Argentina, en mal plan
El plan, incluso revisado, del nuevo presidente argentino, Eduardo Duhalde, no constituye una base adecuada para la necesaria normalizaci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica de ese pa¨ªs, que requiere medidas dr¨¢sticas, pero no un cambio en las reglas del juego que espante a los inversores, nacionales o extranjeros. Las actuaciones dispuestas, algunas de ellas pendientes de su configuraci¨®n definitiva, son medidas de emergencia, destinadas a sortear los serios peligros derivados del inevitable abandono del r¨ªgido r¨¦gimen cambiario que ha estado vigente durante los ¨²ltimos diez a?os. Pero algunas pueden resultar contraproducentes.
La paridad del peso con el d¨®lar, adem¨¢s de da?ar seriamente la competitividad de la econom¨ªa argentina, hab¨ªa inducido cambios profundos en los comportamientos de los agentes econ¨®micos. As¨ª, la presunci¨®n de que la paridad se mantendr¨ªa llev¨® a que casi las tres cuartas partes del endeudamiento de las familias y empresas se hiciera en la moneda estadounidense, mientras que las n¨®minas de los empleados y la casi totalidad de los ingresos de las empresas segu¨ªan denominados en pesos. La devaluaci¨®n, inicialmente en principio del orden del 40%, era la ¨²nica salida. Pero, aunque se aplique un tipo de cambio popular m¨¢s favorable a los pr¨¦stamos de importe m¨¢s reducido, llevar¨¢ a numerosos impagos, con el consiguiente deterioro del sistema bancario y, es de esperar que de forma pasajera, la contracci¨®n adicional de la actividad econ¨®mica.
Antes incluso de que se conociera la magnitud aproximada de la devaluaci¨®n, los precios de productos importados han experimentado alzas significativas y hay escasez de productos farmac¨¦uticos. La eficacia de los controles de precios propuestos por el Gobierno para vigilar la inflaci¨®n es dudosa, pero adem¨¢s propiciar¨¢ f¨¢cilmente nuevos privilegios y corruptelas.
Para paliar algunos de los efectos m¨¢s adversos de la decisi¨®n devaluatoria, el Gobierno ha optado por acompa?arla de un conjunto de medidas marcadamente proteccionistas, amparadas en un discurso de Duhalde nada conciliador con las entidades financieras y con las empresas de propiedad extranjera. Sin menoscabo de las implicaciones de esa ret¨®rica nacionalista, los controles y restricciones, la imposici¨®n fiscal sobre determinadas exportaciones -como el petr¨®leo-, y la violaci¨®n de determinados contratos o la dualidad de tipos de cambio establecida seg¨²n la naturaleza de las operaciones, no facilitan la necesaria y r¨¢pida reinserci¨®n de la econom¨ªa argentina en el contexto internacional y, adem¨¢s, favorecen la corrupci¨®n de una burocracia excesiva. Siguen vigentes, aunque algo atenuadas, las restricciones sobre la disposici¨®n de los dep¨®sitos en d¨®lares de la poblaci¨®n (el corralito), con la consiguiente irritaci¨®n de los ahorradores. De la duraci¨®n de esas cortapisas y tratamientos diferenciales va a depender la capacidad de atracci¨®n de capitales exteriores, el propio apoyo de las instituciones financieras multilaterales y, en definitiva, la tranquilidad social.
El clima no va a ser precisamente de c¨®moda comprensi¨®n por parte del FMI. El pa¨ªs que anta?o fue absolutamente obediente con las l¨ªneas marcadas por el Fondo, adopta ahora gu¨ªas propias del m¨¢s rancio intervencionismo. El equipo de Duhalde ha de convencer de que este giro proteccionista es s¨®lo una soluci¨®n temporal, de emergencia. El compromiso de mantener el presupuesto federal equilibrado es la ¨²nica decisi¨®n a la que el FMI puede mostrarse receptivo, pero, en ausencia de una reforma fiscal, cabe dudar de la capacidad para cumplir ese prop¨®sito. Argentina no dispone de una estructura tributaria propia de una econom¨ªa moderna, y la mayor¨ªa de los ciudadanos reh¨²ye el cumplimiento de sus m¨ªnimas obligaciones fiscales. Resulta llamativo que en la ret¨®rica del nuevo presidente quede ausente este punto esencial.
Las dificultades que surgieron ayer en la C¨¢mara de Diputados para consensuar las medidas propuestas reflejan la precariedad de los apoyos pol¨ªticos del nuevo Gobierno. Lejos de congregar un Ejecutivo de unidad nacional, Duhalde ni siquiera ha podido hacerlo con todas las familias del justicialismo (peronismo), que, en parte, se oponen a sus medidas. Las cr¨ªticas a una delegaci¨®n excesiva de poderes en el Gobierno coexisten con las que consideran insuficientes los controles adoptados. La sensaci¨®n de interinidad pol¨ªtica de este presidente no ha quedado disipada.
Las implicaciones sobre los intereses econ¨®micos espa?oles del nuevo talante con el que Duhalde ha afrontado la situaci¨®n no son precisamente favorables. El impacto sobre las grandes empresas espa?olas inversoras en ese pa¨ªs puede ser limitado, a tenor de la naturaleza de sus actividades, del grado de diversificaci¨®n existente o de las provisiones y coberturas ya adoptadas. Si toda Argentina ha de apretarse el cintur¨®n, tambi¨¦n deben hacerlo las empresas espa?olas all¨ª presentes, aunque la situaci¨®n no es la misma para las empresas instaladas con visos de continuidad, y que deben sortear este gran bache, que para las que tienen contratos concretos suscritos en d¨®lares que han de cumplir ahora a cambio de pesos devaluados. El cambio en las reglas del juego que supone penalizar algunas exportaciones o desindizar algunas tarifas puede llevar a que el capital extranjero, y no s¨®lo el espa?ol, reh¨²ya aquel pa¨ªs cuando Argentina m¨¢s lo necesita. En todo caso, el Gobierno de Aznar ha maniobrado mal. Piqu¨¦ viaj¨® a destiempo a Buenos Aires y no logr¨® garant¨ªa alguna para los intereses espa?oles. Tampoco parece adecuado amenazar desde el Gobierno de Aznar con la salida de lo que es capital privado espa?ol, sino defender su posici¨®n y mantenimiento estrat¨¦gico a largo plazo. Penalizar a las empresas extranjeras, y en particular espa?olas, responde a un populismo y a un nacionalismo que ignora las nuevas realidades de la globalizaci¨®n.
La situaci¨®n creada en la tercera econom¨ªa m¨¢s importante de la regi¨®n obliga a considerar los riesgos del conjunto. Cuando se cre¨ªa superada en los noventa la adversidad de la anterior d¨¦cada perdida, puede suceder ahora un nuevo par¨¦ntesis, hasta que se d¨¦ una correspondencia entre las exigencias de esas econom¨ªas y la calidad de su clase pol¨ªtica y de sus instituciones p¨²blicas.
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