M¨¢s all¨¢ del costumbrismo
La Navidad cristiana comenz¨® a celebrarse a principios del siglo IV como cristianizaci¨®n de la fiesta pagana del natalicio del Sol, a la que termin¨® por suplantar hasta imponerse en toda la cristiandad. Hoy es la fiesta m¨¢s celebrada en el mundo occidental. Para justificar la celebraci¨®n del nacimiento de Jes¨²s el 25 de diciembre se recurri¨® a textos de la Biblia que presentaban a Cristo como 'sol de justicia', 'luz del mundo,' astro que nace de lo alto' (Cf. Florist¨¢n, Las navidades. S¨ªmbolos y tradiciones, Madrid, 2001). El buddismo Theravada celebra tambi¨¦n con gran solemnidad el nacimiento, 'el despertar' y la muerte del Buda en una sola fiesta, que coincide con la luna llena del mes de Vaisaka (finales de mayo o principios de junio) y es la mayor del a?o. Similar solemnidad tiene entre los hinduistas la fiesta del nacimiento de Krishna y de Rama.
El proceso de secularizaci¨®n ha vaciado la Navidad cristiana de su sentido religioso y le ha dado un tono comercial y vacacional. Lo que queda todav¨ªa de la dimensi¨®n religiosa son los aspectos m¨¢s folcl¨®ricos -algunos, asentados en una mentalidad m¨ªtica- y costumbristas, que est¨¢n muy arraigados en el imaginario colectivo y son parte de las tradiciones populares: el bel¨¦n, el ¨¢rbol de navidad, los regalos, los villancicos, etc¨¦tera. Son fiestas plenamente integradas en el consumo e incluso legitimadoras del mismo. Ofrecen una imagen id¨ªlica de la sociedad, de la familia y de las relaciones humanas, que encubre los conflictos de fondo y las causas que los provocan.
Quienes siguen celebrando la Navidad cristianamente suelen orientar el sentido religioso a trav¨¦s de pr¨¢cticas caritativas para con las personas menesterosas, unas veces desde una aut¨¦ntica sensibildad solidaria, otras para tranquilizar la conciencia, pero, frecuentemente, con una actitud asistencial que no va a la ra¨ªz de los problemas ni contribuye al cambio de las estructuras que generan las situaciones de indigencia que se quieren remediar.
No pocos de los motivos de la Navidad proceden de los evangelios ap¨®crifos y de los relatos de la infancia de Jes¨²s, recogidos en los evangelios de Mateo y Lucas, que no son narraciones hist¨®ricas propiamente dichas, si bien ofrecen algunos datos fiables, como el nacimiento de Jes¨²s el a?o 4 antes de Cristo.
Tres son, a mi juicio, los aspectos de la Navidad a acentuar en la perspectiva de un cristianismo cr¨ªtico y liberador, m¨¢s all¨¢ de su vertiente costumbrista y asistencial: la humanidad e historicidad de Dios en la persona de Jes¨²s de Nazaret, la ubicaci¨®n de ¨¦ste en el mundo de la marginaci¨®n y el despliegue de la fantas¨ªa. Ve¨¢moslo brevemente.
El Dios cristiano no se sit¨²a en una trascendencia intemporal y nebulosa, sino que se hace presente en la trama terrena; m¨¢s a¨²n, se torna hist¨®rico, se humaniza. No es, por tanto, como los dioses del olimpo, que parecen despreocuparse de los asuntos humanos, o como el Dios del de¨ªsmo, que, tras ejercer su funci¨®n de Creador, se muestra ajeno a la marcha de la historia. Me atrever¨ªa a definirle, con el te¨®logo holand¨¦s E. Schillebeeckx, como 'Dios human¨ªsimo'. Su principal atributo es la compasi¨®n, no la omnipotencia; su sentimiento m¨¢s profundo consiste en tener entra?as de misericordia, no en mostrarse impasible. La historia es el lugar de su actuaci¨®n liberadora y la c¨¢tedra desde donde se revela.
La encarnaci¨®n de Dios no se produce en un concepto abstracto de historia y de humanidad, sino en el mundo de la pobreza, en una persona que se encuentra en los m¨¢rgenes de la sociedad. Jes¨²s de Nazaret no posee sangre real, ni tiene madera de h¨¦roe, ni pertenece al mundo sacerdotal. Es, como afirma J. P. Meier, 'un jud¨ªo marginal'. As¨ª naci¨®, como tal vivi¨® y por mor de su solidaridad con los marginados fue ejecutado. La conclusi¨®n no puede ser m¨¢s n¨ªtida: la marginaci¨®n y la exclusi¨®n constituyen el lugar social del cristianismo. La celebraci¨®n del nacimiento de Jes¨²s es, por tanto, la 'memoria subversiva' de las v¨ªctimas y de los perdedores de la historia, m¨¢s que la conmemoraci¨®n de los ¨¦xitos de un megaestrella o de las conquistas de un triunfador.
En la Navidad hay tambi¨¦n un despliegue de la fantas¨ªa y del sentido l¨²dico-festivo, que constituye el mejor contrapunto al cristianismo de Viernes Santo y al sentimiento tr¨¢gico de la vida.
Son tres mensajes esperanzadores para una sociedad culturalmente secularizada, ¨¦ticamente insolidaria y con preocupantes s¨ªntomas de cansancio.
Juan Jos¨¦ Tamayo-Acosta es te¨®logo y autor de Dios y Jes¨²s. El horizonte religioso de Jes¨²s de Nazaret.
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