Enredo en la izquierda portuguesa
Las divisiones de socialistas, comunistas y el bloque pueden favorecer la victoria de la derecha en las elecciones de marzo
La paradoja obliga a una profunda y r¨¢pida reflexi¨®n en la izquierda portuguesa ante el desaf¨ªo de las elecciones anticipadas, anunciadas para el 17 de marzo. Con 134 diputados frente a los 96 de la derecha en las ¨²ltimas legislativas de 1999 y cerca del 50% de los votos en las municipales, la izquierda corre el riesgo de entregar el Gobierno a la derecha si no pone fin a su incomprensible divisi¨®n. Ante esa crisis, los renovadores del Partido Comunista (PCP) han reclamado una alianza con los socialistas.
El embrollo es realmente ins¨®lito. Con una mayor¨ªa pr¨¢cticamente absoluta, a falta de un diputado, los socialistas no obtuvieron el apoyo del PCP-Los Verdes (17 diputados) ni del Bloque de Izquierdas (2) para aprobar los dos ¨²ltimos presupuestos y tuvieron que recurrir a un tr¨¢nsfuga de la derecha. El inevitable desgaste del Gobierno de Ant¨®nio Guterres, el aplazamiento de las grandes reformas, la crisis econ¨®mica y las dificultades para vender sus aciertos provocaron un voto de castigo en las municipales que desemboc¨® en la dimisi¨®n del primer ministro.
El l¨ªder del PSD, Jos¨¦ Manuel Durao Barroso, no despierta grandes entusiasmos
Los socialistas perdieron las alcald¨ªas de las grandes ciudades, en algunos casos por escaso margen y a pesar de alcanzar un empate t¨¦cnico en n¨²mero de votos con el primer partido de la oposici¨®n (el PSD), de ideolog¨ªa liberal conservadora.
El caso m¨¢s significativo fue el de Lisboa. Al frente del Ayuntamiento desde hac¨ªa 12 a?os, la ¨²nica coalici¨®n de socialistas y comunistas en el pa¨ªs perdi¨® la alcald¨ªa por 856 votos cuando el Bloque de Izquierdas, que se presentaba por primera vez a las municipales, obtuvo 11.877 sufragios. Esta fuerza pol¨ªtica est¨¢ encabezada por varios intelectuales de la denominada izquierda ilustrada, asociados a antiguos grupos trotskistas. El grupo m¨¢s votado en Lisboa fue el PSD, y su candidato, Pedro Santana Lopes, ser¨¢ el nuevo alcalde.
En contra de lo que hab¨ªa anunciado d¨ªas antes si perd¨ªa las municipales, Guterres present¨® su dimisi¨®n y abri¨® el camino a las elecciones anticipadas. Cansado y resentido de la cr¨ªtica en el interior del partido, la guerra sin tregua de la oposici¨®n y la voracidad de la prensa, el primer ministro tom¨® una decisi¨®n que le honra y que le hubieran exigido de todas formas, pero que ahora le critican por el supuesto abandono del barco en medio de la tempestad.
La actual direcci¨®n del PCP le neg¨® en todo momento el apoyo por considerar que el PS llev¨® a cabo 'una pol¨ªtica todav¨ªa m¨¢s brutal y de mayor articulaci¨®n con los intereses del gran capital que el PSD', seg¨²n la resoluci¨®n pol¨ªtica aprobada en su ¨²ltimo congreso. El documento a?ad¨ªa que el PCP 'no est¨¢ ni estar¨¢ disponible para pasar de oposici¨®n de izquierdas a fuerza de apoyo o c¨®mplice de una pol¨ªtica de derechas por parte del Gobierno socialista'.
Por su parte, los representantes del Bloque de Izquierdas niegan cualquier tipo de responsabilidad en la derrota de socialistas y comunistas en Lisboa y sostienen que la actual crisis 'es una buena oportunidad para clarificar la situaci¨®n de la izquierda y buscar alternativas para que la derecha no alcance el poder'.
No obstante, ninguno de sus representantes ha propuesto o sugerido acuerdos electorales para evitar ese objetivo. En este sentido, s¨®lo los renovadores del PCP, completamente apartados de la direcci¨®n, han abogado por una alianza con los socialistas para frenar el resurgimiento de la derecha, fuera del poder desde la d¨¦cada cavaquista, entre 1985 y 1995.
Las declaraciones en ese sentido realizadas por el dirigente renovador, Jo?o Amaral, han sido calificadas por el ¨®rgano oficial del PCP (la revista Avante) como 'una declaraci¨®n de guerra al partido', abriendo el camino a su expulsi¨®n. La agon¨ªa del PCP en los ¨²ltimos a?os y la divisi¨®n entre oficialistas y renovadores amenaza con una crisis inminente en el seno del partido.
Por otro lado, la euforia desatada en las filas socialdem¨®cratas puede provocar efectos perversos, y la mayor¨ªa de los analistas pol¨ªticos consideran que las generales nada tienen que ver con las municipales. De hecho, el primer ministro conservador, An¨ªbal Cavaco Silva, perdi¨® las municipales de 1989 (no dimiti¨®) y gan¨® con mayor¨ªa absoluta las generales de 1991. Asimismo, el actual l¨ªder del PSD, Jos¨¦ Manuel Durao Barroso, no despierta grandes entusiasmos entre la poblaci¨®n, y su disposici¨®n (expresada a la agencia Reuters despu¨¦s de las municipales) para privatizar la televisi¨®n p¨²blica, la TAP e incluso la Caixa Geral de Dep¨®sitos (la ¨²nica entidad financiera p¨²blica del pa¨ªs) ha provocado un notable revuelo en medios pol¨ªticos, econ¨®micos y period¨ªsticos.
Por su parte, el virtual sucesor de Guterres, el ministro de Obras P¨²blicas y Equipamientos, Eduardo Ferro Rodrigues, de 52 a?os, ha prometido una renovaci¨®n del partido y ha reclamado una mayor¨ªa absoluta en las pr¨®ximas elecciones. Ferro Rodrigues no descarta un acuerdo poselectoral con los comunistas, pero corre el riesgo de que la fuerza m¨¢s votada sea el PSD y, de esa forma, sea el encargado de formar el futuro Gobierno. Considerado como uno de los dirigentes del ala m¨¢s progresista del PS, Ferro Rodrigues tiene la llave para encabezar la reorganizaci¨®n de la izquierda portuguesa ante el riesgo de perder unas elecciones con una previsible pero dispersa mayor¨ªa de votos.
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