Comunismo pastoril
Un paseo por el sur de Moncalvillo, dehesa comunal de San Agust¨ªn de Guadalix y reserva de la biosfera
Alguien ha dicho (ahora no recordamos qui¨¦n) que lo que hace tan grata la naturaleza a los ojos de tantos hombres es que no nos juzga. A un oso, a una cascada o a un pino les es absolutamente indiferente si somos ciudadanos ejemplares o delincuentes habituales, moros o cristianos, del Bar?a o del Osasuna Promesas. No es que la naturaleza sea est¨²pida, ni tampoco maternal, ni democr¨¢tica, ni pasota; simplemente es que es ajena a nuestras convenciones, empezando por la m¨¢s artificiosa de todas: la pol¨ªtica.
Prueba de que la naturaleza no toma partido nos la dan los dos encinares mejor conservados de nuestra regi¨®n, el monte de El Pardo y la dehesa de Moncalvillo: uno, propiedad desde el siglo XIV de un solo se?or, el rey de turno, que lo us¨® para darle gusto al gatillo; la otra, perteneciente a todos y cada uno de los vecinos de San Agust¨ªn de Guadalix, que desde los tiempos de la reconquista la aprovecharon para apacentar sus ganados.
Enebros, cornicabras y quejigos salpican un mar de encinas, donde viven zorros y b¨²hos reales
Viendo la buena salud de ambos predios, queda claro que las encinas no son de derechas ni de izquierdas, sino de donde les dejan vivir en paz. Una valiosa ense?anza, sobre todo viniendo de quien no pretende darla.
La dehesa de Moncalvillo, que es la que ahora nos interesa, era en su origen un finca mucho mayor que fue donada en 1459 por Pedro Gonz¨¢lez de Mendoza, obispo de Calahorra e hijo del famoso marqu¨¦s de Santillana, a San Agust¨ªn y Pedrezuela, con la condici¨®n de que no la partieran ni vendieran. Pero los de Pedrezuela, en cuanto tuvieron ocasi¨®n, hicieron de su capa tantos sayos como vecinos.
La parte de San Agust¨ªn, en cambio, se mantuvo indivisa incluso cuando las desamortizaciones del siglo XIX, y fiel a ese comunismo pastoril se han conservado intactas hasta la fecha, sin m¨¢s merma que un par de cortas de encinas para saldar unas deudas municipales, sus 1.350 hect¨¢reas de superficie -unos 15 kil¨®metros de per¨ªmetro-, que van desde casi las afueras de San Agust¨ªn hasta la falda del cerro de San Pedro. Hoy nos vamos a asomar a ella desde su l¨ªmite meridional, el m¨¢s cercano a la villa, el cerro del Olivar.
De San Agust¨ªn saldremos por la calle de Lucio Benito, rebasando el coso taurino y el camposanto para seguir de frente por una pista de tierra que corre entre labrad¨ªos y que apunta directa a la c¨®nica mole, all¨¢ en el lejano noroeste, del cerro de San Pedro, cerro pelado como un sorche, se?al de que cae fuera de la dehesa.
A dos kil¨®metros largos del pueblo, tras pasar unos chal¨¦s, llegaremos a una glorieta junto a una vieja casa del Canal de Isabel II, cuya tapia blanca bordearemos a fin de coger, por detr¨¢s, la pina senda que asciende paralela a un tendido el¨¦ctrico y culminar, a una hora del inicio, el cerro que coronan unos ancianos olivos, de ah¨ª su nombre.
Por lo alto del cerro pasa la cerca de piedra que delimita la dehesa, linde que no cruzaremos, sino que avanzaremos junto a ella a mano derecha dando vistas, como desde un puente de mando, a este mar de encinas que salpican aqu¨ª y all¨¢ enebros, cornicabras y, en los barrancos, donde mayor es la humedad, quejigos.
Zorros, gatos monteses, b¨²hos reales, mochuelos, abejarucos, orop¨¦ndolas, abubillas, vencejos, milanos negros y buitres leonados cohabitan, como hace siglos, con 600 cabezas de vacuno y ciento de caballar. Claro ejemplo de armon¨ªa entre el hombre y la naturaleza, que es lo que la Unesco valor¨® al declarar Moncalvillo reserva de la biosfera.
Avanzando siempre por la cresta del cerro en la misma direcci¨®n (noreste), llegar¨¢ un momento en que la fuerte pendiente de bajada nos obligar¨¢ a separarnos de la cerca y virar a la derecha (este) siguiendo la trocha que desciende hasta donde el canal viejo de Isabel II salva el barranco del arroyo del Ca?o mediante el monumental acueducto de la Retuerta. Poco m¨¢s abajo, hallaremos una carretera de servicio del canal. Y yendo por ¨¦sta hacia la izquierda, en cinco minutos, una ancha pista de tierra que baja franca hacia San Agust¨ªn.
Marcha breve para el invierno
- D¨®nde. San Agust¨ªn de Guadalix dista 33 kil¨®metros de Madrid yendo por la carretera de Burgos (A-I). Una vez en el pueblo, hay que preguntar por la plaza de toros y el cementerio, pues ambos est¨¢n en la calle por la que comienza la ruta a pie. Hay autobuses de Continental-Auto (tel¨¦fono 91 314 57 55) desde la plaza de Castilla. - Cu¨¢ndo. Paseo circular de ocho kil¨®metros y dos horas largas de duraci¨®n, con un desnivel de s¨®lo 160 metros -San Agust¨ªn, 684 metros; cerro del Olivar, 843- y una dificultad muy baja, recomendable para el invierno por su brevedad y la baja altura a que discurre. - Qui¨¦n. Felipe Camarero, Miguel ?ngel Bermejo, M¨®nica Bustillos, Mill¨¢n Fern¨¢ndez y Jos¨¦ Ignacio L¨®pez son los autores de Del Guadalix al Jarama, gu¨ªa de Los Libros de la Catarata (tel¨¦fono 91 532 05 04) que describe ¨¦sta y otras rutas a pie o en bici por Moncalvillo. M¨¢s informaci¨®n, en el Ayuntamiento de San Agust¨ªn (91 841 80 02). - Y qu¨¦ m¨¢s. Ya que vamos a avistar desde un mirador la dehesa de Moncalvillo y todo San Agust¨ªn, merece la pena cotejar lo observado con un mapa como la hoja 19-20 (Torrelaguna) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito o la 509 del Instituto Geogr¨¢fico Nacional.
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