El 'cowboy' que reinterpret¨® el Tour
Armstrong gan¨® magistralmente su tercera 'grande boucle'
Lance Armstrong no es ni siquiera el mejor ciclista del momento, que en todo caso es el mejor de julio, se soliviantan los puritanos. ?C¨®mo es posible que se le vote el mejor deportista mundial del a?o? Sencillamente, porque Lance Armstrong, el tejano exagerado con sus aires antiguos de cowboy, no es s¨®lo un ciclista; Lance Armstrong, que ya ha ganado tres Tours consecutivos, es un artista.
El Tour siempre ha sido una cosa muy seria, territorio de grandes palabras, y los Alpes m¨¢s, territorio de la ¨¦pica y la leyenda. Toda una herencia cultural, una tradici¨®n, que Lance Armstrong supo recoger, absorber, digerir y reinterpretar. Todo ello, bien mezclado y agitado, lo agarr¨® el estadounidense el 17 de julio y en los 25 kil¨®metros de La Madeleine, nada menos, escribi¨®, dirigi¨®, interpret¨® y protagoniz¨® una comedia. La farsa del me duele aqu¨ª, el farol de no puedo m¨¢s. Fue lo nunca visto en la historia del Tour. Una acci¨®n inaudita que s¨®lo puede entenderse desde la superioridad f¨ªsica, t¨¢ctica y mental. Era, de todas maneras, una farsa muy seria, una obra maestra, como se vio luego, s¨®lo 100 kil¨®metros m¨¢s tarde, en la completa ascensi¨®n de Alpe d'Huez.
Fue el segundo tour de force del d¨ªa, la demolici¨®n de otro mito. El ciclismo fue, una d¨¦cima de segundo, un t¨² a t¨² sin m¨¢s en una rampa del 14%, un duelo de miradas: una conquistadora, la de Armstrong, otra abatida, derrotada, la del alem¨¢n Ullrich. Armstrong se fue, acelerando con su pedalada ¨²nica, r¨¢pida, desarrollando 500 vatios durante tres cuartos de hora, una exhibici¨®n. Acab¨® con el Tour.
Armstrong no es el ciclista de un mes como dicen algunos. Armstrong es simplemente el ciclista de un d¨ªa, de un momento. Eso, claro, le hace m¨¢s grande todav¨ªa. Le hace emparentar con gente como Herb Elliot, que ser¨¢ eternamente recordado por los ¨²ltimos 1.000 metros de la final de los 1.500 de los Juegos de Roma. Un instante que cambi¨® el mundo.
Curiosamente, pese a sus aires modernos, el estilo americano, su mundo de relaciones p¨²blicas, guardaespaldas, sus aires de estrella, Armstrong no deja de ser un antiguo. Un l¨ªder absoluto, un equipo a su alrededor, ninguna ambici¨®n personal permitida. Los gregarios, gregarios, como en los tiempos de Coppi, Anquetil o Merckx. Y el director del equipo, un ayudante m¨¢s.
El ciclismo actual se divide en tres tipos de carreras: la preparaci¨®n, la resaca y el Tour. No hay m¨¢s y no hay hombre m¨¢s Tour que Armstrong. Lo es porque es un deportista reconstruido. Un hombre fabricado.
El c¨¢ncer que sufri¨® hace cinco a?os convirti¨® su cuerpo en una tabula rasa, una pizarra en blanco sobre la que pudo escribir, reescribirse a s¨ª mismo. La mentalidad de campe¨®n, el punto ganador y agresivo, ya la ten¨ªa. La acompa?¨® despu¨¦s de m¨²sculos ¨²nicos, de fibras que le permiten ser a la vez sprinter, contrarrelojista y escalador. El mejor en las tres especialidades. Un hombre asombroso.
Tan asombroso que no ha podido evitar que la sombra de la duda se alargara a su alrededor. El punto negativo que se busca a todos los superhombres. Sospechas de dopaje, amistad poco recomendable con Michele Ferrari, el m¨¦dico al que el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Italiano quiere suspender de por vida, soberbia...
S¨ª, quiz¨¢s Armstrong no haya sido siquiera ni el mejor ciclista del a?o, que Erik Zabel ha ganado muchas m¨¢s carreras, y de febrero a noviembre. Pero es que Armstrong no es s¨®lo un ciclista. Es el mejor deportista del a?o.
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