Mozambique agoniza por el sida
Los pa¨ªses africanos necesitan atacar la pandemia con antirretrovirales y no s¨®lo a base de preservativos
Imagine que un d¨ªa el sida llega a su escalera y, poco a poco, comienza a matar a quienes le rodean. En esta pesadilla, 2 de sus 10 vecinos habr¨ªan muerto en los ¨²ltimos meses y otros dos lo har¨ªan este a?o. En su casa, y si usted tuviera cuatro hijos, uno morir¨ªa por el VIH antes de cumplir cuatro a?os. Otro fallecer¨ªa por desnutrici¨®n o malaria y s¨®lo uno conseguir¨ªa acabar los estudios primarios, aunque usted, probablemente, no lo ver¨ªa: otra vez el sida habr¨ªa reducido su esperanza de vida a s¨®lo 37 a?os. El vecindario de esta pesadilla, sin esperanza y condenado a muerte, existe en la realidad, est¨¢ en ?frica y vive en Mozambique.
Este pa¨ªs, con cerca de una cuarta parte de la poblaci¨®n infectada por el VIH, est¨¢ perdiendo la batalla contra el sida. La pol¨ªtica de la ONU, basada en la promoci¨®n del preservativo, ha fracasado. En el ?frica austral y subsahariana, la propagaci¨®n del sida ha llegado a tales niveles que ya no basta con promover el cond¨®n. 'Hay que cortar la pandemia', clama el presidente de Mozambique, Joaquim Chissano.
'Los medicamentos, sin m¨¢s, no nos sirven: antes faltan hospitales y m¨¦dicos preparados'
'S¨®lo ves el alcance del sida cuando tus vecinos van cayendo. Y aqu¨ª el goteo es constante'
Pero, ?c¨®mo se corta una epidemia que puede estar afectando a dos o tres millones de personas s¨®lo en Mozambique y a las que cada d¨ªa se suman otras 600? La victoria judicial del Gobierno surafricano sobre las multinacionales farmac¨¦uticas este mismo a?o, que le permite fabricar medicamentos gen¨¦ricos hasta un 80% m¨¢s baratos para tratar el sida, abri¨® una puerta a la esperanza. Pero ¨¦sta se cierra de nuevo porque la v¨ªa surafricana no vale para todo el mundo.
El pa¨ªs m¨¢s desarrollado de la zona posee una infraestructura hospitalaria y una red de m¨¦dicos que en nada se parece a la de sus vecinos Mozambique, Zimbabue, Angola o Malawi. 'Los medicamentos sin m¨¢s no sirven. Antes se necesitan centros m¨¦dicos y profesionales preparados', explica Mario Marazziti, portavoz de la Comunidad de San Egidio, una organizaci¨®n italiana que promueve un plan pionero contra el sida en Mozambique. Se trata de cortar la epidemia en una zona concreta y en un grupo de afectados determinado.
San Egidio comenzar¨¢ en pocas semanas y en las tres principales ciudades de Mozambique un programa de diagn¨®stico y tratamiento del sida en mujeres embarazadas que pretende interrumpir la transmisi¨®n del VIH de madres e hijos. En el primer a?o del programa, financiado por el Gobierno italiano, fundaciones y la Generalitat de Catalu?a, se realizar¨¢n 10.000 tests de sida, lo que por s¨ª s¨®lo ya constituye toda una revoluci¨®n en un pa¨ªs que actualmente no puede realizar el test a sus enfermos por falta de dinero.
Pero se trata de un granito de arena en un desierto de dimensiones b¨ªblicas. 'Esto es s¨®lo el principio', explica Marazziti. El objetivo es conseguir que los seis hijos que cada mujer tiene como promedio en Mozambique nazcan sanos. Para conseguirlo se tratar¨¢ a las madres con los f¨¢rmacos antirretrovirales como se hace en Europa, donde el ¨ªndice de transmisi¨®n del sida entre madres e hijos ya es de menos del 1%. Aparte de crear una generaci¨®n sana, se pretende alargar la vida de la madre por lo menos hasta que sus hijos sean adolescentes y puedan valerse por s¨ª mismos. Un pa¨ªs con 400.000 hu¨¦rfanos no puede permitirse perder m¨¢s madres, y de los padres nadie habla. 'Los que no han muerto, o se encuentran trabajando en Sur¨¢frica o han abandonado a las familias', explica una responsable de un orfanato de Maputo.
El proyecto de la Comunidad de San Egidio costar¨¢ entre cinco y diez millones de d¨®lares (entre 925 y 1.850 millones de pesetas) por a?o. Para tratar la epidemia a todos los niveles se necesitan 265 millones de d¨®lares s¨®lo en Mozambique. El Gobierno de este pa¨ªs s¨®lo dispone del 2% de esta cantidad. En medio de este mar de cifras, el ministro de Sanidad, Francisco Songane, clama que comiencen las terapias antirretrovirales 'para curar la enfermedad del siglo'. En la vecina Botsuana, fustigada por la epidemia, ya se est¨¢n aplicando, aunque a riesgo de quebrar las arcas del Estado.
