Espa?a-Marruecos: el di¨¢logo posible
Cuando muchos responsables marroqu¨ªes reh¨²yen hablar con la prensa espa?ola, Larbi Messari ha tenido la valent¨ªa de cruzar el Estrecho para discutir p¨²blicamente en Madrid de lo que enfrenta o, por lo menos, separa a ambos pa¨ªses. Este nacionalista hispanista es uno de los mejores conocedores de Espa?a en Marruecos.
A lo largo de m¨¢s de dos horas debati¨® en la sede madrile?a de este peri¨®dico con Gustavo Ar¨ªstegui, portavoz parlamentario del Partido Popular para la pol¨ªtica exterior. Ar¨ªstegui es uno de los pol¨ªticos espa?oles que mejor conocen el mundo ¨¢rabe, empezando por los pa¨ªses m¨¢s cercanos. EL PA?S reproduce aqu¨ª los principales extractos de la discusi¨®n.
Moderador. ?C¨®mo se ha llegado a esta crisis?
Ar¨ªstegui: 'Espa?a ha mantenido una neutralidad activa criticada a la vez por Marruecos y por el Frente Polisario. Siempre ha respaldado al secretario general de la ONU'
Messari: 'La gota que colm¨® el vaso de la paciencia marroqu¨ª, la que incit¨® a llamar a consultas al embajador, fue la actitud espa?ola sobre el S¨¢hara'
Ar¨ªstegui: 'A diferencia de Gibraltar, en las resoluciones m¨¢s importantes de la ONU no se contemplan Ceuta ni Melilla. Son procesos hist¨®ricos diferentes'
Larbi Messari. Arranca con la imposibilidad de alcanzar un acuerdo de pesca y la consiguiente advertencia que formula, a finales de abril, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Anuncia que esto tendr¨¢ 'consecuencias' para Marruecos. Ni siquiera Franco se hubiese atrevido a dirigirse a Marruecos en estos t¨¦rminos. A partir de ah¨ª observamos que la relaci¨®n bilateral se va deteriorando siguiendo la pauta decidida en Madrid. Ante este c¨²mulo de agravios, Marruecos reacciona el 27 de octubre llamando a consultas a su embajador en Espa?a.
Gustavo Ar¨ªstegui. La evocaci¨®n por el presidente de las 'consecuencias' no significa que Espa?a iba a tomar medidas de retorsi¨®n ni creo que se haya llegado a ello. En el fondo de esta crisis, que creo que es m¨¢s unilateral que bilateral, hay una mala interpretaci¨®n de algunas declaraciones y posiciones espa?olas. El Gobierno nunca ha tocado ninguno de los elementos b¨¢sicos de la relaci¨®n con Marruecos.
L. M. A lo largo de estas ¨²ltimas semanas hemos observado que se han frenado muchos proyectos de cooperaci¨®n. No se ha reunido, por ejemplo, el comit¨¦ universitario hispano-marroqu¨ª porque la parte espa?ola cancel¨® la reuni¨®n. Est¨¢n paradas las operaciones de recompra de la deuda. Enrique Fern¨¢ndez Miranda [delegado del Gobierno para la Inmigraci¨®n] da a entender que la aplicaci¨®n del convenio laboral firmado en julio se retrasar¨¢. Se puede decir que Espa?a est¨¢ tomando algunas represalias.
G. A. Aqu¨ª surge un nuevo tipo de malentendido. Es verdad que la actividad de muchos de los comit¨¦s que se han montado para engrasar el mecanismo de las relaciones bilaterales se ha ralentizado, pero a sugerencia de la parte marroqu¨ª. Alega que no es el mejor momento para reunirse. Bueno, esperemos a que se levante la niebla para hacerlo. En otros ¨¢mbitos, como el Club de Par¨ªs o el de Londres, Espa?a ha estado a la vanguardia de los pa¨ªses acreedores de Marruecos para convertir su deuda en inversi¨®n directa.
Moderador. La principal afrenta espa?ola es, seg¨²n los dirigentes marroqu¨ªes, el S¨¢hara. ?En qu¨¦ consiste esa afrenta?
