El laberinto argentino
Los sucesos que se est¨¢n produciendo estos d¨ªas en Argentina nos sugieren multitud de reflexiones. Por ejemplo, la enorme importancia que tiene la gesti¨®n econ¨®mica en la marcha de una sociedad. A la econom¨ªa le sucede como a la salud, s¨®lo nos damos cuenta de su trascendencia cuando estamos enfermos. O la capacidad de aguante de un pa¨ªs a las medidas econ¨®micas, que tiene un l¨ªmite marcado por la desesperaci¨®n, la falta de un horizonte y el hambre. Una sociedad que se siente sin presente y sin futuro, o bien emigra, o bien organiza un caos social que permita abrir una puerta a cualquier cambio. O la irresponsabilidad del FMI y de los economistas de la ortodoxia, cuyo ¨²nica receta para Argentina pasaba por exigir una dolarizaci¨®n plena, reducir el d¨¦ficit p¨²blico y una mayor flexibilidad de los mercados.
?Qu¨¦ ha pasado en Argentina? Veamos. Como respuesta a los procesos de hiperinflaci¨®n de finales de los ochenta (el IPC en 1989 fue el 3.080%), que dejaron a la sociedad argentina completamente arruinada y exhausta, se aprob¨® la creaci¨®n de una caja de conversi¨®n. Una caja de conversi¨®n es una entidad (banco central), independiente del poder pol¨ªtico, cuya misi¨®n consiste en convertir la moneda extranjera en nacional, y viceversa, de tal forma que toda la moneda que circule por el pa¨ªs est¨¦ plenamente respaldada por las reservas disponibles de moneda extranjera. A su vez, se aprobaron otras cuatro medidas importantes: los d¨¦ficit p¨²blicos deber¨ªan ser financiados en d¨®lares, la paridad de un peso argentino igual a un d¨®lar norteamericano, la posibilidad de utilizar indistintamente el d¨®lar y el peso como medio de pago y la libre circulaci¨®n de capitales para residentes y no residentes.
Los resultados de estas medidas fueron muy positivos. Argentina disfrut¨® de unas elevadas tasas de crecimiento de la renta, elimin¨® la inflaci¨®n y estabiliz¨® su econom¨ªa, mejor¨® la confianza internacional, redujo la prima de riesgo y el tipo de inter¨¦s externo, atrajo capitales que posibilitaron alargar y ensanchar su ciclo expansivo, incluso durante algunos a?os se control¨® el d¨¦ficit p¨²blico, eso s¨ª, utilizando el recurso de las privatizaciones de empresas y de servicios p¨²blicos.
Este favorable ciclo expansivo termin¨® en 1998-1999 con la crisis rusa y brasile?a. Desde esa fecha, los registros no han podido ser peores. La econom¨ªa lleva 12 trimestres con tasas negativas de crecimiento de la renta, tres a?os sumida en procesos deflacionarios (tasas negativas de crecimiento de los precios), contracci¨®n de los salarios nominales y reales, reducci¨®n de las pensiones, ca¨ªda de las ventas (un 20% en el ¨²ltimo trimestre), producci¨®n industrial con tasas anuales del -11%, etc¨¦tera.
?C¨®mo se ha llegado a esta situaci¨®n? Las causas son complejas y los an¨¢lisis simplistas no valen. Ahora bien, si hubiera que elegir una primera raz¨®n, probablemente existir¨ªa consenso en se?alar como principal responsable a la p¨¦rdida de competitividad de la econom¨ªa, eso s¨ª, acompa?ada de la incapacidad para encontrar una salida durante tres largos a?os.
El tema se agrava si se piensa que esa p¨¦rdida de competitividad, en lo fundamental, no tiene un origen interno. La mencionada vinculaci¨®n del peso con el d¨®lar, consecuencia de los compromisos asumidos con la caja de conversi¨®n, que tan buenos resultados hab¨ªa generado durante los primeros a?os, ha mostrado ser una trampa mortal. Veamos por qu¨¦.
La econom¨ªa norteamericana ha disfrutado de una ola expansiva durante la segunda mitad de los a?os noventa asentada en unos fuertes crecimientos de la productividad, que se han mantenido incluso durante la crisis presente. Ese crecimiento de la productividad y rentabilidad empresarial ha provocado un imparable proceso de apreciaci¨®n del d¨®lar. Ahora bien, mientras EE UU pod¨ªa compensar en parte esa apreciaci¨®n con la evoluci¨®n de su productividad sin que se resintiera en exceso su competitividad externa, Argentina no ha disfrutado de esa revoluci¨®n tecnol¨®gica, de esos crecimientos de la productividad y, sin embargo, se ha visto arrastrada por sus compromisos monetarios con el d¨®lar. Resultado: la econom¨ªa argentina ha visto apreciada su moneda en t¨¦rminos reales respecto al resto del mundo, como m¨ªnimo, un 25%.
