Retrato del absurdo con sonrisa
A juzgar por el t¨ªtulo, uno pensar¨ªa que acaba de leer un episodio al uso de la serie Conan el b¨¢rbaro, cuando en realidad se trata de una novela en forma de retrato del absurdo con sonrisa al fondo, un atractivo juego de contrarios que con la arcilla de la vida cotidiana se las apa?a para modelar una tragedia de bolsillo. El h¨¦roe tr¨¢gico es Gabriel, un vendedor de enciclopedias, que tropieza con los absurdos de la vida diaria, reci¨¦n operado del cerebro, y nos revela las incongruencias de la vuelta al trabajo y sus encuentros, absurdos, con una pareja de seudopolic¨ªas virulentos, una actriz con petaca de cigarrillos, un m¨¦dico estrafalario llamado Andrassy, que deglute alb¨®ndigas mientras escucha los pintorescos ripios de Leonor, que destroza un tango engolando la voz. Y, estupefacto, el lector lee despu¨¦s que Gabriel se convierte en Pantale¨®n, y elige a Eos entre las visitadoras y nuestro vendedor de enciclopedias, despiadada met¨¢fora de todos nosotros, que traficamos con la cultura pero no sabemos nada, termina su relato para que el cap¨ªtulo final, ya en tercera persona, nos haga ver que Gabriel ha muerto y jam¨¢s entendi¨® nada, y que ahora lo ¨²nico que les importa a su viuda y al doctor es hablar de las cuotas pendientes de la Tem¨¢tica Salvat en 24 tomos.
EL GUERRERO DEL CREP?SCULO
Hugo Burel Lengua de Trapo. Madrid, 2001 141 p¨¢ginas. 11,13 euros
Conforme avanza la novela, el jurado que la premi¨® con el VII Premio Lengua de Trapo de Narrativa se va cargando de raz¨®n, porque Burel construye una f¨¢bula moral acerca del sinsentido de la vida con el fino humor y la iron¨ªa de unas escenas que firmar¨ªa Ionesco, uniendo los conflictos de identidad con los aperitivos de Cinzano y la enfermedad con la frivolidad, en fin, sacando como un mago divertidos conejos de las tediosas chisteras. No s¨®lo el empleo de la primera persona en el relato del atribulado Gabriel, tambi¨¦n las disparatadas situaciones en las que se ve envuelto traen a la memoria la narrativa de Boris Vian y los cambios constantes de tono y la habilidad para confundir la banalidad de la situaci¨®n y la trascendencia del mensaje hacen pensar en esos relatos de Thomas Pynchon en que despu¨¦s de descripciones casi escolares del clima o el paisaje uno se encuentra con serias reflexiones transmitidas en broma. Burel juega al absurdo y gana, sus ejercicios de estilo convencen y es capaz de hacer que el lector acabe leyendo mucho m¨¢s de lo que en realidad est¨¢ escrito, lo que no es poco, de modo que El guerrero del crep¨²sculo se nos antoja una novela corta muy recomendable.
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