L. M. Estoy convencido de que la gota de agua que colm¨® la paciencia marroqu¨ª, la que incit¨® a llamar a consultas al embajador, fue la actitud espa?ola sobre el S¨¢hara. Hasta la entrevista de Josep Piqu¨¦ al diario La Vanguardia [del 19 de noviembre, titulada 'El refer¨¦ndum en el S¨¢hara es imposible y hay que buscar una salida para todas las partes'], Espa?a ten¨ªa una posici¨®n como m¨ªnimo ambigua. No apoyaba con nitidez el plan Baker [de autonom¨ªa para el S¨¢hara]. Es m¨¢s, segu¨ªa poniendo el ¨¦nfasis en el refer¨¦ndum. Y lo hac¨ªa a pesar de que en el Consejo de Seguridad y en otros foros se reconoce poco la soberan¨ªa marroqu¨ª y la necesidad de buscar una salida de tipo auton¨®mico. Espero que el discurso de Espa?a coincida con el de sus socios.
G. A. Espa?a ha mantenido una neutralidad activa criticada a la vez por Marruecos y por el Frente Polisario. Dec¨ªa Henry Kissinger que cuando dos partes no est¨¢n de acuerdo con un tercero, a lo mejor ese tercero era el que hab¨ªa acertado. La postura equilibrada de Espa?a siempre ha respaldado al secretario general de la ONU y a su enviado especial para el S¨¢hara, ahora James Baker. Si ¨¦ste considera que hay un cambio de circunstancias que aconseja examinar un proyecto alternativo, es evidente que el apoyo gen¨¦rico que le brindamos no va a variar. No se puede ni se debe ir m¨¢s all¨¢ de lo que diga la ONU. Adem¨¢s, al Frente Polisario le hemos dicho que sea pragm¨¢tico y no maximalista.
L. M. Francia y EE UU han tomado iniciativas en la ONU para impulsar esa tercera v¨ªa de Baker que se est¨¢ convirtiendo en el eje de la posici¨®n del Consejo de Seguridad. Espa?a ten¨ªa que haber estado con ellos. Eso es lo que Marruecos esperaba de un pa¨ªs amigo como Espa?a.
G. A. No creemos que se nos deba imponer seguir la pauta marcada por un pa¨ªs tercero. Contaminar el debate sobre el S¨¢hara con lo que piensa un pa¨ªs tercero sobre una misma cuesti¨®n significa establecer comparaciones injustas. Las circunstancias de Espa?a no son las mismas que las de Francia. Francia no fue potencia colonial en el S¨¢hara. Adem¨¢s, en Espa?a hay un problema de sensibilidad p¨²blica que en Francia no existe. Tambi¨¦n los partidos pol¨ªticos y la prensa mantienen en Espa?a posturas distintas de Francia. Todos estos factores explican la postura espa?ola.
Me gustar¨ªa a?adir que no se puede tener al Gobierno por responsable de la celebraci¨®n, en octubre en Andaluc¨ªa, de un seudorefer¨¦ndum sobre el S¨¢hara organizado por una ONG. La sociedad civil es libre de manifestarse aunque a m¨ª no me parezca oportuno el cauce que ha elegido para hacerlo.
L. M. Sospecho que Espa?a desea en el fondo mantener abierto el dossier del S¨¢hara para impedir a Marruecos que exija con fuerza la devoluci¨®n de Ceuta y Melilla.
Moderador. ?Como se explica que desde que Espa?a sali¨® del S¨¢hara, hace ya 26 a?os, Marruecos no haya conseguido ganarse para su causa a parte de la opini¨®n p¨²blica espa?ola?
L. M. Hay un gran d¨¦ficit de di¨¢logo entre las dos sociedades. Tiene razones hist¨®ricas. En la ¨¦poca colonial, los partidos pol¨ªticos marroqu¨ªes no ten¨ªan m¨¢s interlocutores espa?oles que la Administraci¨®n y el Ej¨¦rcito. Despu¨¦s, entre 1956 y 1976, la vida pol¨ªtica at¨ªpica de Espa?a tampoco favorec¨ªa el di¨¢logo. Ahora, por fin, arrancan esos contactos, pero siguen siendo limitados.
