Herm¨¦ticamente abierto
Poco a poco vamos conociendo m¨¢s cosas sobre los trabajos preparatorios del XIV Congreso que el PP celebrar¨¢ el pr¨®ximo mes de enero, y lo que vamos conociendo no anima precisamente a la alegr¨ªa. Primero fue lo del patriotismo constitucional y su pretensi¨®n de utilizarlo como arma ideol¨®gica contra los nacionalismos, especialmente contra el nacionalismo vasco. As¨ª nos lo contaban P. Rusi?ol y J. Casqueiro el pasado 4 de diciembre en las p¨¢ginas de este diario: en la peculiar intelecci¨®n que de ese concepto hace el PP, el patriotismo constitucional no va a ser mucho m¨¢s que una 'etiqueta alternativa' a la hora de enfrentar la conflictiva marca 'Espa?a' con las posiciones nacionalistas vascas. Con otras palabras: cuando desde el PP se diga ''patriotismo constitucional', l¨¦ase sin m¨¢s 'Espa?a'. Burda pretensi¨®n que, aunque se vista con los finos ropajes del pensamiento de Habermas, en burda pretensi¨®n se queda.
Ahora empezamos a saber de las pretensiones de ese mismo partido en lo que se refiere al futuro del Estado de las autonom¨ªas. Lo pudimos leer en EL PA?S el domingo: 'El PP elabora un proyecto para el cierre definitivo del proceso auton¨®mico'. As¨ª, con todas las letras. En realidad, el ministro de Administraciones P¨²blicas, Jes¨²s Posada, ya advirti¨® en julio del pasado a?o que el Gobierno presidido por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar deseaba culminar en esta legislatura el desarrollo del Estado de las autonom¨ªas. En contra de lo que su apellido llevar¨ªa a pensar, el ministro Posada se esforzaba ya hace un a?o en justificar que el actual modelo de descentralizaci¨®n territorial, lejos de ser un espacio en el que habitar temporalmente (aun cuando pueda serlo por un tiempo muy prolongado), ten¨ªa vocaci¨®n de tierra prometida, destinada a poner fin a la hist¨®rica traves¨ªa del desierto plurinacional. Ahora son el secretario de Estado de Administraci¨®n Territorial, Gabriel Elorriaga, y la ministra de Educaci¨®n, Pilar del Castillo, quienes han recibido la encomienda de elaborar una ponencia sobre la definitiva articulaci¨®n territorial del Estado.
Con el mismo br¨ªo de un Fukuyama decretando ufanamente el fin de la Historia, la ministra del Castillo, esta vez s¨ª haciendo honor a su apellido, pretende levantar para siempre el port¨®n de Espa?a diciendo a las comunidades aut¨®nomas, en particular a las que tienen su origen en nacionalidades hist¨®ricas, hasta aqu¨ª hemos llegado. De esta manera quedar¨ªan fuera de la ortodoxia constitucionalista, no ya las propuestas del nacionalismo vasco, sino incluso la a¨²n balbuceante apuesta socialista por un modelo federal de Estado, considerada por los populares como poco menos que un insidioso Caballo de Troya soberanista que s¨®lo busca la rendici¨®n y conquista del castillo espa?ol. Pero la pretensi¨®n de cerrar la historia es algo que la misma historia se encarga de ridiculizar m¨¢s temprano que tarde. Y m¨¢s si se pretende un cierre por decreto, un cierre unilateral, en cuestiones que s¨®lo pueden sustentarse en el pacto y el acuerdo.
Otra cosa es que nos interroguemos sobre la conveniencia, sobre la posibilidad incluso, de que un orden institucional pueda estar permanentemente abierto. Es una pregunta importante. Pero no deber¨ªamos confundir apertura con cuestionamiento. Existen ¨®rdenes pol¨ªticos que se quieren totalmente cerrados e inamovibles y que, por eso mismo, son castigados con la desafecci¨®n pasiva o activa: es el caso de los reg¨ªmenes totalitarios. Por el contrario, los ¨®rdenes pol¨ªticos democr¨¢ticos, por definici¨®n abiertos al cambio, pueden disfrutar de la m¨¢s firme adhesi¨®n ciudadana. As¨ª pues, menos cierres por decreto y m¨¢s apertura al di¨¢logo. Ahora bien, no ayuda en nada a ello un nacionalismo extraviado en las fenomenolog¨ªas del ser, que por mantener el futuro tan indefinidamente abierto puede acabar cediendo ante quienes, desde sus propias filas, tienen absolutamente claro que el futuro de los vascos est¨¢ escrito en su pasado y que para conquistarlo deben clausurar nuestro presente con violencia.
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