Mentiras como pu?os
De la aplicaci¨®n del Pol¨ªgrafo y la C¨¢mara T¨¦rmica a ciertas declaraciones pol¨ªticas
ue Mark Twain quien dej¨® escrito 'que ser¨ªa mil veces preferible no mentir que mentir con poco juicio, porque una mentira torpe, carente de valor cient¨ªfico, es, a veces, tan desastrosa como una verdad'. Ultimamente asistimos perplejos a un Concierto desconcertante en el que sus principales solistas desafinan sin pudor acus¨¢ndose mutuamente de mentirosos.
En homenaje a Twain esta ¨®pera bufa podr¨ªa titularse 'La verdad de las mentiras', obra en tres actos en la que la soprano Zenarruzabeitia fue la primera en entonar su aria con r¨¦plica del bar¨ªtono Montoro y un apote¨®sico final del Primer Movimiento a cargo de la Orquesta y Coros de Ajuria Enea, dirigida por el maestro Ibarretxe.
Pero ?qu¨¦ criterio fiable queda para reconocer la veracidad de las declaraciones pol¨ªticas?. Hace a?os serv¨ªan los aparatosos discursos, cuanto m¨¢s incomprensibles, obtusos y cr¨ªpticos mejor. El p¨²blico no comprend¨ªa absolutamente nada, pero le daba igual. Luego se impuso el estilo tecn¨®crata, aportando palabras cargadas de raz¨®n hasta los topes, esgrimiendo datos, cifras, estad¨ªsticas, macromagnitudes, curvas, gr¨¢ficos, impupts y outputs. El votante, ajeno a la prosodia decimal, segu¨ªa sin entender nada. En los ¨²ltimos meses ni las palabras m¨¢s altisonantes, ni las cifras m¨¢s espectaculares certifican ya el baremo de veracidad.
Ahora, para convencer al espectador de la sinceridad de ciertos planteamientos, hay quien trata de exponer obscenamente su estado de ¨¢nimo, de mostrar su enfado, de poner cara de pocos amigos, de hacer patente el desahogo, la indignaci¨®n, el mal rollo, de amenazar, si es preciso.
Y en esas estamos con 'la Zenarruza', de Prima Donna emulando a 'la Callas', erigida en Casta Diva, con el tenor Rabanera 'harto de insultos y mentiras' y con el Otxote de Ibarretxe a punto de dar la nota parietar, el do de pecho en cualquier momento. Como la verdad nunca se presenta al completo, (tiene zonas oscuras y lagunas de conocimiento) nos tienen a todos y a todas, confundidos y confundidas.
As¨ª que, no conformes ni satisfechos con el habitual gesto desairado de nuestros pol¨ªticos, con el simple arte de la apariencia, reclamamos que se haga de una vez por todas la luz y se ponga de nuevo en funcionamiento 'La M¨¢quina de la Verdad', ese aparejo, tambi¨¦n llamado Pol¨ªgrafo, inventado en 1902 por el cardi¨®logo James Mackenzie, que sirve para medir, al mismo tiempo, la tensi¨®n arterial y el pulso yugular por un sistema el¨¦ctrico que permite detectar los efectos som¨¢ticos de ciertas actitudes como la mentira.
D¨ªas atr¨¢s el bar¨ªtono Montoro hizo otra arriesgada propuesta de veracidad: Plante¨® que las reuniones del Concierto se retransmitieran en directo, con c¨¢maras y micr¨®fonos, para que todo el mundo pudiera ver y o¨ªr quien dec¨ªa qu¨¦, quien desafinaba y quien ten¨ªa bemoles para sostener el s¨ª bemol. Formato interesante pero incompleto debido a lo farragoso del tema en cuesti¨®n y a los sesgos y prejuicios particulares de la audiencia a la hora de votar a sus preferidos como en 'Operaci¨®n Triunfo'.
Para aclarar posturas, para dirimir este enojoso embrollo, y sin desechar las posibilidades del medio televisivo, hemos optado, no obstante, por el cientifismo del Pol¨ªgrafo o Maquina de la Verdad y la solvencia demiurga de Juli¨¢n Lago que para esta ocasi¨®n contar¨ªa adem¨¢s con la incorporaci¨®n a su programa de la nueva C¨¢mara T¨¦rmica de Alta Deficinici¨®n, recientemente descubierta en USA, y que, seg¨²n la revista Nature, permite 'detectar las mentiras en el rostro al percibir un leve aumento de temperatura alrededor de los ojos del embustero'.
Obviamente, esta segunda edici¨®n de 'La M¨¢quina de la Verdad' deber¨ªa afrontar un necesario y urgente planteamiento de servicio p¨²blico, prescindir de sus fr¨ªvolas veleidades del pasado, olvidarse de Antonia dell' Atte, Sara Montiel , Bienvenida P¨¦rez y Jes¨²s Gil, para dedicar todo el rigor y el conocimiento de los cient¨ªficos de la Universidad de Minnesota a observar los cambios en el flujo sangu¨ªneo de la regi¨®n facial de Zenarruzabeitia, Montoro, Ibarretxe, Posadas, Bergara, Sudupe y Rabanera, reaccionando ante las siempre incisivas y osadas preguntas de Juli¨¢n Lago.
En el programa poco importar¨ªa que contestasen antes o despu¨¦s de la publicidad, lo esencial, el an¨¢lisis cualitativo, no radicar¨ªa en las respuestas sino en ese leve rubor que se dejar¨ªa ver en los rostros de los turbados protagonistas, inexorablemente detectado por la infernal m¨¢quina, cuando ¨¦stos mintieran.
Este milagro ya casi es posible gracias a la combinaci¨®n entre el Pol¨ªgrafo y la t¨¦cnica de im¨¢genes t¨¦rmicas de alta definici¨®n que aplicadas conjuntamente sobre la jeta, la oreja y la yugular de los invitados, nos permitir¨ªan conocer, con escaso margen de error, si los argumentos que manejan para defender sus posturas forman parte del I.E.I. (Indice de Expectativas Irracionales), si introducen distorsiones en la descripci¨®n de la realidad o simplemente si mienten como bellacos.
De nada servir¨ªa, pues, seguir con el viejo truco de ponerse echo un basilisco, de mostrar la presi¨®n arterial, de sacar pecho, de estirar el cuello, de inflamar el car¨¢cter, de hacerse el digno o el ofendido o de poner el grito en el cielo para sentirse cre¨ªble ante una opini¨®n p¨²blica m¨¢s atenta a un artefacto similar a 'La m¨¢quina de leer los pensamientos' que invent¨® aquel doctor Hickey fabulado por Andr¨¦ Maurois, que al enga?oso lenguaje gestual y corporal de sus l¨ªderes.
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