G. A. Hay un desconocimiento mutuo. Quiz¨¢ sea m¨¢s grande por parte espa?ola que por parte marroqu¨ª. Estos ¨²ltimos a?os se han puesto en marcha muchos foros de discusi¨®n como el Comit¨¦ Averroes o el Legado Andalus¨ª. Si hay que crear m¨¢s cauces, cre¨¦moslos. Lo que no se puede hacer es dejar que se pudran las respuestas.
L. M. En Marruecos se hace, en efecto, una lectura actualizada de la situaci¨®n que vive Espa?a. los marroqu¨ªes sabemos el camino que ha recorrido Espa?a desde la transici¨®n. Hay unanimidad entre las fuerzas pol¨ªticas sobre la necesidad de mantener buenas relaciones con Espa?a. En Espa?a no existe ese mismo empe?o.
Le pondr¨¦ un ejemplo. Ped¨ª que se hiciera una encuesta entre la ¨¦lite marroqu¨ª sobre qu¨¦ pa¨ªs representaba su modelo de desarrollo. Alemania y Jap¨®n figuraban en los primeros puestos, pero en el tercero estaba Espa?a, por delante de Francia. Y eso que la ¨¦lite marroqu¨ª es franc¨®fona. Mientras, en Espa?a, las encuestas del CIS ponen de relieve que los marroqu¨ªes somos el grupo ¨¦tnico que mayor rechazo suscita -71% de la poblaci¨®n-, s¨®lo superado por los gitanos. Despu¨¦s, si quiere, hablamos del foro abierto por EL PA?S sobre Marruecos en su p¨¢gina web en el que se escriben cosas que no me atrevo ni a repetir.
G. A. Reconozco que hay un desconocimiento de los notables avances de Marruecos durante los ¨²ltimos 10 a?os. Pero la culpa es compartida. El esfuerzo de tratar de acercar la nueva realidad de Marruecos a la sociedad espa?ola no s¨®lo puede corresponder a la clase pol¨ªtica y a la prensa espa?ola. Los poderes p¨²blicos y la sociedad marroqu¨ª deben intentar proyectarse de manera m¨¢s positiva en Espa?a. Si Marruecos no hace ese esfuerzo hacia los medios de comunicaci¨®n espa?oles, no habremos avanzado ni un ¨¢pice en el mutuo conocimiento.
Moderador. Volvamos al otro gran contencioso despu¨¦s del S¨¢hara: Ceuta y Melilla. ?Hay un paralelismo con la colonia de Gibraltar, cuyo futuro han empezado a negociar Espa?a y el Reino Unido?
L. M. Es evidente que lo hay. Hassan II ya dec¨ªa que aplaud¨ªa todo aquello que hac¨ªa Espa?a para recuperar su soberan¨ªa sobre el Pe?¨®n. Incluso a Primo de Rivera se le pas¨® por la cabeza intercambiar con los brit¨¢nicos Ceuta con Gibraltar. Sospecho que la actual tensi¨®n diplom¨¢tica ha sido, en parte, provocada para impedir a los marroqu¨ªes poner sobre el tapete su reivindicaci¨®n ahora que se retoman las conversaciones sobre Gibraltar.
G. A. A diferencia de Gibraltar, en las resoluciones m¨¢s importantes de la ONU sobre el colonialismo no est¨¢n contempladas ni Ceuta ni Melilla. Son procesos hist¨®ricos diferentes. En el caso de Ceuta y Melilla se trata m¨¢s bien de un ir y venir de fronteras hist¨®ricas comparables, por ejemplo, con el territorio europeo de Turqu¨ªa.
L. M. Ambas ciudades son un anacronismo que debe desaparecer. Para lograrlo hay que crear la c¨¦lula de reflexi¨®n propuesta hace ya muchos a?os por Hassan II. Desgraciadamente, los Gobiernos espa?oles reh¨²yen este asunto. Confiamos en que con el tiempo los espa?oles se convencer¨¢n de que no merece la pena el esfuerzo por mantenerlas a flote cuando se aplique plenamente el tratado de asociaci¨®n de Marruecos a la Uni¨®n Europea y el desmantelamiento arancelario les prive del negocio del contrabando.
Moderador. El tercer gran contencioso bilateral, y el m¨¢s reciente, es la inmigraci¨®n ilegal que zarpa de Marruecos y llega a las playas de Andaluc¨ªa o de Canarias.
