Solo, pero con m¨¢s amigos
Washington descubre la importancia de tener aliados
?Ha cambiado la pol¨ªtica exterior de EE UU tras el 11-S? S¨ª y no. La pol¨ªtica exterior de EE UU se alimenta mucho de la interior. Y tras el atentado no s¨®lo ha tratado de responder en defensa propia. Tambi¨¦n la Administraci¨®n de Bush se percat¨® pronto de que el ataque no estaba s¨®lo dirigido contra EE UU, sino que era un intento de hacerse con el poder en parte del mundo isl¨¢mico, y en particular en Arabia Saud¨ª, de donde proviene Bin Laden.
Tras el ataque terrorista, Estados Unidos apreci¨® lo que significa tener aliados, amigos o Estados con los que compartir intereses. Necesitaba aliados en tres terrenos principales: para legitimar su posici¨®n con una resoluci¨®n aprobada por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la ONU en cuesti¨®n de horas; en log¨ªstica, buscando apoyos en Pakist¨¢n, Rusia y algunas rep¨²blicas ex sovi¨¦ticas, para su acci¨®n militar; y en la colaboraci¨®n de los servicios de inteligencia, pues el 11-S reflej¨® un enorme fallo de estos servicios.
As¨ª se forj¨® la llamada coalici¨®n internacional que parece contra natura al estar en un mismo bando EE UU y sus aliados tradicionales, junto con Rusia, China, India. Sin duda, la situaci¨®n ha cambiado. Mas, ?tanto como para asegurar que hemos cambiado de mundo? Es pronto para saberlo. La lucha o cruzada contra el terrorismo global no puede servir de factor de movilizaci¨®n de un pa¨ªs y de un mundo, como lo hizo la guerra fr¨ªa, pese a que la lucha contra esos enemigos difusos que son los terrorismos pueda durar. Pero quiz¨¢s deja algunas influencias duraderas, como el acercamiento entre la Rusia de Putin y Estados Unidos.
En Rusia y las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas, EE UU ve una fuente alternativa, al menos en momentos dif¨ªciles, al petr¨®leo ¨¢rabe. Tambi¨¦n cambia su actitud hacia India, aunque no le gust¨® al coyunturalmente necesario Pakist¨¢n, y hacia Ir¨¢n, un Estado que de gamberro y fuente de terrorismo podr¨ªa pasar a ser considerado como serio por Washington.
Queda por ver si la Administraci¨®n de Bush lleva a cabo sus planes para limpiar de bases terroristas pa¨ªses como Somalia, Yemen o Sud¨¢n. Y sobre todo qu¨¦ va hacer con Irak, pues actualmente no hay una alternativa a Sadam Husein. Pero algo va a hacer. Finalmente, est¨¢ el conflicto de Oriente Pr¨®ximo. Antes del 11-S, Bush se desentendi¨®, tras observar c¨®mo su predecesor se hab¨ªa abrasado al meterse a fondo en ese avispero. Tras el 11-S tuvo que hacer un gesto para impulsar un proceso de pacificaci¨®n, pero de nuevo ha dado un paso atr¨¢s.
La otra cara de la moneda es que EE UU ha hecho, ha querido librar, la guerra de Afganist¨¢n solo, con un peque?o apoyo brit¨¢nico y, naturalmente, el de las fuerzas combatientes locales para no arriesgar en exceso sus propios soldados. La OTAN, que por primera vez en su historia activ¨® su art¨ªculo 5 considerando el ataque del 11-S como un ataque contra todos sus miembros, se ha quedado luego al margen. Como la UE, a la que se acudir¨¢ a la hora de la coordinaci¨®n de la informaci¨®n y la estabilizaci¨®n y reconstrucci¨®n de Afganist¨¢n.
La nueva andanada unilateralista por parte de EE UU ha llegado cuando pr¨¢cticamente hab¨ªa ganado la guerra. Bush, que hab¨ªa alertado previamente a los aliados y no aliados, ha puesto en marcha todo lo que promet¨ªa desde la campa?a: denuncia del Tratado ABM para lanzarse sin ataduras hacia un sistema de defensa antimisiles, junto con una razonable y marcada reducci¨®n en el armamento estrat¨¦gico; oposici¨®n a todo control efectivo de la prohibici¨®n de armas biol¨®gicas; y medidas, por parte del Congreso, contra el futuro Tribunal Penal Internacional. Todo ello cuando EE UU se ha sentido vulnerable en casa, pero un gigante inigualable en t¨¦rminos militares en el mundo. Ning¨²n otro pa¨ªs tiene su poder¨ªo militar ni capacidad de alcanzarlo. Ser¨ªa deseable que no ocurriese, pero otro eventual atentado terrorista externo contra EE UU influir¨¢, de nuevo, en su pol¨ªtica exterior.
La visi¨®n puede cambiar. De momento, los planes de Bush, de Rumsfeld y de Cheney -que parecen imponerse en esta Administraci¨®n frente al secretario de Estado Powell-, para asegurarse m¨¢s a¨²n la notable superioridad armamentista se han vuelto a poner en marcha. Esta guerra puede conformar la revisi¨®n en marcha de la estructura militar de EE UU, hacia m¨¢s tecnolog¨ªa, m¨¢s control del espacio y menos tropas. Y de paso, confirmar el regreso del d¨¦ficit fiscal.
Es de temer que el impulso democr¨¢tico, apoyado por EE UU en las ¨²ltimas d¨¦cadas sufra un retroceso, de la mano de las condiciones internas de los pa¨ªses, y porque EE UU prime la estabilidad sobre cualquier otro factor. A la vez, cobra nuevo vigor la idea de que EE UU tiene que comportarse como un imperio. Lo veremos en ?frica, en la que, si se vuelve a abandonar como se abandon¨® Afganist¨¢n, se instalar¨¢n decenas de Bin Laden y crecer¨¢n diversas Al Qaeda.
?se es el mayor reto: construir Estados efectivos y combatir la desigualdad global; es decir, hacer lo contrario de lo que dec¨ªa Bush antes del 11 de septiembre.
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