Cuando se instala la duda
Los atentados han terminado con la d¨¦cada nacida con la ca¨ªda del comunismo en la que muchos pensaban que todos los problemas se solucionaban ¨²nicamente abriendo los mercados.
Tres meses despu¨¦s de los atentando del 11 de septiembre, el hecho m¨¢s visible es la victoria de las fuerzas americanas sobre los talibanes y sobre Al Qaeda. El conjunto de Afganist¨¢n est¨¢ bajo control americano. Los americanos, heridos, sorprendidos, humillados, recobran la conciencia de su hegemon¨ªa y no es f¨¢cil, en Nueva York y fuera de Nueva York, criticar la guerra. Bush y Giuliani son h¨¦roes apoyados por todo un pueblo.
De manera menos visible, esta guerra ha aportado grandes ventajas a Estados Unidos, en particular un acercamiento real a Rusia, deseado por Putin y que asegura una defensa fuerte de los pa¨ªses aliados contra nuevos desordenes. En fin, Ir¨¢n ha sentido durante la crisis la posibilidad de abrirse a Occidente sin capitular. El balance militar de esta guerra es claramente positivo para Estados Unidos.
Se puede considerar como veros¨ªmiles nuevos atentados contra objetivos simb¨®licos en Occidente
Lo que limita materialmente esta victoria es la huida de Bin Laden y del mul¨¢ Omar. El primero, sobre todo, apoyado por una red internacional, se acordar¨¢ probablemente de nosotros lanzando un nuevo ataque contra el mundo occidental. El v¨ªdeo que recientemente ha grabado puede ser considerado como una prueba de que la red que Bin Laden dirige est¨¢ dividida, y que cada acci¨®n tiene su propia organizaci¨®n, y por lo tanto, su fracaso no entra?a el de la red entera. As¨ª pues, se puede considerar como veros¨ªmiles nuevos atentados contra objetivos simb¨®licos en Occidente.
Por ello, Estados Unidos no puede librarse de la sensaci¨®n de su fragilidad. ?sta es la consecuencia m¨¢s duradera de estos atentados. Los americanos han sido las v¨ªctimas y al mismo tiempo tienen una responsabilidad importante en el orden mundial que explica, al menos en parte, las crisis actuales. Esta ambivalencia con respecto a ellos mismos no deja de aumentar. Hoy es todav¨ªa su esp¨ªritu c¨ªvico el que domina sus reacciones. Pero es imposible que no reflexionen sobre la gran pregunta que Bush plante¨®: ?por qu¨¦ no nos quieren? En este tema, los europeos podr¨ªan desempe?ar un papel, porque su tipo de sociedad es muy diferente de la de Estados Unidos, y han apoyado a Arafat mientras que los americanos apoyan a Sharon. ?No pueden los europeos hacer que los adversarios sean m¨¢s conscientes los unos de los otros, y de sus aut¨¦nticos objetivos y de sus maneras de actuar? Pero los europeos, cuyo silencio les ha humillado durante estos tres meses, ?tienen la capacidad y la voluntad de actuar sobre los grandes problemas internacionales?
Es necesario por lo menos que todos los intelectuales responsables hagan todo lo que puedan para evitar que se llegue a un 'choque de culturas', del que estamos felizmente todav¨ªa bastante lejos, a pesar de las hip¨®tesis de S. Huntington, ya que no es el islam, sino una o varias fuerzas pol¨ªticas, las que se han movilizado, mientras que la mayor parte del mundo musulm¨¢n sigue en calma, y del lado occidental, los ataques contra el islam son mucho m¨¢s d¨¦biles que su denuncia de Bin Laden. La victoria militar americana no puede restablecer una paz que cada uno de nosotros siente hoy amenazada. Y cada uno de nosotros puede, m¨¢s f¨¢cilmente, combinar su condena de los atentados con su cr¨ªtica al capitalismo desenfrenado que se hace llamar globalizaci¨®n. Existen bastantes esp¨ªritus cr¨ªticos y especialistas competentes en Estados Unidos como para que los dirigentes de este pa¨ªs comiencen a comprender que el mundo no es como una inmensa hacienda desde cuyo centro env¨ªa ¨®rdenes a todas partes, incluso a las m¨¢s aisladas. En cambio, existe tambi¨¦n una fuerte tentaci¨®n en un pa¨ªs todav¨ªa hegem¨®nico de pensar que un bombardeo lanzado por sus B-52 puede resolver de forma duradera los problemas.
Lo que hace que dure la importancia del 11 de septiembre es que representa el primer d¨ªa en el que Am¨¦rica, s¨®lida, valiente y eficaz, ha comenzado, sin embargo, a dudar de s¨ª misma y de su rechazo testarudo a comprender a los otros. No es en absoluto contradictorio condenar el terrorismo e inquietarse por unas amenazas que no est¨¢n directamente ligadas a la globalizaci¨®n, sino que nacen de un integrismo en el que convergen todas las tentativas fallidas de integraci¨®n de una gran parte del mundo isl¨¢mico al desarrollo mundial. Encontramos aqu¨ª el problema m¨¢s cl¨¢sico de la sociolog¨ªa: ?qu¨¦ relaci¨®n hay entre las creencias religiosas y la vida econ¨®mica o pol¨ªtica? No se debe reducir la religi¨®n a la defensa de intereses econ¨®micos o pol¨ªticos ni considerarla completamente ajena a su contexto hist¨®rico concreto. Lo que hace grave la crisis reciente, a la que probablemente seguir¨¢ otra, es que Bin Laden ha conseguido la alianza del occidentalizado antioccidental que ¨¦l es y los de los talibanes encerrados en la ideolog¨ªa fruto de las madrazas y del aislamiento de las tierras altas de Asia central. De esta manera, fundamentalismo religioso y objetivos pol¨ªticos se mezclan sin llegar a confundirse del todo. Lo que representa para el mundo occidental una amenaza mayor son las grandes poblaciones excluidas de la modernizaci¨®n y las ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas frustradas por ser rechazadas.
Si la fecha del 11 de septiembre es importante no es porque ha abierto una crisis que se acaba de cerrar con la derrota de los talibanes, sino porque pone fin a la larga d¨¦cada nacida con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y que ha estado dominada por la locura pretenciosa de aquellos que cre¨ªan solucionar todos los problemas econ¨®micos y sociales simplemente abriendo los mercados. Pero ahora que este periodo ha terminado, no hay que esperar una sabia vuelta a la raz¨®n, sino m¨¢s bien la multiplicaci¨®n de las calamidades y de las cat¨¢strofes.
Alain Touraine es soci¨®logo franc¨¦s, director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.