G. A. Tanto Jaime Mayor Oreja como Mariano Rajoy han sabido valorar los esfuerzos que hace Marruecos para controlar sus fronteras. Sabemos que el paso de emigrantes subsaharianos que esperan en Marruecos para poder cruzar a Europa plantea a las autoridades marroqu¨ªes un problema de embolsamiento. Sabemos que siempre habr¨¢ inmigrantes ilegales. Dicho esto, los acuerdos que hemos firmado con Marruecos en ese ¨¢mbito podr¨ªan funcionar algo mejor. Me refiero al acuerdo de readmisi¨®n de ilegales de 1992 que Marruecos aplica parcialmente al readmitir solamente a sus nacionales y no a los dem¨¢s extranjeros que llegan a Espa?a procedentes de su territorio.
L. M. Somos pr¨¢cticamente el ¨²nico pa¨ªs que acepta recibir a sus s¨²bditos que emigraron ilegalmente. En cuanto a los otros emigrantes, que nos demuestren que han salido de Marruecos. Adem¨¢s, ?c¨®mo vamos a devolver nosotros, marroqu¨ªes, a los congole?os o a los gaboneses a sus pa¨ªses de origen?
G. A. Es dif¨ªcil demostrar que los subsaharianos han llegado de Marruecos porque queman su documentaci¨®n. Dicho esto, con Francia o con Portugal, los acuerdos de readmisi¨®n funcionan pr¨¢cticamente al 100%, y con Marruecos, no. Habr¨¢ que buscar con Marruecos f¨®rmulas m¨¢s operativas para que las cosas funcionen mejor.
L. M. Quisiera resaltar que Marruecos hace un enorme esfuerzo para castigar a los ilegales que readmite y para impedir incluso que haya ilegales. Pero no se le puede pedir que cierre herm¨¦ticamente sus fronteras porque sus recursos son escasos. Lo son sobre todo comparados con los de Espa?a, que recibe adem¨¢s ayudas de la Uni¨®n Europea para equiparse, por ejemplo, con material electr¨®nico de detecci¨®n para blindar su frontera. A nosotros no nos ayuda nadie. Y ya que he mencionado a la UE, le dir¨¦ que Italia recibe por mar m¨¢s inmigrantes que Espa?a y no se dedica a echar la culpa a sus vecinos.
Aprovecho para a?adir que no se convoca a un embajador marroqu¨ª, ni de cualquier pa¨ªs, a trav¨¦s de la televisi¨®n como hizo el ministro Josep Piqu¨¦ en agosto, para quejarse de la oleada de inmigrantes que llegaban a Espa?a. Esto hiere la sensibilidad marroqu¨ª.
G. A. Vivimos en una sociedad medi¨¢tica en la que la opini¨®n p¨²blica cuenta mucho. Ante una situaci¨®n que crea alarma social, como el desembarco en un fin de semana de cientos de inmigrantes, el pol¨ªtico debe dar una respuesta inmediata para tranquilizar a la sociedad. Es lo que hizo el ministro de Exteriores anunciando que al d¨ªa siguiente hab¨ªa convocado al embajador. No hay que interpretarlo como una ofensa. Al mismo tiempo que hac¨ªa el anuncio, daba instrucciones de enviar una nota verbal convocando al embajador.
L. M. No se trat¨® de un hecho aislado. En el mismo orden de cosas, Espa?a lleg¨® a prometer a Per¨² que Vladimiro Montesinos [jefe del servicio secreto en tiempos del presidente Alberto Fujimori] pod¨ªa exiliarse en Marruecos sin haber siquiera consultado a sus autoridades, que se enteraron de la iniciativa por los peri¨®dicos. Estos gestos ponen de relieve que no se trata a Marruecos como a un aut¨¦ntico socio en pie de igualdad. No se le respeta. En el fondo se considera a Marruecos como un pa¨ªs inferior. Este sentimiento est¨¢ anclado en la cultura popular, pero tambi¨¦n se trasluce en la prensa e incluso en la actuaci¨®n del Gobierno.
