De la Casa de Campo
Aquel que el lunes por la tarde pudo ver por la televisi¨®n auton¨®mica la cara seria y de enfado del director de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Madrid, hablando, disgustado, de la paralizaci¨®n por culpa de cuatro ecologistas de las obras de un colector en la Casa de Campo, puede atisbar c¨®mo se siente el depredador al que por un momento se le ha escapado su presa (dijo que en esta misma semana las obras se reiniciar¨ªan).
Yo supon¨ªa que ese cargo implicaba la defensa de todos los espacios verdes de Madrid, y, por encima de todos, del m¨¢s emblem¨¢tico: la Casa de Campo, y que por ello deber¨ªa estar agradecido a cuatro personas. Pero no es as¨ª, se le ve¨ªa seguro de poder acabar las obras arrancando toda la vegetaci¨®n que fuera necesaria y desmontando los restos hist¨®ricos que se crucen en el camino.
El segundo depredador de cualquier espacio verde sobre el que pone sus fieros ojos, y mucho m¨¢s temible que el anterior, porque es el jefe de la horda, es nuestro alcalde. Hace algo m¨¢s de un mes vet¨® la decisi¨®n de prohibir el acceso de veh¨ªculos privados a la Casa de Campo, lo que habr¨ªa significado detener la degradaci¨®n ocasionada por el incremento de la circulaci¨®n, que es incesante a lo largo del d¨ªa. Como parece ser que le importa muy poco el tema, acab¨® sus palabras con un chulesco 'sine die', es decir, que no importa que la Casa de Campo desaparezca como espacio de esparcimiento y de disfrute de la naturaleza en el centro de Madrid.
Hay que estar alerta, porque los depredadores no acaban de saciarse nunca y nos ofrecer¨¢n -a cambio, por ejemplo, de prohibir el tr¨¢fico- construir alguna variante de entrada a Madrid dentro de la Casa de Campo, o la construcci¨®n de alguna estupidez que, seg¨²n ellos, ser¨¢ 'imprescindible' para los madrile?os. Que me perdonen los depredadores: lobos, felinos... por emparentarles con estos sujetos.
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