La Ribot sit¨²a su baile en una galer¨ªa
Estreno en Madrid de 'Piezas distinguidas'
Hay artistas cuya singularidad estil¨ªstica, su voz, se constituye en su mejor carta de presentaci¨®n. ?ste es el caso de Mar¨ªa Jos¨¦ Ribot, conocida como La Ribot, premio nacional de Danza en 2000, figura importante en la accidentada vida de la nueva danza espa?ola y que ahora estrena una serie de sus solos, agrupados bajo el t¨ªtulo de Piezas distinguidas (o Still distinguished, en esta tercera parte del proyecto). Ayer, en la galer¨ªa Soledad Lorenzo, de Madrid, la artista mostr¨® su trabajo. Fue la primera de una serie de actuaciones que tendr¨¢n lugar hasta el d¨ªa 12.
La Ribot empez¨® en 1993 esta obra, a la que numera cronol¨®gicamente y que llegar¨¢ hasta el n¨²mero 100; la duraci¨®n establecida para cada miniatura oscila entre los 30 segundos y los siete minutos, aproximadamente, y actualmente va por la 34. Tambi¨¦n las vende nominalmente a quien se interese por poseer una coreograf¨ªa.
Desde ayer y hasta el d¨ªa 12, La Ribot estar¨¢ en la galer¨ªa Soledad Lorenzo (Orfila, 5. www.soledadlorenzo.com), donde tambi¨¦n se exhibe un v¨ªdeo del proceso creativo que constituye un curioso fresco de su est¨¦tica, de sus intenciones, y es la primera vez que exhibe sus curiosos cameos en un espacio tan adusto como impropio.
El excelente y original trabajo de La Ribot, por mucha literatura neomoderna que se le eche encima, por mucha teor¨ªa deconstruida que se esgrima, es pura y llanamente teatral, y es danza. Su espacio natural es el teatro. Otra cosa es que su fuerza y su im¨¢n se impongan por encima de un funerario suelo de m¨¢rmol travertino y de unas desnudas paredes blancas. La idea de crear una titulaci¨®n consecutiva de la obra core¨²tica parte de los ecos fundacionales de la danza minimalista neoyorquina, pero no es el caso de estarle buscando los referentes a la creadora madrile?a como si su mesa necesitara una quinta pata. No es el caso; ella sabe usufructuar tendencias y por eso est¨¢ tan liberada de ellas. Es responsabilidad del espectador entrever a Pistoletto, a Joseph Beuys o a Andy Warhol tras la ajada peluca rubia o el arsenal de objetos descontextualizados y vueltos a colocar en el imaginario esc¨¦nico.
Los solos de La Ribot, sean de la ¨¦poca que sean, contienen un efecto de circularidad impactante, de soberbio y exclusivo mon¨®logo. Por ejemplo: en 1985 esa misma silla plegable de madera era el objeto motor y el proleg¨®meno (que no pretexto) core¨²tico en Carita de ¨¢ngel, uno de los primeros esfuerzos de la artista por 'distinguirse'. La silla, despu¨¦s, ha sido descompuesta y vuelta a armar para contribuir al tejido virtual de su estilo... de baile. Porque no hay que empe?arse en derivar las acciones de La Ribot fuera del arte de la danza, que es en s¨ª tan universal.
En La Ribot el humor es un arma de doble filo y de varias caras, pues su aparente gag posee un trasunto tr¨¢gico e inesperado, violento y desgarrado, que sit¨²a al espectador entre el embarazo y la carcajada, si bien s¨®lo moment¨¢nea, pues el fondo es siempre grave, tan pol¨ªticamente incorrecto como delicioso. Y as¨ª llegamos al desnudo, digamos al vestuario barroco compuesto por su piel. La yuxtaposici¨®n de alg¨²n elemento for¨¢neo y el desnudo de la artista crean infinitas posibilidades de di¨¢logo y de contraste, de reflexi¨®n y de met¨¢fora.
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