G. A. En el Gobierno, no, y en la clase pol¨ªtica, tampoco. Hay una creciente toma de conciencia en los poderes p¨²blicos sobre la importancia que tiene Marruecos. Hay tambi¨¦n un nutrido grupo de periodistas que siente cari?o hacia Marruecos. Lo que no se puede hacer es culpar a los poderes p¨²blicos, y tampoco a los medios de comunicaci¨®n, de la falta de conocimiento que hay en Espa?a sobre la emergencia de un nuevo Marruecos. Llevar a los espa?oles la imagen de ese nuevo pa¨ªs es una tarea que corresponde ante todo a los marroqu¨ªes.
L. M. Nosotros hemos hecho este esfuerzo con nuestro pueblo para que tenga una visi¨®n correcta de la Espa?a actual. ?Por qu¨¦ no lo pueden hacer ustedes? Tener una justa visi¨®n de su entorno es situarse en su justo lugar en el mundo.
G. A. La clase pol¨ªtica espa?ola se ha esforzado en hacer una lectura m¨¢s positiva de la transici¨®n o, prefiero decir, de la evoluci¨®n pol¨ªtica marroqu¨ª. Nosotros no podemos, sin embargo, obligar a los medios de comunicaci¨®n espa?oles a que, primero, nos crean y, segundo, cambien de opini¨®n. Es Marruecos el que debe convencerles. Nosotros algo hacemos, pero lo que nunca podremos hacer es presionarla para que modifique su enfoque, estemos o no de acuerdo con lo que diga. Estas cosas son inimaginables en Espa?a. Ser¨ªa muy grave que los poderes p¨²blicos tratasen de interferir en la l¨ªnea editorial de los peri¨®dicos para favorecer a un determinado pa¨ªs.
L. M. Yo no he dicho interferir, sino ayudarles a ver la realidad del nuevo Marruecos tal y como es, y no distorsionada. Los empresarios espa?oles han cambiado con relaci¨®n a Marruecos. Me gustar¨ªa que la prensa siga la misma evoluci¨®n. Porque la prensa espa?ola distorsiona. Le pondr¨¦ un ejemplo que me afecta. Pronunci¨¦ hace poco una conferencia en Almu?¨¦car en la que habl¨¦ largo y tendido de los campos de cooperaci¨®n posibles entre Espa?a y Marruecos. S¨®lo dediqu¨¦ una frase, y adem¨¢s breve, al contencioso de la pesca. Al d¨ªa siguiente, el peri¨®dico El Ideal de Granada recogi¨® mi intervenci¨®n titul¨¢ndola por la pesca. Eso es distorsionar.
Peor a¨²n, la prensa espa?ola ni siquiera informa a sus lectores de lo que les interesa con relaci¨®n a Marruecos. Aqu¨ª la gente me pregunta por las drogas, la inmigraci¨®n, etc¨¦tera, pero los art¨ªculos de los peri¨®dicos tratan de Ben Barka [dirigente socialista marroqu¨ª secuestrado y asesinado en Par¨ªs en 1965], de Bujari [agente secreto marroqu¨ª que ha hecho nuevas revelaciones sobre la desaparici¨®n de Ben Barka] y de Tazmamart [penal donde Hassan II recluy¨® a militares golpistas].
Y, por ¨²ltimo, la prensa emplea expresiones hirientes con Marruecos y sus instituciones que no se atrever¨ªa a utilizar para hablar de otros jefes de Estado de pa¨ªses vecinos. He visto tildar a nuestro rey de 'juerguista' en un titular, e incluso de cosas peores.
G. A. Hay un nuevo Marruecos del que habla Larbi Messari que est¨¢ surgiendo, y esto no empieza con la entronizaci¨®n del rey Mohamed VI. Arranca probablemente con la llegada al poder [en 1998] de un primer ministro que estuvo muchos a?os en la oposici¨®n. Pero, sobre todo, lo que no se puede hacer es comparar Marruecos con Luxemburgo. Hay que compararlo con su entorno ¨¢rabe y magreb¨ª. Y en ese contexto es un ejemplo junto con Jordania. Ambos pa¨ªses han logrado sobreponerse a una maldici¨®n constante en el mundo ¨¢rabe, que es el fracaso reiterado de los sistemas pol¨ªticos artificialmente importados, desde los de partido ¨²nico hasta los personalistas, pasando por las juntas militares y los ultranacionalistas. Son los dos ejemplos m¨¢s claros de democratizaci¨®n en el mundo ¨¢rabe, pero adapt¨¢ndose a las necesidades espec¨ªficas de sus sociedades. S¨¦ que para algunos de sus s¨²bditos, la evoluci¨®n es lenta, pero lo importante es que han iniciado el camino.
