Propuestas para cambios inaplazables
'Somos culpables de muchos errores', escribi¨® Gabriela Mistral, 'pero nuestro peor crimen es abandonar a los ni?os, ser negligentes con la fuente de la vida. Muchas de las cosas que necesitamos pueden esperar. Los ni?os no pueden. El tiempo es ahora... No podemos contestarles: 'ma?ana'. Su nombre es hoy'.
Pensando en los j¨®venes, en su desconcierto y b¨²squeda de asideros, es urgente proponer una serie de acciones que, para ser efectivas, deben basarse en unos valores esenciales, tan bien referidos en la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos, que ahora m¨¢s que nunca debe inspirarnos:
- La vida: el derecho a la vida es el derecho fundamental, ya que condiciona el ejercicio de todos los dem¨¢s. Es el principio que debe orientar la gobernaci¨®n en todos los ¨¢mbitos. Ninguna raz¨®n, por dolorosa que sea, justifica atentar contra la vida.
- La justicia, a escala nacional y mundial, porque mientras haya impunidad en el marco supranacional no podr¨¢n remediarse los desequilibrios sociales, medioambientales y culturales que afectan a la humanidad en su conjunto.
- La libertad es el requisito fundamental de la gobernabil¨ªdad democr¨¢tica. La adecuada vertebrac¨ª¨®n entre libertad y seguridad es crucial para la convivencia intercultural, plurirreligiosa y multi¨¦tnica.
- La igualdad: todos los seres humanos son iguales en dignidad. Bastar¨ªa con poner en pr¨¢ctica -cada uno, cada d¨ªa- este precepto del art¨ªculo primero de la Declaraci¨®n Universal para que se resolviera la mayor parte de los desaf¨ªos presentes. La participaci¨®n femenina hasta alcanzar la paridad es de particular relieve.
- La solidaridad, expresada en un af¨¢n permanente de alteridad, de compartir tiempo, recursos y conocimientos para prevenir el aislamiento y la marginaci¨®n.
- La seguridad: el concepto de seguridad se ha modificado dr¨¢sticamente. De la seguridad territorial debemos ahora pasar a la seguridad personal, en todas las dimensiones (social, cultural, ambiental y ¨¦tica), activando sobre todo mecanismos preventivos y de alarma precoz. Todas las formas de violencia -incluida la violencia del hambre y la exclusi¨®n, y el terrorismo de Estado- deben ser abordadas y evitadas en su origen.
- La Cultura de Paz: el tr¨¢nsito de civilizaciones seculares basadas en la ley del m¨¢s fuerte a una cultura de paz y justicia es urgente. De otro modo, la inercia de la confrontaci¨®n -'si quieres la paz, prepara la guerra'- se impondr¨¢ como irremediable. Es fundamental, a este respecto, promover la diversidad cultural, de creencias y de ideolog¨ªas.
Sobre la base de estos principios, deber¨ªan adoptarse las siguientes medidas, que podr¨ªan facilitar con su liderazgo los Estados Unidos si, como sucedi¨® en 1945, tomara la iniciativa:
Fortalecimiento de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas y del sistema en su conjunto, para poder cumplir las funciones que le encomienda la Carta, disponiendo de la autoridad y de los medios necesarios -incluidos los cascos azules- para garantizar la seguridad, la justicia y la paz mundiales, estableciendo los c¨®digos de conducta apropiados y asegurando su cumplimiento por parte de los Estados y de las entidades p¨²blicas y privadas de alcance supranacional. La urgente ratificaci¨®n del estatuto del Tribunal Penal Internacional permitir¨ªa, junto con la adopci¨®n de las medidas preventivas adecuadas, el ordenamiento internacional cuya carencia es ahora tan patente (la posibilidad de constituir tribunales militares es especialmente preocupante). En este mismo sentido, es urgente realizar una acci¨®n inmediata y conjunta de las Naciones Unidas, los Estados Unidos y la Uni¨®n Europea para reestablecer el di¨¢logo palestino-israel¨ª, haciendo posible la continuaci¨®n del proceso de paz y el cumplimiento de los acuerdos de Oslo, hoy estancados por acciones terroristas y contraterroristas, en una grav¨ªsima espiral de violencia. En todos los casos debe evitarse la prolongaci¨®n o el desarrollo de acciones militares que pueden aumentar todav¨ªa m¨¢s los sufrimientos de unos pueblos que han padecido ya conflictos, desmanes de sus gobernantes y m¨²ltiples males end¨¦micos.
