltimos a?os.
Alfred Nobel se?al¨® en su testamento que los ingresos que procedieran de su inmensa herencia se dividieran cada a?o en cinco partes iguales y fueran distribuidos en 'forma de premios a las personas que, durante el a?o anterior, hayan aportado los mayores beneficios a la humanidad'. Cien a?os despu¨¦s, la voluntad de reconocer la fuerza de los valores que inspiraron a su creador permanece intacta. Fueron los galardones dedicados a los m¨¦ritos cient¨ªficos los primeros en entregarse.
Y en cada uno de los discursos de presentaci¨®n volvi¨® a hablarse del poder de la ciencia para abrir nuevos caminos a la inteligencia humana, para servir de ayuda a los m¨¢s necesitados, para favorecer nuevas aplicaciones pr¨¢cticas que hagan m¨¢s habitable nuestro entorno, para hacer, en definitiva, progresar los conocimientos del hombre. Despu¨¦s de cada discurso sonaban las trompetas, y cada uno de los galardonados se acercaba al centro del escenario para recibir el premio de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia. La alegre vivacidad del fragmento de la sinfon¨ªa de Haydn que la orquesta toc¨® en un momento dado colaboraba en la creaci¨®n de ese ambiente que permite ver al hombre como una criatura bondadosa. Un aria de Haendel, que interpret¨® Anne Sofie von Oter, recuper¨® ese otro viejo anhelo, la libertad.
Y lleg¨® el momento de entregar el Nobel a Sir Vidia. En su discurso de presentaci¨®n, Horace Engdahl, secretario permanente de la Academia Sueca, se refiri¨® a la obra de Naipaul diciendo que recreaba la compleja relaci¨®n que existe entre los prop¨®sitos del hombre y la realidad, que no siempre coinciden, pero que tampoco divergen nunca del todo. Los Nobel siempre han apostado por subrayar el lado positivo.
La ceremonia termin¨® con la entrega de los llamados premios Nobel de Econom¨ªa. Era una manera de volver al ruido del mundo. El discurso present¨® los trabajos de los galardonados, que tratan de las relaciones asim¨¦tricas que se dan en los mercados. Al salir del Konserthuset, un pu?ado de manifestantes reclamaba libertad para los prisioneros de Ir¨¢n. Una vez m¨¢s, la realidad mostraba sus afiladas garras.
Un amplio repertorio para profanos y especialistas
Habr¨¢ muy pocos que sepan a ciencia cierta, salvo los doctos en la materia, qu¨¦ es eso de la condensaci¨®n de Bose-Einstein en gases at¨®micos diluidos. Tampoco hay muchos, seguro, que se manejen con soltura en los terrenos de los catalizadores quirales. Lo de las c¨¦lulas ya les sonar¨¢ a algunos m¨¢s, pero ?saben c¨®mo se comportan los reguladores clave del ciclo celular? El caso es que por las investigaciones realizadas en estos tres apartados han obtenido el Nobel de esta edici¨®n distintos cient¨ªficos en F¨ªsica, Qu¨ªmica y Fisiolog¨ªa o Medicina, respectivamente.Los f¨ªsicos estadounidenses Eric A. Cornell y Carl E. Wieman y el alem¨¢n Wolfgang Ketterle fueron los primeros en recibir ayer el premio. Luego les toc¨® a los qu¨ªmicos: William S. Knowles (de Estados Unidos), Ryoji Noyori (de Jap¨®n) y K. Barry Sharpless (tambi¨¦n de Estados Unidos). Leland H. Hartwell, que trabaja en Seattle en un centro que investiga cuestiones relacionadas con el c¨¢ncer, y los brit¨¢nicos Tim Hunt y Paul M. Nurse fueron agraciados con el Nobel de Fisiolog¨ªa o Medicina. El caso es que todos estaban contentos, y eso que hace fr¨ªo en las calles de Estocolmo. A los 10 minutos de embarcarse en la aventura de un paseo no es dif¨ªcil que los cart¨ªlagos de las orejas tengan ya la consistencia de pedruscos. Y si se tuviera el coraje de averiguarlo, levantando levemente las prendas de vestir, entonces se comprobar¨ªa que los pelos de piernas y brazos se han convertido en un disciplinado ej¨¦rcito, perfectamente formado y tieso y cubierto de escarcha. Como la ceremonia se realiz¨® en el interior de la Sala de Conciertos, que aqu¨ª denominan Konserthuset, pues nadie sab¨ªa de semejantes rigores. Todo era pura celebraci¨®n.En su testamento, Alfred Nobel prescribi¨® que, en el campo de la literatura, el galard¨®n fuera concedido a 'la obra m¨¢s notable de tendencia idealista'. A estas alturas, y con 100 a?os de historia, o no se sabe qu¨¦ significa exactamente eso de tendencia idealista o los acad¨¦micos suecos hace tiempo que optaron ya por premiar otras excelencias. Y es que, si hay algo que defina la obra de V. S. Nai-paul, es precisamente su voluntad de masacrar cualquier ideal y conducir as¨ª al lector (y a s¨ª mismo) a enfrentarse con esa vieja verdad: nada somos.Eso ya resulta m¨¢s familiar. No somos nada. El tiempo nos sepulta antes de lograr el adem¨¢n con el que conquistar las alturas. Y de eso suele tratar la literatura y, por eso tal vez, de los Nobel que cada a?o se entregan es el que m¨¢s pasiones desata (aunque muchas veces no se haya le¨ªdo una sola l¨ªnea de los premiados).En ¨²ltimo lugar recogieron su galard¨®n los elegidos para el llamado Nobel de Econom¨ªa, aunque t¨¦cnicamente realmente se trate del Premio de Ciencias Econ¨®micas en memoria de Alfred Nobel que concede el Banco de Suecia. Es posible que el campo de trabajo en el que han destacado los estadounidenses George A. Akerlof, A. Michael Spence y Joseph E. Stiglitz, los ganadores de esta edici¨®n, sea tan complejo como parecen serlo los territorios que frecuentan los cient¨ªficos naturales. Pero el caso es que la s¨ªntesis que resume sus investigaciones no resulta ajena a ning¨²n mortal. Lo ganaron por 'sus an¨¢lisis de los mercados con informaci¨®n asim¨¦trica'. Y es que de diferencias, de esas asimetr¨ªas aparentemente veladas y neblinosas, todo el mundo sabe (o ha padecido) un mont¨®n.
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