Un segundo elemento adicional agrav¨® la situaci¨®n. El principal socio comercial argentino, Brasil, con el que tiene un acuerdo de libre comercio (Mercosur, junto con Uruguay y Paraguay), no pudo resistir la presi¨®n especulativa sobre su moneda en 1999 y la devalu¨® un 35%. Resultado: Argentina tuvo que enfrentarse a una nueva p¨¦rdida de competitividad. La suma de los dos impactos externos determinaba que el peso se encontrara claramente sobrevalorado en unos porcentajes que los mercados estimaban entre un 35% y un 40%. No es casualidad, por lo tanto, que sea precisamente esa magnitud la barajada por el nuevo presidente argentino, Eduardo Duhalde.
Las recomendaciones del FMI. En una tesitura tan delicada, las recomendaciones efectuadas por los organismos internacionales y los economistas ortodoxos, sobre todo norteamericanos, se han centrado en cinco bloques de consejos:
Primero, dolarizar la econom¨ªa, esto es, eliminar el peso y sustituirlo con todas sus consecuencias por el d¨®lar. La dolarizaci¨®n puede resolver algunos de los problemas como el riesgo de cambio, pero no otros como la p¨¦rdida de competitividad, el dispar comportamiento de la econom¨ªa argentina respecto a la del pa¨ªs al que vincula su moneda o el riesgo soberano, por lo que el tipo de inter¨¦s en absoluto se ver¨ªa modificado, a la vez que creaba otros nuevos, por ejemplo, el se?oriaje.
Segundo bloque de propuestas: flexibilizar m¨¢s la econom¨ªa. Incre¨ªble recomendaci¨®n a un pa¨ªs que ha mostrado una flexibilidad que supera los patrones habituales de los pa¨ªses industrializados. Argentina ha padecido tasas negativas de inflaci¨®n durante tres a?os, ha reducido los salarios nominales, ha precarizado el empleo hasta l¨ªmites de pobreza, ha recortado las pensiones nominales y los sueldos nominales de los funcionarios, etc¨¦tera.
Siempre se puede argumentar que si en una econom¨ªa los mercados son lo suficientemente flexibles r¨¢pidamente encontrar¨¢ un nuevo punto de equilibrio, y es cierto. El problema radica en conocer cu¨¢l es el grado de flexibilidad exigido, por cu¨¢nto tiempo y, sobre todo, cu¨¢l es la capacidad de aguante de una sociedad (siempre olvidamos que la econom¨ªa es una ciencia social) que no ve claro su futuro ni ad¨®nde les conduce esa pol¨ªtica, ni vislumbra los beneficios esperados (s¨ª los costes) y, sobre todo, no tiene referentes externos en los que contrastar sus problemas y, por lo tanto, entiende que existen otras alternativas menos traum¨¢ticas.
Tercero. Algunos economistas han llegado a escribir que, si Argentina debe elegir entre dolarizaci¨®n y libre comercio con Brasil (o Mercosur en general), tendr¨ªa que elegir la dolarizaci¨®n. Sin comentarios.
Cuarto. Ese mismo grupo de economistas, frente a la alternativa devaluaci¨®n o repudio de la deuda apuestan por la segunda opci¨®n. Curioso. Lo que nunca aconsejar¨ªan a un pa¨ªs desarrollado s¨ª que se preconiza para Argentina. Espa?a, por ejemplo, ha devaluado nueve veces su moneda desde los a?os cincuenta, pero a nadie se le ha ocurrido aconsejar que repudiara su deuda externa.
Quinto. Argentina tiene que equilibrar sus finanzas. Nada m¨¢s cierto. M¨¢xime si se piensa que el problema del equilibrio presupuestario se agrava al exigir el acuerdo de los gobiernos de las provincias, dada su importante autonom¨ªa financiera. Ahora bien, si la econom¨ªa decrece a un ritmo anual del -4,5% (como en el tercer trimestre del 2001), los ingresos fiscales se contraer¨¢n y algunos gastos (por pocos que sean) se incrementar¨¢n. Habr¨¢n funcionado los estabilizadores autom¨¢ticos del presupuesto y se habr¨¢ suavizado algo el ciclo a costa del d¨¦ficit p¨²blico.
Si se recomienda el recorte del gasto p¨²blico en plena crisis, lo que se consigue es agravar la soluci¨®n y a?adir un elemento adicional negativo a la misma. En estos casos hay que trabajar con el d¨¦ficit presupuestario estructural y permitir que el Gobierno financie el d¨¦ficit c¨ªclico. Los programas de recortes hay que acordarlos y aprobarlos en los momentos de crisis, y aplicar lo urgente e imprescindible durante la crisis. Por el contrario, hay que ser inflexibles en las fases de recuperaci¨®n.