La Comunidad de San Egidio est¨¢ presente en Mozambique desde la d¨¦cada de 1980 y sobre todo desde 1992, cuando propici¨® los acuerdos de paz que acabaron con la guerra civil. El conflicto, que dur¨® 16 a?os, caus¨® un mill¨®n de muertos. Ahora se enfrentan a otra guerra, la que ya ha causado 1,5 millones de v¨ªctimas y amenaza con eliminar la clase productiva del pa¨ªs. 'Estas gentes estaban acostumbradas a morir de diarrea y malaria, pero esto afectaba b¨¢sicamente a los ni?os. Ahora mueren los j¨®venes, los encargados de sacar el pa¨ªs adelante. Esta sociedad se est¨¢ derrumbando', explica el doctor Michele Bartolo. Estimaciones no oficiales dicen que el sida ya se ha llevado en Mozambique a unos 500 profesores y otros 400 m¨¦dicos. Todo ello en un pa¨ªs cuyas universidades s¨®lo alcanzan para formar 30 m¨¦dicos al a?o. Algunas escuelas ya han cerrado por falta de personal.
Pero el gran problema es otro: 'En Mozambique la gente no quiere admitir que tiene sida; coger la enfermedad es una sentencia de muerte y esto impone el silencio', explica la doctora Ersilila Buonomo en el Hospital Central de Maputo. Este silencio se mezcla casi siempre con un clima de gran promiscuidad, en el que los hombres tienen muchas parejas a lo largo de la vida y el sexo desempe?a un papel vital pero silenciado en las conversaciones cotidianas. Y si hablar de sexo es un tab¨², promocionar el preservativo es casi un imposible. A pesar de las m¨²ltiples campa?as que se han venido realizando en los ¨²ltimos a?os, solamente los j¨®venes admiten utilizar el cond¨®n.
En un pa¨ªs con 17 millones de habitantes, el a?o pasado s¨®lo pudieron repartirse cinco millones de preservativos, y las cosas no van mejor este a?o. Ante esta situaci¨®n urge, en primer lugar, que la gente tome conciencia del problema. S¨®lo si saben que est¨¢n infectados evitar¨¢n las pr¨¢cticas sexuales de riesgo. Por ello, la Comunidad de San Egidio financiar¨¢ la apertura de tres laboratorios que permitan efectuar tests a las embarazadas. El doctor Michelle Bartolo teme que el 50% de estas mujeres podr¨ªa tener ya anticuerpos, por lo que ser¨¢ preciso un gran esfuerzo en la aplicaci¨®n de antirretrovirales.
De lograr el ¨¦xito, los responsables de San Egidio conf¨ªan en exportar su modelo a otros pa¨ªses. Esperan ayudas del Banco Mundial y creen que la ONU apostar¨¢ seriamente por los antirretrovirales como una medida m¨¢s de prevenci¨®n, aunque antes tendr¨¢ que morir mucha m¨¢s gente. Hoy mismo, hasta 165 personas s¨®lo en Mozambique. Como explica el investigador catal¨¢n Xavier G¨®mez, residente en Manhi?a, s¨®lo te das cuenta del alcance de la epidemia cuando van cayendo tus vecinos, y aqu¨ª el goteo es constante'.
Repudiada por el sida
Lisetta es la cara del sida en ?frica. Mujer, joven, con hijos y condenada a muerte. Con s¨®lo 20 a?os ya ha visto fallecer a su marido y a uno de sus hijos a causa de esta enfermedad. Pero su peor infierno es la marginaci¨®n.
Poco despu¨¦s de casarse y quedar embarazada, todav¨ªa adolescente, su marido se march¨® a trabajar a Sur¨¢frica. Como otros tantos mozambique?os, regres¨® ya enfermo y, antes de morir, la dej¨® nuevamente embarazada y le transmiti¨® el VIH. Al quedar viuda, Lisetta se fue a vivir con la familia pol¨ªtica hasta que tambi¨¦n falleci¨® su hija reci¨¦n nacida. Cosas del destino, la ni?a se llamaba Esperanza. Tras la muerte de la ni?a la echaron de casa acus¨¢ndola de llevar la desgracia a la familia. Dice no saber de qu¨¦ muri¨® Esperanza: 'Casi no com¨ªa y ten¨ªa diarrea', se limita a explicar mientras va de casa en casa. '?Y tu marido?' 'Creo que ten¨ªa malaria', dice mirando al suelo.
Voluntarios de San Egidio intentan encontrarle alguien para que la cuide, pero no es f¨¢cil. Lisetta est¨¢ estigmatizada y en este ambiente s¨®lo puede sentarse a esperar la muerte. ?C¨®mo te encuentras? 'Estoy bien, gracias, aunque un poco d¨¦bil'. ?Est¨¢s enferma? 'No; s¨®lo tengo poca hambre'. Lisetta no puede admitir que tiene el sida porque con 20 a?os no puede asumir que el tiempo se le acaba. En pocos a?os, quiz¨¢ meses, engrosar¨¢ la lista de los que no pudieron esperar que la sociedad comprendiera el alcance de la epidemia.
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