'La lectura electr¨®nica es casi contraria a la lectura misma'
Sostiene Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), que acaba de publicar la colecci¨®n de ensayos En el bosque del espejo, que para sentirse en casa s¨®lo necesita un libro y una cama. Sus bibliotecas, as¨ª, han seguido el rastro de sus dormitorios por todos los pa¨ªses, de Canad¨¢ a Italia pasando por Tahit¨ª, en los que ha vivido. Lo primero que recuerda haber le¨ªdo son los cuentos de los Grimm: 'Los rele¨ª mil veces. La tendencia de los ni?os y de los viejos es a releer. Tal vez porque pensamos que si un texto nos hizo feliz puede volver a hacernos feliz'. El hecho de que, siendo argentino, escriba en ingl¨¦s tiene una explicaci¨®n. Cuando Manguel ten¨ªa un mes, su padre fue enviado a Israel como embajador. All¨ª tuvo una nodriza checa de lengua alemana que le ense?¨® alem¨¢n e ingl¨¦s. No aprendi¨® espa?ol hasta volver a Argentina a los siete a?os. En Buenos Aires ser¨ªa lector para un Borges ya ciego.
'Las campa?as de lectura son hip¨®critas. Cualquier gobierno prefiere un pueblo est¨²pido a uno inteligente'
'No hay que imponer literaturas oficiales. Ni hablar de cl¨¢sicos o de alta y baja literatura'
PREGUNTA. Usted es argentino, escribe en ingl¨¦s, vive en Francia. ?D¨®nde est¨¢ su biblioteca?
RESPUESTA. Durante a?os estuvo en cajas. Mi casa en Toronto era muy peque?a. Ahora construyo mi biblioteca en un pueblecito franc¨¦s.
P. ?Cu¨¢ntos vol¨²menes tiene?
R. Lo digo casi con verg¨¹enza, unos 50.000.
P. ?Y cu¨¢ntos cree que puede leer un ser humano en una vida?
R. Yo tengo 53 a?os. 50.000 son 1.000 libros por a?o.
P. ?Quiere decir que los ha le¨ªdo todos?
R. Los he abierto todos. Hay libros que se leen de cabo a rabo, otros se releen, otros se abren para rescatar una frase, y hay libros que transmiten su texto por osmosis. Hay libros que apilo al lado de la cama, y al cabo de unas semanas s¨¦ que los he le¨ªdo, o al menos s¨¦ de qu¨¦ tratan, y los puedo volver a poner en sus estantes.
P. ?Por eso habla de la relaci¨®n entre el libro y la cama?
R. Esa relaci¨®n er¨®tica existe. Cuando hablamos de llevarnos un libro a la cama la expresi¨®n es muy clara. A la cama no nos llevamos cualquier cosa. Los franceses tienen la expresi¨®n jouir de la lecture, gozar de la lectura, en el sentido del orgasmo. La expresi¨®n es justa.
P. Desde la primera l¨ªnea de En el bosque del espejo conf¨ªa usted en la capacidad de las palabras para dar coherencia al mundo.
R. Puede que sea un poco optimista, pero lo creo. Casi como en la vieja teolog¨ªa, lo creo porque es imposible. Tenemos que confiar en que podemos llegar a un entendimiento del mundo a trav¨¦s del lenguaje. No tenemos nada m¨¢s. Me intriga much¨ªsimo el hecho de que seamos criaturas conscientes. Somos los ¨²nicos seres que saben que existen. Esa conciencia ocasiona toda nuestra felicidad y toda nuestra miseria.
P. Y nos hace responsables. ?En qu¨¦ se diferencia la responsabilidad del lector de la del autor?
R. La del escritor es la de ser sensible a los dict¨¢menes de la experiencia, es decir, la de ser un buen alquimista. La experiencia nos da material que como escritores transmutamos en palabras. Pero s¨®lo somos artesanos de esa experiencia. Nuestra tarea acaba con la construcci¨®n de esa obra. Una vez terminada, el escritor no tiene ning¨²n poder. La obra queda en manos de quien la recibe. La responsabilidad del lector es descubrir ese texto y de tratar de hacer el camino inverso: comprender la experiencia que sirvi¨® de inspiraci¨®n. Y puede que sea otra experiencia, otro mundo el que descubra a trav¨¦s de la obra. La responsabilidad del lector es una responsabilidad que yo llamar¨ªa pol¨ªtica, porque tiene que ver con la sociedad, con la polis, tiene que ver con lo que Mallarm¨¦ llamaba dar un sentido nuevo a las palabras de la tribu.
