El ni?o Jes¨²s contra el Olentzero
Cuando yo era peque?o, en la nochebuena ten¨ªamos el ni?o Jes¨²s. El ni?o Jes¨²s nos tra¨ªa regalos despu¨¦s de cenar. La tradici¨®n era un poco contradictoria: ten¨ªa un toque europeo, pero tambi¨¦n un tufillo cat¨®lico, apost¨®lico y romano de corte franquista. El caso es que el ni?o Jes¨²s era un buen invento, porque hab¨ªa m¨¢s d¨ªas para jugar. Frente al irresistible atractivo de los reyes magos, el ni?o Jes¨²s aparec¨ªa en contraofensiva. Ahora, en cambio, est¨¢ el invento del Olentzero, que en su origen era un carbonero borracho de nariz roja que ped¨ªa d¨¢divas por las casas, y que se ha transformado con el tiempo en el pap¨¢ Noel de los vascos. Es evidente que las tradiciones se inventan a gusto del consumidor. El Olentzero arrasa, y el ni?o Jes¨²s ya est¨¢ muerto. No cabe duda de que ha sido v¨ªctima de los tiempos.
Mis sobrinos est¨¢n entusiasmados con el Olentzero, y le cantan canciones en vasco que me gustar¨ªa entender. Las nuevas generaciones le dejan a uno en rid¨ªculo en ciertos aspectos, y este es uno de ellos. No obstante, hay que reconocer que a muchos abuelos y abuelas les suena raro que sus nietos les traten de aitite o amama. A pesar de estar a favor del biling¨¹ismo, a muchos nos resultar¨ªa dif¨ªcil llamar aita a nuestro padre si nunca lo hemos hecho. Con las tradiciones sucede lo mismo. En mi casa mi padre dice que de Olentzero nada, que ¨¦l es de ni?o Jes¨²s de toda la vida, mi madre aboca por pap¨¢ Noel, por aquello de llevar la contraria, y los ni?os cantan el Gure Olentzero haciendo un coro de angelitos. En fin, esto es un l¨ªo. Y la abuela que ya no est¨¢ para poner un poco de orden con un manotazo sobre la mesa.
Claro que a los ni?os no se les puede quitar la ilusi¨®n, no se les puede decir: 'Mira, esto es una cuesti¨®n pol¨ªtica, el Olentzero es nacionalista, y en cambio el Ni?o Jes¨²s es m¨¢s del PP, mientras que los reyes magos son un poco de todo, el negro podr¨ªa ser socialista si tuviera un poco de gracia, ?entiendes, majo?'. No hay que politizar la navidad. A los ni?os hay que hablarles con sencillez, como su abuelo, que les dice directamente: 'Esto no es del Olentzero. El Olentzero no existe. Esto es de parte del ni?o Jes¨²s'. Los ni?os suelen reaccionar con cierto estupor, pregunt¨¢ndose qui¨¦n es ese ni?o Jes¨²s tan sol¨ªcito, pero en general no est¨¢n de acuerdo respecto a la existencia del Olentzero. Normalmente no le hacen ascos al regalo en cuesti¨®n, y les da igual si se lo ha regalado Zapatero, Aznar, Ibarretxe u Otegui. No obstante, la familia en general le dice al abuelo que se calle, asegurando que el Olentzero existe porque lo estudian en la ikastola. Adem¨¢s, ?c¨®mo puede ser alguien capaz de asesinar la ilusi¨®n de un ni?o? En cierta forma el ni?o Jes¨²s muri¨® de viejo, mientras el Olentzero vive. Todo puede desembocar en una discusi¨®n pol¨ªtica. Lo peor para nochebuena. Gente con ganas de cargarse al Olentzero de una pu?alada y otros a punto de asfixiar al ni?o Jes¨²s con la manta. Y toda la familia bailando alrededor del ¨¢rbol de navidad en llamas.
Afortunadamente, los sobrinos se encargan de monopolizar la atenci¨®n de todos sin excepci¨®n: partidarios del Olentzero, pap¨¢ Noel y ni?o Jes¨²s. Es extra?o pensar que para los ni?os no existe la pol¨ªtica, ning¨²n sistema excepto su peque?a y particular dictadura. Esta noche da lo mismo qui¨¦n traiga los regalos. Son otros tiempos y se llevan otras costumbres, recuperadas o nuevas. Qu¨¦ m¨¢s da. La tradici¨®n se hace y se deshace, se deforma y se transforma, como un maleable oropel. Tal vez eso quiera decir que nada dura eternamente. Al escuchar cantar a mis sobrinos no puedo dejar de sentir extra?eza porque, lamentablemente, no los entiendo. Tengo que resignarme a admirarles, en su inocente sabidur¨ªa. Ellos son los que encienden la llama de la tradici¨®n y los que la conservar¨¢n. Ellos son los que nos ense?ar¨¢n las nuevas canciones de navidad, y los que decidir¨¢n qui¨¦n trae los regalos en nochebuena.
Pero no deja de resultar una noche rara, cuando en el sal¨®n de casa se re¨²nen un reci¨¦n llegado carbonero, un ni?o Jes¨²s, y un pap¨¢ Noel, y acaban pugnando por la supremac¨ªa. Feliz Navidad.
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