Celebrar, en este contexto, una Asamblea General sobre Paz, Justicia y Seguridad que establezca, con la voluntad pol¨ªtica y el apoyo de todos, los marcos jur¨ªdicos y ¨¦ticos y los mecanismos punitivos para los transgresores, de tal modo que se reduzcan al m¨¢ximo las posibilidades de acciones violentas y terroristas de individuos o grupos aislados y at¨ªpicos de fan¨¢ticos. Junto a la identificaci¨®n y confiscaci¨®n de los fondos depositados en los para¨ªsos fiscales por terroristas y organizaciones que fomentan la violencia, deber¨¢ procederse sin dilaci¨®n de igual modo con aquellos relacionados con el tr¨¢fico de armas, drogas, personas, capitales... Las cuentas de esta naturaleza constituyen una aut¨¦ntica verg¨¹enza: favorecen la evasi¨®n de capitales -que tantos estragos est¨¢ produciendo actualmente en pa¨ªses que podr¨ªan ser muy pr¨®speros- y son fuente de acciones insolidarias y delictivas.
Esta Asamblea General deber¨ªa sentar las bases del proceso de eliminaci¨®n de las armas de destrucci¨®n masiva. Asimismo, ser¨ªa la ocasi¨®n propicia para iniciar el camino hacia un nuevo orden mundial en el que desaparezcan las graves disparidades y desequilibrios sociales de los que se nutren numerosas actitudes de violencia.
Educar para la tolerancia, la paz, el respeto y pleno ejercicio de los derechos humanos. La educaci¨®n para todos y durante toda la vida es el mejor camino para promover las transformaciones requeridas y constituye sin duda la mejor inversi¨®n a largo plazo. Si se tuviera en cuenta el coste de la inacci¨®n -aspecto de especial relieve si se quiere de verdad una nueva econom¨ªa-, la educaci¨®n ocupar¨ªa el primer lugar de la agenda pol¨ªtica global.
Paz, desarrollo y democracia forman un tri¨¢ngulo interactivo y se exigen mutuamente. Es indispensable, por tanto, promover una democracia participativa, el funcionamiento r¨¢pido y eficaz de las instancias judiciales, un nivel sanitario adecuado y el acceso sin cortapisas a los conocimientos y a su aplicaci¨®n tecnol¨®gica. Un plan global de desarrollo end¨®geno local, basado en estudios prospectivos para la prevenci¨®n a largo plazo, tendr¨ªa un efecto movilizador extraordinario y constituir¨ªa el cauce apropiado para conseguir los objetivos se?alados. El primer paso ser¨ªa cumplir las promesas de cooperaci¨®n internacional: el 0,7% del PIB de los pa¨ªses m¨¢s opulentos para el desarrollo de los PMA (pa¨ªses menos avanzados) y los compromisos de las cumbres de R¨ªo de Janeiro (1992) y Copenhague (1995).
Una cooperaci¨®n internacional bien coordinada permitir¨ªa reducir sustancialmente muchas injusticias a escala mundial y sentar las bases para una paz justa y duradera.
Hace unos a?os inici¨¦, en la Unesco, con Jer?me Bind¨¦, el estudio de la situaci¨®n mundial, caracterizada por m¨²ltiples fracturas y disparidades que se ampliaban en lugar de reducirse. En cada cap¨ªtulo -poblaci¨®n, energ¨ªa, ciencia, sanidad, g¨¦nero, diversidad cultural, lenguas, educaci¨®n troncal y en valores, como ejemplos- propusimos posibles soluciones, que se compendian en cuatro 'nuevos contratos': social, natural o medioambiental, cultural y moral. Se propone que, retomando el esp¨ªritu de 1945 y el de las declaraciones y convenios no suscritos o incumplidos, se impulse, con la participaci¨®n de todos, el plan global de desarrollo antes apuntado, que facultar¨ªa a las personas y los colectivos para actuar como ahora es imprescindible.
A mediados del mes de diciembre, el ministro de Hacienda brit¨¢nico, Gordon Brown, manifest¨®, en la Asociaci¨®n de la Prensa de Washington, que las naciones desarrolladas deben crear un fondo de 50.000 millones de d¨®lares al a?o para hacer frente a los grandes problemas que se han eludido en las ¨²ltimas d¨¦cadas: 120 millones de ni?os excluidos del sistema educativo y 30.000 v¨ªctimas diarias del hambre y enfermedades que ya pueden tratarse o evitarse. Este poyecto cuenta, al parecer, con el apoyo de Alemania y constituir¨ªa -son ¨¦stas las iniciativas que todos debemos impulsar- el principio de una nueva etapa que abordar¨ªa en sus ra¨ªces los desaf¨ªos de nuestros tiempos. Ser¨ªa el mejor homenaje que podemos rendir a la memoria de todos los afectados por el horrendo acto terrorista suicida del 11 de septiembre.