?Por qu¨¦ no se ha devaluado antes el peso? Si resultaba tan obvia la salida, ?por qu¨¦ no se ha ejecutado antes? Por la sencilla raz¨®n de que tambi¨¦n tiene costes.
Primero. Dado que el peso y el d¨®lar circulaban en plano de igualdad en Argentina, la sociedad hab¨ªa optado por endeudarse en d¨®lares (los pr¨¦stamos en d¨®lares se ofrec¨ªan a tipos de inter¨¦s m¨¢s baratos). En la actualidad, toda la sociedad (Gobierno, empresas y particulares) se encuentra altamente dolarizada en sus pasivos, mientras que el grueso de sus ingresos sigue percibi¨¦ndolo en pesos.
Si se deval¨²a un 40% el peso, no s¨®lo el Gobierno debe un 40% m¨¢s, sino que tambi¨¦n deber¨¢n m¨¢s los que han comprado un piso, un coche o un electrodom¨¦stico financi¨¢ndolo con pr¨¦stamos en d¨®lares. El riesgo de que, en una sociedad empobrecida, el n¨²mero de impagados crezca de tal forma que ponga contra las cuerdas al propio sistema financiero es muy alto, y en ese momento el coste de la crisis podr¨ªa alcanzar horizontes de extrema gravedad.
Segunda raz¨®n. Una devaluaci¨®n podr¨ªa ser el primer paso para el inicio de una nueva fase de hiperinflaci¨®n, y bajo ning¨²n concepto la sociedad quiere repetir semejante trauma.
Tercera. La sociedad ha perdido la confianza en los pol¨ªticos y en la gesti¨®n de los mismos, una devaluaci¨®n s¨®lo agravar¨ªa dicha desconfianza.
?Qu¨¦ se puede hacer? El margen de maniobra para salir del laberinto econ¨®mico argentino es escaso, y se reduce con el paso del tiempo. Argentina debe elegir entre lo malo y lo peor, y cada economista tiene su propia opini¨®n al respecto. Si se acepta como prioridad tratar de minimizar el coste econ¨®mico y social de la salida, ?qu¨¦ cabr¨ªa aconsejar?
La primera gran medida consiste en conseguir una devaluaci¨®n real del peso suficiente para restablecer la competitividad perdida, incluso a costa de prescindir de la caja de conversi¨®n. Para ello deben aprobarse las medidas y conseguirse los apoyos exteriores necesarios que eviten el proceso de realimentaci¨®n inflacionaria (el ejemplo de Brasil puede servir de modelo). A favor de un impacto inflacionario limitado est¨¢ la propia crisis interna. En contra, la devaluaci¨®n, el incipiente proteccionismo, las trabas sobre el sistema financiero o la desconfianza de los ciudadanos.
A medio y largo plazo, la soluci¨®n cambiaria no pasa por vincular de nuevo el peso al d¨®lar o al euro, sino que deber¨ªa buscarse una soluci¨®n a la europea en Mercosur, crear una moneda ¨²nica que r¨¢pidamente ser¨ªa el referente de todos los pa¨ªses latinoamericanos. Brasil debe coger el testigo que Alemania recogi¨® en Europa en su d¨ªa y tirar del proceso de integraci¨®n. Estados Unidos, el FMI y Europa deben apoyar esa salida aunque a corto plazo pueda no coincidir con sus intereses.
Aceptada la devaluaci¨®n, el paso siguiente consiste en desdolarizar la econom¨ªa y minimizar el impacto de la devaluaci¨®n en la sociedad y en el sistema financiero actuando en varios frentes; por ejemplo, anticipando la transformaci¨®n de los d¨®lares en pesos (complejo y con altos riesgos inflacionarios), compensando el incremento de la deuda en pesos mediante el alargamiento de los plazos y tipos de inter¨¦s superiores que permitan el reparto de la carga, compensaciones fiscales, diferenciando a los afectados y promulgando medidas de apoyo a los que no pueden afrontar tales incrementos, tal vez aprobando alg¨²n impuesto indirecto transitorio adicional con el que compensar los costes superiores, condonar internacionalmente alguna fracci¨®n de la deuda, etc¨¦tera.
Habr¨¢ que restablecer la confianza de los ciudadanos en la gesti¨®n de la pol¨ªtica monetaria y en la econom¨ªa en general, para lo cual el apoyo externo es fundamental. Hay que aprobar un programa a medio plazo de saneamiento global del sector p¨²blico con todos los partidos comprometidos en el mismo, estableciendo objetivos cre¨ªbles de d¨¦ficit en funci¨®n del comportamiento de la econom¨ªa.
Mucha tarea, y ¨¦ste es el gran problema actual, para un sistema pol¨ªtico en crisis. La ayuda externa, y no s¨®lo econ¨®mica, ser¨¢ imprescindible.
Aurelio Mart¨ªnez Est¨¦vez es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad de Valencia.
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