L. M. Desgraciadamente, hay fuerzas que se resisten a esa evoluci¨®n hacia el Estado de derecho. Son gentes que han adquirido determinados privilegios durante los 40 a?os de falta de libertades. Frenan el avance democr¨¢tico batallando con las fuerzas de progreso. Hay tres factores que, a mi entender, garantizan el ¨¦xito del proceso en marcha. Primero, el pueblo marroqu¨ª no aceptar¨¢ perder las libertades que ha conseguido. En segundo lugar, las tres cuartas partes de ese pueblo son j¨®venes de menos de 30 a?os que no est¨¢n dispuestos a esperar mucho tiempo para que culmine el proceso democr¨¢tico. Y, por ¨²ltimo, Marruecos ha suscrito un acuerdo de asociaci¨®n con la UE en el que, en cierta medida, nos comprometemos a equiparar nuestras instituciones con las de Europa. Se ha desencadenado as¨ª una din¨¢mica que en mi opini¨®n es irreversible.
Moderador. Esta semana hemos asistido a una intensa pol¨¦mica entre el Gobierno y el PSOE a prop¨®sito del viaje a Marruecos de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. ?Es oportuna esta visita?
L. M. Yo no soy socialista, sino miembro del Istiqlal. Aun as¨ª, le doy la bienvenida. Cuanto m¨¢s di¨¢logo tengamos con los partidos espa?oles, como mantenemos, por cierto, con los franceses, mejor.
G. A. Es un viaje mal planteado y, por tanto, inoportuno por falta no de informaci¨®n al Gobierno, sino de coordinaci¨®n con el Ejecutivo. No se puede hacer pol¨ªtica de oposici¨®n partidista con un asunto de Estado tan sensible.
Ya va siendo hora, por otra parte, que el PSOE aclare su postura en temas tan sensibles para Marruecos como el S¨¢hara. ?A qui¨¦n debemos creer, a algunos miembros del Ejecutivo que nos hablan del plan Baker, o a los diputados en el Congreso y a los diputados del Parlamento andaluz que nos hablan de refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n?
L. M. No s¨¦ si hay confusi¨®n, pero s¨ª s¨¦ que las relaciones de Marruecos con los Gobiernos socialistas fueron mejores. Felipe Gonz¨¢lez ten¨ªa una visi¨®n menos estrecha, m¨¢s amplia, aunque su predecesor, Leopoldo Calvo Sotelo, fue el que empez¨® a tomar conciencia de la importancia de Marruecos. Con Gonz¨¢lez en el poder se firm¨® [en 1991] un tratado de amistad y cooperaci¨®n sin parang¨®n. Estas relaciones privilegiadas con Marruecos irritaban a la derecha espa?ola. Basta con leer el programa electoral del Partido Popular en 1996 para darse cuenta de ello. Preconizaba establecer el mismo nivel de relaciones con los tres pa¨ªses del Magreb.
G. A. No son los Gobiernos ni las personas, sino las circunstancias, las que aclaran lo que ha pasado. Espa?a se ha convertido estos ¨²ltimos a?os en un pa¨ªs de inmigraci¨®n, un fen¨®meno que apenas empezaba cuando Gonz¨¢lez dej¨® el Gobierno. Es ahora cuando ha fracaso la negociaci¨®n pesquera, algo que es competencia de la Comisi¨®n Europea, y no del Ejecutivo espa?ol. Pero le aseguro que la visi¨®n estrat¨¦gica de lo que debe ser la relaci¨®n con Marruecos es la misma. Prueba de ello, por ejemplo, es que durante la legislatura anterior se otorg¨® a Marruecos una l¨ªnea de cr¨¦dito de 150.000 millones de pesetas. Es ahora tambi¨¦n [1999] cuando se ha alcanzado la cifra r¨¦cord de inversiones espa?olas en Marruecos.
Moderador. ?Qu¨¦ hacer para que el embajador Abdesalam Baraka, o acaso su sucesor en el cargo, se reincorpore a su puesto? ?C¨®mo se superar¨¢ la crisis?