Despu¨¦s de esta fecha fat¨ªdica deben modificarse muchos itinerarios. Y la primera condici¨®n para lograrlo es acceder a los espacios del esp¨ªritu y llenarlos de serenidad, de perseverancia, de firmeza y de templanza. Querer ver el conjunto de la aldea global y no s¨®lo sus barrios m¨¢s acomodados; disponernos a escuchar la voz de los excluidos, de los que todav¨ªa esperan (o, al menos, a¨²n aguardan); reconocer que, en buena medida, ha sido la pobreza espiritual de unos pocos la que ha originado la pobreza material de muchos; resolver compartir, convivir todos distintos pero todos unidos por un destino com¨²n. As¨ª se evitar¨ªa la tensi¨®n, el rencor, la radicalizaci¨®n. Sin caldos de cultivo, los comportamientos err¨¢ticos, siempre posibles, podr¨ªan reducirse al m¨¢ximo. As¨ª se pasar¨ªa de una cultura de predominio y de imposici¨®n a una cultura de di¨¢logo y de conciliaci¨®n. De la espada a la palabra. Los parlamentos y los medios de comunicaci¨®n podr¨ªan ser no solamente ¨¢mbito de reacci¨®n y descripci¨®n de lo que acontece, sino de anticipaci¨®n y dise?o de aquellos escenarios de futuro m¨¢s acordes con la dignidad de toda la especie humana.
Estados Unidos ha reclamado la cooperaci¨®n de todos los pa¨ªses en momentos de zozobra y de 'guerra'. Era l¨®gico que la obtuviese: ellos socorrieron en dos ocasiones grav¨ªsimas, en el siglo reci¨¦n concluido, a sus aliados del otro lado del Atl¨¢ntico. Despu¨¦s de las represalias, l¨®gicas por el imprevisible y tr¨¢gico golpe recibido, y una vez las organizaciones terroristas responsables llevadas ante la justicia, deber¨ªan promover una pol¨ªtica antiterrorista com¨²n, que incluye el uso de las fuerzas militares y de seguridad pero que va m¨¢s all¨¢: escudri?a los motivos de los conflictos con una visi¨®n de futuro. El terrorismo no se resolver¨¢ ¨²nicamente con una 'guerra permanente', sino con una constante atenci¨®n para actuar con prontitud y sentido de la equidad en la erradicaci¨®n de sus or¨ªgenes. Los Estados Unidos deber¨ªan ahora liderar la transformaci¨®n de la presente situaci¨®n planetaria en una gran ocasi¨®n de cambio, aumentando los radios de observaci¨®n -tan menguados en los ¨²ltimos a?os- del mundo en su conjunto, sin escatimar su apoyo a la justicia y la paz en todos los pa¨ªses de la Tierra, hasta eliminar el hambre, la miseria y la exclusi¨®n. Actuando 'fraternalmente' como recomienda el art¨ªculo l? de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.
Es peligroso que se est¨¦ relanzando la econom¨ªa mediante la activaci¨®n de la producci¨®n de la maquinaria b¨¦lica. Hace cuatro meses no hab¨ªa fondos para hacer frente al cambio clim¨¢tico y, de pronto, un contrato de aviones de guerra por valor de 40.000 millones de d¨®lares fue aprobado por el Congreso estadounidense en un instante. Construir la paz es m¨¢s dif¨ªcil que hacer la guerra. Pero al final de la 'gran guerra' se supo hacer una 'paz grande' con la creaci¨®n de la ONU y un plan de ayuda para el desarrollo y rehabilitaci¨®n de los vencidos. Hoy deber¨ªamos proceder de igual modo. Las acciones b¨¦licas y las constantes informaciones sobre posibles nuevas formas de acoso y de terror no deben ocultar o subestimar las prioridades urgentes -tanto tiempo olvidadas y relegadas- y actuar, todos unidos tambi¨¦n contra la pobreza, la enfermedad, el deterioro del medio ambiente, la uniformizaci¨®n cultural, la expropiaci¨®n del esp¨ªritu.
Insisto en que el mejor tributo que podemos rendir a las v¨ªctimas del 11 de septiembre es mantenerlas bien grabadas en nuestros ojos y conciencia y comportarnos de otro modo. Sobre todo, compartir mejor. Para enderezar los rumbos hoy tan torcidos, para facilitar la gran transici¨®n pendiente desde una cultura basada en la fuerza a la cultura del di¨¢logo de la conciliaci¨®n y la paz, debemos recordar constantemente a los ni?os y j¨®venes del mundo para evitarles -como se escribi¨® tan l¨²cidamente en el primer p¨¢rrafo de la Carta- 'el horror de la guerra'. Y repetir, repetirnos: 'Su nombre es hoy'. Cuando de ellos se trata es particularmente cierto que ma?ana siempre es tarde.
Federico Mayor Zaragoza es profesor de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y presidente de la Fundaci¨®n Cultura de Paz.
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