P. Tambi¨¦n pol¨ªticamente se decide la suerte de los artistas, exigi¨¦ndoles que sean amables, como sugiere en el serm¨®n sobre Jon¨¢s y la ballena, recogido en su libro.
R. Es lo que sucedi¨® despu¨¦s del 11 de septiembre. Bush le dijo a Hollywood: 'No me hagan pel¨ªculas que asusten a la gente'. ?Qui¨¦n va a hacer ahora una novela que haga el elogio del islam en Norteam¨¦rica?
P. ?Lo que no es represi¨®n es subvenci¨®n?
R. La obligaci¨®n de una sociedad es mantener a sus artistas. No existe sin ellos, sin cultura. Pero tenemos miedo a los poetas y a los profetas porque nos acusan, porque muestran nuestras hipocres¨ªas...
P. Tambi¨¦n habla usted de lo pol¨ªtico en el sentido m¨¢s cotidiano. De Vargas Llosa llega a decir que en ocasiones el racismo le impide escribir bien.
R. El 90% de la obra de Vargas Llosa es extraordinaria. Tiene la suficiente ambig¨¹edad como para revelarnos un mundo, pero a veces los prejuicios del hombre son obst¨¢culos para la creaci¨®n. No le ocurre s¨®lo a Vargas Llosa, claro, ni tiene que ver con si es de derechas o de izquierdas. Los poemas de Neruda contra Nixon son una abominaci¨®n. No son poes¨ªa, son propaganda pol¨ªtica. Es muy dif¨ªcil para un creador ser solamente alquimista, ser s¨®lo aquel que transforma la materia dada. Uno siempre quiere intervenir, quiere saber c¨®mo funciona eso que se est¨¢ creando en un momento de magia, y es en ese instante cuando la creaci¨®n se interrumpe. La creaci¨®n no parece permitir la injerencia de lo personal.
P. ?Pero no debe un escritor inspirarse en lo m¨¢s personal?
R. Quiz¨¢ no sea as¨ª. Lo personal vale ¨²nicamente en el sentido de que es una experiencia que le ha sido dada s¨®lo a ¨¦l, y que se transforma en un poema, pero si el escritor quiere juzgar esa experiencia, entonces ocurre la f¨¢bula, la explicaci¨®n, el sentimentalismo, todas esas torpezas de la literatura.
P. ?El autor no controla su obra del todo?
R. Pensemos en alguien como Shakespeare, en una obra colosal con posibilidades infinitas de lectura. Al hombre Shakespeare su obra no le parec¨ªa nada. Steiner dice que si Shakespeare hubiera escrito en los a?os sesenta hubiese escrito historietas, ¨¦l hac¨ªa algo popular que no era literatura, sino puro entretenimiento. Cuando acaba de escribir El Rey Lear, el director de la compa?¨ªa le dice que necesita un cambio: se acaba de incorporar un actor que es un payaso maravilloso y necesita un papel para ¨¦l. Shakespeare escribe entonces el personaje del buf¨®n, que es clave en la obra. Todo eso lo hace sin conciencia. Tambi¨¦n a Cervantes el Persiles le parec¨ªa mejor que el Quijote.
P. Por eso emplea usted la imagen del fot¨®grafo ciego.
R. Claro. La c¨¢mara capta una realidad que puede ser vista por los otros, pero el propio fot¨®grafo no ve nada. No quiero ser injusto con Vargas Llosa. Podr¨ªa haber escrito sobre C¨¦line o sobre Chesterton. O sobre el mismo Borges, que dijo cosas espantosas sobre los negros y las mujeres.
P. ?La cultura no nos hace mejores? Usted dice que la lectura nos mejora, pero a rengl¨®n seguido habla de un profesor decisivo para usted que termin¨® colaborando con la dictadura argentina.
