La familia es grande
Fue como las otras veces. Como cuando los otros compa?eros, antes que Javier, abandonaron la escena de los vivos para formar parte del recuerdo en la retina y en el alma de quienes les conoc¨ªan y quer¨ªan.
Por cosas del destino profesional que me han llevado hasta la Jefatura de las Relaciones Externas de la Polic¨ªa Municipal, esta ocasi¨®n -la que fatalmente ha citado a Javier para el sue?o eterno- la he vivido muy cerca de mi compa?ero durante las horas y horas que pasaban, a la vez r¨¢pida y lentamente; mientras trataba de esquivar la esquirla muerte, junto a su flamilia, una familia ejemplar por su fortaleza ante este rev¨¦s de la fortuna.
A eso de las 14.30 del d¨ªa 8 de enero ocurri¨® lo que no deb¨ªa haber pasado nunca, pero que el destino se encarg¨® de traer a colaci¨®n, poniendo la zancadilla mortal a un hombre joven. Padre de dos ni?as preciosas, de profesi¨®n polic¨ªa municipal, experimentado motorista, Javier, para mayor burla de la raz¨®n, absurda paradoja, encontr¨® el fin de sus d¨ªas a bordo de esa moto compa?era de tanto sacrificio y satisfacciones. Un desgraciado derrape, funesto, y la moto, que hasta ese momento fue fiel a su gu¨ªa, no quiso obedecerle y se abalanz¨® contra lo irremediable.
Compa?eros del accidentado que iban en su ruta vieron la terrible escena y no lo dudaron. Dejaron sus m¨¢quinas y ayudaron a Javier, roto en la calzada, de la mejor forma que sab¨ªan. La tensi¨®n, las l¨¢grimas, la rabia, el desconsuelo no hicieron tambalear la profesionalidad y sangre fr¨ªa de Javier, Luis Javier y Mariano, quienes, sin perder un instante, clavaron sus rodillas en el fr¨ªo pavimento, el fr¨ªo que quer¨ªa contagiar al compa?ero accidentado, y le practicaron con sabidur¨ªa y a conciencia un masaje cardiopulmonar. Y el milagro se obr¨®. Javier, que a consecuencia del choque detuvo el latido de su coraz¨®n, de pronto volvi¨® a insuflar vida. Javier daba las gracias de esta manera, porque ya era tarde para las palabras.
Los facultativos del Samur le trasladaron estable hasta el Doce de Octubre. Y la planta de intensivos se volc¨® en un polic¨ªa municipal que Madrid no quer¨ªa perder. Se impusieron las graves lesiones medulares que hac¨ªan de nuevo tambalear su coraz¨®n como ya hab¨ªan parado su cerebro. Aun as¨ª, Javier todav¨ªa quiso servir a los dem¨¢s y, por boca de su familia, don¨® sus ¨®rganos. Desde su ingreso hasta ese momento pasaron ocho horas en las que compa?eros y la propia familia de Javier paseaban su angustia y su dolor de forma contenida yendo de un lado a otro de ese largo corredor de la UCI.
Tuvimos tiempo los que all¨ª estuvimos, y fuimos muchos -el alcalde, la tercera teniente de alcalde, el director de servicios de Polic¨ªa Municipal, los jefes del cuerpo y tantos y tantos compa?eros-, los que pudimos abrazar a una familia que nos dio a todos una lecci¨®n de entereza, porque en ning¨²n caso sus sollozos dolientes y resignados cedieron al descontrol de la desesperaci¨®n.
Servidora, que de vez en cuando necesitaba tomar aire, sal¨ªa a la calle y recibi¨® muestras de solidaridad y preocupaci¨®n sin cara por parte de ciudadanos advertidos del ingreso en el hospital de un polic¨ªa municipal gravemente lesionado.
No pudo ser y lleg¨® un desenlace que ya tem¨ªamos todos. Y todos nos vimos al d¨ªa siguiente en la capilla ardiente instalada en la Jefatura de la Polic¨ªa Municipal y despu¨¦s en el cementerio de San Isidro. Los compa?eros de Javier, motoristas tambi¨¦n, flanquearon impecable y respetuosamente la caravana. Por sus gestos serios era f¨¢cil adivinar qu¨¦ sent¨ªan por dentro. Algo parecido nos tocaba la fibra al resto de la comitiva. Deja Javier mujer y dos hijas, y varios hermanos y, sobre todo, un padre, don Ram¨®n, un hombre mayor de una entereza singular.
Pero tambi¨¦n deja a sus compa?eros, que no lo dejaron solo un instante de los pocos que le quedaban con vida y que se preocuparon por ¨¦l, que le tendr¨¢n siempre en su memoria. La familia de la Polic¨ªa Municipal es grande, y no s¨®lo por numerosa, sino por sentimiento.
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