El nuevo alfabeto de Chen Xu
Inmigrantes chinos de Centro se familiarizan con la lengua y la cultura espa?olas a trav¨¦s de un programa de los servicios sociales
Limei Xu entiende a los clientes de su tienda de frutos secos si ¨¦stos le piden una bolsa de patatas fritas. Pero se hace un l¨ªo cuando la conversaci¨®n se alarga m¨¢s. A Chen Xu le ocurre lo mismo en su trabajo de camarero: comprende enseguida cuando le piden un chop suey, pero tiene grandes dificultades para explicar en qu¨¦ consiste cada plato. Ambos son dos de los 30 inmigrantes chinos -el 70% mujeres- que, desde el a?o pasado, siguen un programa de lengua y cultura espa?olas organizado por los servicios sociales del distrito de Centro, donde residen. El aula est¨¢ en la Escuela de Mediadores Sociales para la Inmigraci¨®n de la calle de Jardines, 4 (tel¨¦fono 915 311 120).
Limei, de 38 a?os, lleg¨® hace a?o y medio a Madrid con su marido, dejando a sus hijos en China al cuidado de los abuelos.
All¨ª trabajaba en una oficina y ahora regenta una tienda de frutos secos en Lavapi¨¦s, donde vive. Por su cuenta fue aprendiendo algunas palabras en castellano. Pero se le hac¨ªa cuesta arriba. Por eso no lo dud¨® cuando le informaron de las clases organizadas por los servicios sociales.
'Necesito hablar bien espa?ol para mi trabajo, porque si no, no te puedes relacionar con la gente de aqu¨ª. A m¨ª me gustar¨ªa tener amigos espa?oles, pero es imposible si no sabes hablar su idioma', subraya Limei. Ahora es una de las alumnas m¨¢s aventajadas y, a veces, cuando sus compa?eros no acaban de entender bien algo, ella se lo traduce al chino.
A Chen Xu, de 24 a?os, le anim¨® su madre. 'Ella me insiste para que venga a clase porque dice que necesito aprender bien castellano para tener un futuro en Espa?a, y tiene raz¨®n', afirma este joven que vive en Espa?a desde hace ocho meses con su madre y su hermana. Tanto a ¨¦l como a Limei les gusta Madrid. 'Pero no Lavapi¨¦s, porque en ese barrio hay marroqu¨ªes muy malos que te roban', matizan a d¨²o.
Estas clases, que se celebran dos d¨ªas por semana, pretenden algo m¨¢s que el aprendizaje del idioma. El objetivo de los servicios sociales es acceder, a trav¨¦s de ellas, a una comunidad como la china, muy cerrada en s¨ª misma. En el aula se plantean cuestiones de la vida diaria: c¨®mo funciona la sanidad espa?ola, qu¨¦ tipo de atenciones prestan los servicios sociales, c¨®mo son las relaciones en las comunidades de vecinos... Tambi¨¦n han surgido cuestiones tan en boga como el uso del euro, sobre el que estos alumnos, procedentes de una cultura de gran tradici¨®n comercial, est¨¢n informados.
Sof¨ªa Moya, la profesora de castellano, explica que las clases tienen, sobre todo, un contenido pr¨¢ctico. Uno de los ejercicios consiste en mirar unas l¨¢minas donde se ve una cocina con sus diferentes utensilios para dar el nombre correcto a cada uno. 'Pretendemos que aprendan expresiones y nociones de la vida cotidiana', se?ala esta chilena que trabaj¨® cuatro a?os en Ecuador en programas educativos con comunidades ind¨ªgenas. El contacto con sus alumnos le ha despertado un gran inter¨¦s hacia su cultura milenaria. Tanto que ella misma se ha apuntado a unas clases particulares de chino dos d¨ªas a la semana.
