Sin contemplaciones
Casi es el t¨ªtulo de una pel¨ªcula de Clint Eastwood pero como escribo sobre el Pa¨ªs Vasco, encaja.Los vascos tenemos escasos motivos para la esperanza. Con un nacionalismo de espaldas a la historia, tan esquizoide como para conjugar el euro con Sabino Arana, la desaparici¨®n de la milicia obligatoria con la recluta de j¨®venes para el ej¨¦rcito de sombras encapuchadas que destruyen cada noche lo que sus padres construyen cada d¨ªa, tan surrealista como para demandar la muerte del Estatuto de Autonom¨ªa desde el poder que el mismo Estatuto les ha otorgado, o como para aspirar a una naci¨®n en la que la mitad de sus ciudadanos sean extranjeros. Y como tampoco desde los otros ¨¢mbitos pol¨ªticos nos llega nada positivo, temblamos.
'Es hora de plantar cara y que el Congreso decida no tratar m¨¢s tema que uno: La Libertad'
El PP, por el momento, mantiene el tipo con las coseduras autoritarias caracter¨ªsticas de la derecha educada. Y la IU de Madrazo se ensarta de monaguillo en una imposible misa negra. Y quien debiera tener la llave de este laberinto infernal, el PSE-EE se enreda, precisamente ahora, en los mil hilos de una bronca dom¨¦stica cuyo ovillo, aun l¨ªan m¨¢s desde Ferraz, donde cuando no hacen de Ham-let, lanzan al elefante a planchar la cacharrer¨ªa.
?Qu¨¦ alguien pare esto, que yo me bajo! Esta diligencia, sin ahorrarse un solo bache, conduce a Dodge City, donde cada cual se defender¨¢ con las armas que se agencie, encomend¨¢ndose a la rapidez propia y a la lentitud del contrario. S¨®lo los socialistas pueden poner orden en semejante barrizal y su congreso de marzo se lo pone en bandeja, pero habr¨¢n de actuar sin contemplaciones. O imponen que el pan sea pan y el vino, vino, o entraremos en una vor¨¢gine de imprevisibles consecuencias y la Historia se lo reprochar¨¢ para bald¨®n de la biograf¨ªa de sus siglas, para verg¨¹enza personal de sus dirigentes y desesperaci¨®n de quienes les vienen votando y de los que, aunque sin carnet, siempre hemos sido socialistas.
La historia que el socialismo ofrece, el tejido social que lo sustenta, la ¨¦tica y el sentido de justicia que le caracterizan, pueden contrarrestar desde la racionalidad, y sin que falten dosis de iron¨ªa y optimismo, los desmanes nacionalistas. Pero esta pel¨ªcula s¨®lo tendr¨¢ fin, si la verdad, en su congreso, es aireada sin contemplaciones, con la dureza que requiere lo delicado de la situaci¨®n y en la que se juegan, con el pa¨ªs detr¨¢s, la vida en libertad. Lo dem¨¢s ahora es accesorio.
Fue Fernando Buesa quien habl¨® en Euskadi de la necesidad de 'una revuelta social y democr¨¢tica', y han sido los intelectuales de izquierda quienes han dado cuerpo a esa actitud, asumiendo evidentes riesgos al colocarse en la misma trinchera que los pol¨ªticos amenazados y consiguiendo que seamos cada d¨ªa m¨¢s los ciudadanos que nos identifiquemos, aunque con riesgo, con esta posici¨®n de grandeza y rectitud, en vez de con la del silencio y el 'todo es igual' que conduce a la sumisi¨®n y la dependencia. Cualquier otra posici¨®n ser¨¢ respetable, pero no es ¨¦ste su momento. Prioridad ¨²nica y preferente es la revuelta ¨¦tica ciudadana en la que, como prolongaci¨®n del Pacto Antiterrorista, que eso es lo que es, coincidiremos con Ferraz, con el PP, y con, al menos, la mitad de los ciudadanos de este desdichado pa¨ªs.
Este congreso ser¨¢ el del coraje. Si el PSE-EE supera el temor y se crece, y las respuestas personales ante lo inadmisible de la presi¨®n que de tan variado signo ejercen sobre su vida los nacionalismos, son las que demanda la situaci¨®n, surgir¨¢n nuevos rostros que canalizar¨¢n ese sentir general, y se unir¨¢n a quienes mantengan el vigor de plantar cara. Se ahuyentar¨¢ as¨ª de manera definitiva lo que, en algunas partes de Euskadi m¨¢s que en otras, comienza ahora a parecerse a un gigantesco s¨ªndrome de Estocolmo, donde podemos llegar a creer que superamos el temor encontrando virtudes en nuestros captores con la incre¨ªble esperanza de que ello impedir¨¢ que se conviertan en nuestos ejecutores.
Esa fuerza es la que maneja un nacionalismo mientras que el otro, como las pla?ideras, llora y cobra. Ahora apenas si queda tiempo. Ya pasaron los tiempos de la inocencia y la ignorancia que nos han tra¨ªdo hasta la inoperancia y, si nos dorminos, hasta la impotencia. Es hora de plantar cara y que el congreso puesto en pie decida no tratar m¨¢s temas que uno: la libertad. Para un dem¨®crata la libertad es el aire y sin ella, nada, absolutamente nada puede ni debe ser discutido, pactado y ni siquiera propuesto. M¨¢s tarde, cuando quienes deban pensar el futuro pa¨ªs puedan hacerlo sin escoltas, ser¨¢ el momento de hablar de todo, sin trampas ¨¦tnicas, ni burdas fantas¨ªas del pasado, sabiendo que un partido es s¨®lo un partido y representa a la parte que le vota.
Pero eso ser¨¢ despu¨¦s. Hahora toca a este congreso hablar de libertad y hacerlo sin contemplaciones. Que no es poco.
Ernesto Santolaya es editor.
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