R. Creo que queremos que el arte. la literatura y el amor nos hagan mejores. Porque son creaciones espl¨¦ndidas nos parece que tienen que tener el poder de abrirnos las puertas del para¨ªso. Pero en realidad no son nada. El Quijote es unos pedazos de papel. No es un objeto m¨¢gico. La magia ocurre cuando el lector entra en la obra. Entonces la posibilidad de epifan¨ªa existe, pero la misma duda impl¨ªcita en la palabra posibilidad explica, en el ejemplo cl¨¢sico, c¨®mo los oficiales nazis pod¨ªan escuchar a Mozart y despu¨¦s encender las llaves de los hornos de gas. La redenci¨®n hay que gan¨¢rsela, y hay que gan¨¢rsela cada vez. Habr¨ªa que aplicar una ley luterana: a veces todos los esfuerzos no son v¨¢lidos si no se da un estado de gracia. Estoy derivando hacia la m¨ªstica, lo s¨¦, pero es que no tengo una explicaci¨®n. Es una cuesti¨®n de suerte, finalmente. Algunos lectores, a veces, se iluminan con una lectura. Eso es todo lo que podemos decir.
P. ?C¨®mo convencer entonces a alguien para que lea?
R. Hay varios aspectos en esa cuesti¨®n. Primero, uno social. Las campa?as para que la gente lea son hip¨®critas. Nuestras sociedades no creen en la importancia del acto intelectual. Los gobiernos le tienen mucho miedo. Cualquier gobierno prefiere un pueblo est¨²pido a uno inteligente. Es muy dif¨ªcil gobernar a un pueblo que lea y cuestione las cosas. Cuando Atenas juzga a S¨®crates, ¨¦ste reconoce la validez de ese juicio: corrompe a los j¨®venes porque les ense?a a pensar. La segunda cuesti¨®n es que le tenemos miedo al conocimiento. Es mucho m¨¢s f¨¢cil permanecer en un estado de semiestupidez donde las definiciones nos son dadas, donde todo es blanco o negro. ?se es el discurso de Bush el 11 de septiembre: 'Nosotros somos los buenos, ellos son los malos', que es un eco claro del grito de las Cruzadas: 'Los paganos se equivocan, los cristianos tienen raz¨®n'. En ese tipo de dial¨¦ctica nos sentimos c¨®modos. Es muy dif¨ªcil vivir en la ambig¨¹edad, en la tensi¨®n que crea una pregunta que no tiene respuesta, como cu¨¢l es el sentido de la vida o por qu¨¦ nos enamoramos o morimos, esas preguntas enormes... Y es justamente eso lo que la literatura propone constantemente. Borges dec¨ªa que el hecho est¨¦tico era la inminencia de una revelaci¨®n que no se produce. Uno termina Romeo y Julieta sin una soluci¨®n. ?Cu¨¢l es la soluci¨®n? ?No enamorarse?
P. Y en un sentido m¨¢s privado, ?c¨®mo puede un padre inculcar el gusto por la lectura a su hijo?
R. ?C¨®mo se puede hacer que uno se enamore? Vuelvo a esos ejemplos amorosos y er¨®ticos porque son ¨²tiles. El otro d¨ªa me llama por tel¨¦fono mi hijo de 19 a?os, desesperado porque su novia no lo quiere m¨¢s. No puedo decirle nada. No hay nada para decirle. Puedo darle la literatura del mundo entero y decirle: esto ha ocurrido desde la primera noche de los tiempos, seguir¨¢ ocurriendo hasta la ¨²ltima noche de los tiempos. Nos ha ocurrido a todos. Nos volver¨¢ a ocurrir a todos. Ni toda la experiencia del mundo sirve para prevenirlo. Todas las veces duele como si fuera la primera vez. Todo eso no sirve de nada. No puedo ense?¨¢rselo. Ni puedo hacer que lea.
P. ?No se puede hacer nada?
R. Desgraciadamente no. Tal vez poner libros a la disposici¨®n de la gente. Decirle a los estudiantes que eso les pertenece. No imponer literaturas oficiales. No hablar de cl¨¢sicos, de reglas, de alta y baja literatura. Son categor¨ªas que alejan de lo que debe ser la libertad del lector ante el texto.
P. ?No cree que deba haber un canon?
R. No debe haber un canon oficial. Hay un canon que se impone solo. Nadie oblig¨® a nadie a leer y releer la Odisea. Sin embargo, nadie se acuerda hoy de autores que en un momento pertenecieron al canon. ?Qui¨¦n se acuerda de Lactancio?
