Visto y... no visto
El Parma echa a Passarella a las cinco semanas de contratarlo y tras siete derrotas sucesivas
Cinco semanas. Una breve estancia. ?se es el tiempo que la urgencia del f¨²tbol italiano ha concedido a Daniel Passarella (Chacabuco, 1953). No mucho. El t¨¦cnico argentino fue destituido ayer por el Parma despu¨¦s de perder siete partidos consecutivos: cinco de la Liga y dos de la Copa de la UEFA, competici¨®n de la que su equipo qued¨® apeado por el Brondby, dan¨¦s. As¨ª, se encontr¨® con un billete de regreso y una carta de agradecimiento por los servicios prestados. Ciao, despedido. El contrato que le un¨ªa al conjunto parmesano hasta 2003 ya s¨®lo es papel mojado.
'No tengo temor a que me echen', coment¨®, con ingenuidad, Passarella el pasado lunes. Veinticuatro horas despu¨¦s se hab¨ªa acabado su primera aventura en Italia como entrenador. 'Un sue?o' roto antes de haber terminado su mudanza. Su sustituto, en condici¨®n de interino hasta que el club encuentre un nombre m¨¢s sonoro, es Gedeone Carmignati. Un hombre de la casa, De hecho, Carmignati ya hab¨ªa reemplazado a Runzio Uliveri a principios de la temporada.
Passarella, apodado el Kaiser por su amor a la disciplina, eligi¨® un mal momento para replantearse su concepci¨®n del f¨²tbol. De talante claramente defensivo, el que fuera fiero central de la selecci¨®n argentina hab¨ªa decidido reconvertirse al culto al espect¨¢culo. Abrazar la fe del f¨²tbol bonito, seguir a su primer maestro, C¨¦sar Luis Menotti, y olvidarse de acumular hombres en la retaguardia. Una mala idea en un pa¨ªs, Italia, en el que los resultados alcanzan la condici¨®n de juez ¨²nico de la labor de un t¨¦cnico.
No ha sido la primera decepci¨®n en 2001 de Passarella. Tambi¨¦n fue obligado a abandonar la direcci¨®n de la selecci¨®n uruguaya en febrero por las presiones de los principales clubes, el Pe?arol y el Nacional, ambos de Montevideo. Cansado de que esos equipos le negasen el concurso de sus jugadores, el primer preparador argentino en dirigir al combinado uruguayo se cans¨® de discutir y dio un portazo a mitad del trayecto de la selecci¨®n suramericana en su camino hacia el Campeonato del Mundo de Corea y Jap¨®n 2002.
El antiguo capit¨¢n de la albiceleste, campe¨®n del Mundo como jugador en 1978 y 1986, rumiaba en Buenos Aires sus desgracias. Sumido en una grave depresi¨®n desde que hace cinco a?os uno de sus hijos, Sebasti¨¢n, muriese en un accidente, se sent¨ªa sin fuerzas. Nada que ver con aquel hombre rudo, de car¨¢cter dif¨ªcil, que durante cuatro a?os dirig¨ªo con dictatorial actitud a la selecci¨®n de Argentina tras haber acumulado fama de t¨¦cnico ganador en el River Plate, de Buenos Aires.
En aquella ¨¦poca, desde 1994 hasta 1998, un guerrillero Passarella paseaba por los diarios y las revistas sus desacuerdos con Batistuta o Fernando Redondo, por ejemplo, acerca de c¨²al deb¨ªa ser la adecuada longitud de la cabellera de un futbolistas profesional. Batistuta transigi¨®, convirti¨® su melena en un discreto flequillo y disput¨® el Mundial de 1998 en Francia. Redondo nunca m¨¢s volvi¨® a vestir la camiseta de la selecci¨®n argentina.
Passarella hab¨ªa triunfado en Italia, como defensa goleador, a finales de los a?os ochenta. Famoso por la potencia de su salto, jug¨® en el Fiorentina y el Inter de Mil¨¢n. Un ¨¦xito que, por el momento, no se ha repetido en su primera y fugaz experiencia como entrenador.
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