L. M. En el fondo, la relaci¨®n de Marruecos con Espa?a es la de un amor no correspondido. Queremos que ese amor sea de doble direcci¨®n. Siempre he dicho que la llamada a consultas del embajador era una especie de toque de atenci¨®n marroqu¨ª a Espa?a para que reflexion¨¢semos juntos sobre c¨®mo reconstruir nuestra relaci¨®n sobre bases m¨¢s sanas. Es un episodio pasajero. Somos unos socios muy antiguos y lo seguiremos siendo. Como dijo Hassan II al abuelo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar [embajador en Rabat], Espa?a y Marruecos est¨¢n condenados a entenderse. Somos pa¨ªses lim¨ªtrofes y siempre tendremos problemas. Con Australia, en cambio, no tenemos ninguno. Habr¨¢ que superarlos. ?sa es, en todo caso, la disposici¨®n de la parte marroqu¨ª. Para eso es necesario que los espa?oles hagan una lectura actualizada de la nueva realidad marroqu¨ª. Eso har¨¢ que surja entre nosotros un nuevo clima.
G. A. Ser¨ªa bueno que los marroqu¨ªes se dieran cuenta de que la gravedad de la crisis ha sido artificialmente establecida. Nosotros no creemos que se den las condiciones objetivas no ya para que sea grave, sino para que exista una mera crisis. Los simples malentendidos no pueden ser elevados a categor¨ªa de crisis. Se nos ha acusado en Rabat de optar por la pol¨ªtica del avestruz, de no querer ver el problema. No es verdad. Lo afrontamos de manera muy clara. Decimos una y otra vez que no hay razones para poder afirmar que estamos ante una crisis.
Moderador. Entonces volvemos a la pregunta del inicio: ?por qu¨¦ se ha llegado a esta situaci¨®n?
G. A. A lo mejor no hemos sido del todo capaces de transmitir que en Espa?a ya se est¨¢ haciendo esa nueva lectura de la realidad marroqu¨ª que exige mi interlocutor. Pero ese fracaso en la comunicaci¨®n no incumbe s¨®lo al Gobierno, sino a la sociedad en su conjunto. Todos tenemos que hacer autocr¨ªtica, y, por supuesto, tambi¨¦n los marroqu¨ªes. Han sido excesivamente sensibles, lo que les ha llevado a malinterpretar algunos gestos y palabras. Para superar la crisis tenemos que seguir haciendo, y a mucha mayor escala, lo que hoy hemos hecho aqu¨ª, en este foro de debate organizado por EL PA?S: dialogar, multiplicar los contactos de todo tipo, explicarnos mutuamente. Desde el 27 de octubre, el d¨ªa en que Marruecos llam¨® a consultas a su embajador, Espa?a ha demostrado su plena disposici¨®n a normalizar en cualquier momento la relaci¨®n. Seguimos a la espera.
Larbi Messari.
A lo largo de sus 65 a?os ha compaginado el periodismo con su militancia pol¨ªtica en el Istiqlal, el partido de los nacionalistas marroqu¨ªes. Curs¨® parte de sus estudios en Granada, donde mejor¨® el espa?ol que ya hab¨ªa aprendido en su ciudad natal, Tetu¨¢n. Acab¨® dirigiendo Al Alam, el diario del partido. Diputado desde 1984, entr¨® en 1998 en el Gobierno de alternancia del primer ministro Abderram¨¢n Yussufi, en el que permaneci¨® dos a?os al frente de la cartera de Comunicaci¨®n y Cultura. Es miembro del Comit¨¦ Ejecutivo del Istiqlal.
Gustavo Ar¨ªstegui.
Este diputado del PP, de 38 a?os, era ya a los 23 militante del Centro Democr¨¢tico y Social. Ingres¨® en 1989 en la Carrera Diplom¨¢tica y estuvo destinado en Libia y Jordania hasta que el entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, le nombr¨® en 1996 director de su gabinete. Empez¨® entonces a lidiar con los problemas de la inmigraci¨®n. En 1997 se afili¨® al Partido Popular, y tres a?os despu¨¦s sac¨®, contra todo pron¨®stico, un esca?o por Guip¨²zcoa, la provincia de su familia. Ahora es portavoz parlamentario del PP para la pol¨ªtica exterior.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.