P. ?Cada cual establece sus jerarqu¨ªas?
R. Es una cuesti¨®n intensamente personal. Hay lectores a quienes la lectura de Agatha Christie les basta. A m¨ª me gusta mucho Agatha Christie, pero no me basta. Necesito lecturas que para m¨ª son m¨¢s ambiguas, que me permiten m¨¢s relecturas.
P. ?La gran literatura, como dice usted citando a Northop Frye?
R. S¨ª, aqu¨¦lla 'due?a de una visi¨®n siempre m¨¢s vasta que la de sus mejores lectores'. Es genial ?no?
P. ?Eso es para usted la Alicia de su bosque del espejo?
R. Cada vez que releo Alicia hay algo que explica cosas de mi propia vida. Un libro es, curiosamente, un reflejo del lector, no del escritor. Uno en el fondo quiere que toda literatura sea autobiogr¨¢fica. Leemos para encontrar una experiencia que hemos tenido. O que queremos tener. Todo eso yo lo encuentro en Alicia. Me divierto, me gusta su personalidad, me encanta el estilo en que est¨¢ escrito... Conozco ese libro casi de memoria y cada vez que lo leo hay algo nuevo. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir?
P. ?Qu¨¦ contempor¨¢neos le producen la misma sensaci¨®n?
R. No hay cosa m¨¢s dif¨ªcil que leer a los contempor¨¢neos. No hay distancia, est¨¢n contaminados de chismer¨ªos, de verles la cara, sobre todo ahora que algunos escritores son pop stars. Es dif¨ªcil saber si dentro de 200 a?os Garc¨ªa M¨¢rquez ser¨¢ una figura esencial. Y tampoco s¨¦ si es necesario saberlo. Que nos sean ¨²tiles ahora. Un autor que me apasiona, por ejemplo, es Sebald. Y Sandor M¨¢rai. Y Borges, sobre todo. Si tuviese que decir un escritor reciente y, como dir¨ªa ¨¦l mismo, 'sin quien el mundo ser¨ªa m¨¢s pobre', ¨¦se ser¨ªa Borges.
P. La obra de Sebald suele servir como ejemplo de ruptura de los g¨¦neros. ?Va por ah¨ª la literatura?
R. La mezcla de g¨¦neros es la cosa m¨¢s antigua del mundo. Los g¨¦neros son los que son nuevos.
P. No hay, pues, muerte de la novela.
R. Lo que hay es una especie de pasi¨®n necrol¨®gica que quiere que la novela muera, que el libro muera, que la lectura muera. Cuando anunciaron la muerte de Mark Twain mientras ¨¦l viv¨ªa, mand¨® un telegrama al diario diciendo: 'El anuncio de mi muerte ha sido exagerado'. Yo creo que el anuncio de la muerte de la novela ha sido exagerado.
P. Para usted, tampoco el libro desaparece con el medio electr¨®nico, pero ?cambia nuestra forma de leer?
R. Cuando le¨ªamos una tablilla de arcilla lo primero que ten¨ªamos que hacer era retener de memoria una cara para leer la otra. Al leer en el rollo tuvimos que aprender a leer en secuencias. En el codex, a aprender a utilizar la libertad de pasar de la p¨¢gina 14 a la 50. La electr¨®nica nos ha dado una forma de lectura que es casi contraria a la lectura misma. La lectura como acto consiste en ir hacia lo profundo, y en ir lentamente, tomando tiempo para que las memorias de lectura se sucedan una a la otra. La electr¨®nica propone una lectura de superficie y una lectura casi instant¨¢nea. ?sa era la publicidad del e-mail: 'La comunicaci¨®n m¨¢s r¨¢pida que el pensamiento'. Como si quisi¨¦semos una comunicaci¨®n m¨¢s r¨¢pida que el pensamiento. Ahora tenemos esa posibilidad de lectura, pero una forma no reemplaza a la otra. Ciertos libros ser¨¢n publicados electr¨®nicamente -enciclopedias, libros cient¨ªficos-, pero otros se seguir¨¢n leyendo en papel porque, incluso cuando existen electr¨®nicamente, la gente los imprime para leerlos, por cuestiones fisiol¨®gicas. Las distintas formas de lectura convivir¨¢n, simplemente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.