Con este programa se intenta, asimismo, limar los malentendidos provocados por el choque cultural. Por ejemplo, a algunas familias chinas les angustia que les llamen los profesores de sus hijos porque, acostumbrados a otro modelo de escuela, piensan que es para rega?arles por algo que han hecho los ni?os. Con el roce diario surge la confianza, y a veces los monitores se convierten en consejeros. Hace dos semanas, a uno de los alumnos que vende discos compactos pirateados lo detuvo la polic¨ªa y ¨¦l recurri¨® a un abogado que le cobr¨® 50.000 pesetas. Cuando lo cont¨® en clase le explicaron que, si le vuelve a ocurrir, puede acudir a servicios letrados gratuitos, algo que ¨¦l ignoraba.
Vencer las reticencias
Los responsables de los servicios sociales hab¨ªan observado que las familias chinas, a pesar de sufrir a veces graves carencias, no se acercaban a solicitar ayuda ni para ellos ni para sus hijos, algo que no suced¨ªa con los inmigrantes latinoamericanos y africanos. La primera y gran barrera era el idioma, pero no la ¨²nica.
'Se trata de que venzan sus reticencias a los organismos oficiales y que conozcan a qu¨¦ prestaciones tienen derecho por ser ciudadanos de Madrid, como, por ejemplo, las becas de comedor y las guarder¨ªas para sus hijos... Ellos vienen a Espa?a a trabajar y no cabe en su mentalidad pedir ayuda fuera de su comunidad de compatriotas. Por eso hemos decidido ser nosotros los que nos acerquemos', explican los educadores sociales.
Hace dos a?os iniciaron esta experiencia a partir de un primer contacto con familias chinas en un programa de convivencia intercultural desarrollado en el colegio Pi y Margall, en Malasa?a, con numeroso alumnado asi¨¢tico. La iniciativa fue difundi¨¦ndose boca a boca hasta llegar al alumnado actual. Los 30 alumnos se dividen en dos grupos: uno de ellos, de mayor edad (de 30 a 50 a?os) y origen campesino; el otro, m¨¢s joven y urbano. La mayor¨ªa trabaja en restaurantes, tiendas de frutos secos y en la venta ambulante de rosas.
En la capital est¨¢n empadronados 7.500 inmigrantes chinos, aunque su n¨²mero puede ser mayor, porque muchos no se inscriben en el censo. La mayor¨ªa vive en los distritos de Centro, Puente de Vallecas, Usera y Tetu¨¢n. En Centro su presencia comercial es grande, con tiendas de todo a cien, peque?os ultramarinos que abren hasta la madrugada, establecimientos de revelado de fotos y restaurantes.
Una lucha contra la r y la j
Los personajes chinos de los tebeos siempre dicen 'aloz' en lugar de 'arroz'. Pero esa dificultad para repetir el sonido r no es un chiste, sino una realidad. Eso lo saben bien los inmigrantes de ese pa¨ªs asi¨¢tico embarcados en el aprendizaje del castellano. Una de las cosas que m¨¢s les cuesta es la pronunciaci¨®n, en especial de la r, la j y la ?. Hu Yongchu, colaborador de los servicios sociales de Centro en este programa de lengua y cultura espa?olas, conoce de primera mano estas trabas. 'Mi primer contacto con una lengua latina fue en Francia, donde viv¨ª antes de llegar a Madrid y me pas¨¦ dos a?os hasta poder superar el primer nivel de franc¨¦s. Iba a clase y me quedaba mirando a la profesora sin entender nada; supongo que pensaba que yo era un chiflado', explica este hombre de 28 a?os que abandon¨® su pa¨ªs tras finalizar el bachillerato. 'En 1994 llegu¨¦ a Espa?a y estuve otros dos a?os en clases de castellano s¨®lo para cogerle el hilo. La pronunciaci¨®n nos resulta muy dif¨ªcil y tambi¨¦n la conjugaci¨®n de los verbos, que en chino no existe', se?ala. 'Es cierto que tenemos un car¨¢cter m¨¢s reservado que otros inmigrantes, pero son estos problemas con el idioma los que m¨¢s nos a¨ªslan', concluye Hu.
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