?Deber¨ªan poder declararse en quiebra los pa¨ªses como Argentina?
Es famosa la frase de Walter Wriston, ex presidente de Citibank, de que los pa¨ªses no van a la quiebra. Pero a lo largo de los dos ¨²ltimos siglos, m¨¢s de 90 han incumplido el pago de sus deudas y varios de ellos lo han hecho en repetidas ocasiones. Al anunciar una moratoria a finales del a?o pasado, Argentina s¨®lo se convirti¨® en el ejemplo m¨¢s reciente.
El incumplimiento de los pagos siempre es doloroso, tanto para los deudores como para los acreedores. Y as¨ª debe ser. Los pa¨ªses -como las empresas y los particulares- deben pagar sus deudas y sufrir cuando no lo hacen. De otro modo, la gente no estar¨ªa dispuesta a prestarles dinero y les resultar¨ªa mucho m¨¢s dif¨ªcil financiar las inversiones. Pero cuando las deudas de un pa¨ªs llegan a ser aut¨¦nticamente insostenibles, resolver el problema pronto y de forma ordenada redunda en el inter¨¦s de todos.
Desgraciadamente, no es algo que ocurra con demasiada frecuencia. Del mismo modo que cuando tenemos dolor de muelas retrasamos hasta el ¨²ltimo momento la visita al dentista, los gobiernos intentan a menudo posponer lo inevitable. La consecuencia es que los ciudadanos del pa¨ªs que deja de cumplir sus pagos sufren m¨¢s dificultades de las necesarias, y a la comunidad internacional se le complica la tarea de ayudar a recoger los trozos.
La lecci¨®n est¨¢ clara: necesitamos mejores incentivos para reconciliar a deudores y acreedores antes de que unos problemas solucionables se conviertan en aut¨¦nticas crisis. El equipo directivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estado estudiando la manera de hacerlo, estudiando los procedimientos de suspensi¨®n de pagos empresariales en Estados Unidos, regulados por el art¨ªculo 11. A¨²n estamos lejos de tener una propuesta formal, pero esperamos discutir estas ideas con nuestra junta directiva y otras partes interesadas en los pr¨®ximos meses.
Cuando nos planteamos la posibilidad de un nuevo enfoque, lo primero que hicimos es preguntarnos por qu¨¦ algunos pa¨ªses esperan tanto tiempo para reestructurar las deudas insostenibles. La resistencia a enfrentarse a conflictos econ¨®micos y pol¨ªticos es evidentemente parte de la respuesta, y ning¨²n planteamiento nuevo puede ni debe descartarla por completo. Pero tambi¨¦n son importantes las barreras log¨ªsticas y legales.
Si la reestructuraci¨®n de la deuda ya era bastante dif¨ªcil en la d¨¦cada de los ochenta, cuando para congregar a la mayor¨ªa de los acreedores de un pa¨ªs no hab¨ªa m¨¢s que reunir a 15 banqueros en torno a una mesa, las cosas son mucho m¨¢s complicadas ahora. En los ¨²ltimos a?os, los pa¨ªses han tomado prestado cada vez m¨¢s dinero a trav¨¦s de la emisi¨®n de bonos y recurriendo a los bancos. Los bonistas son m¨¢s numerosos, an¨®nimos y dif¨ªciles de coordinar. Esto complica el 'problema de acci¨®n colectiva' de lograr que los acreedores se pongan de acuerdo sobre las condiciones de la reestructuraci¨®n, aunque pr¨¢cticamente todos ellos saldr¨ªan beneficiados.
La consecuencia es que todo el mundo prev¨¦ una reestructuraci¨®n dif¨ªcil y desordenada, y ello posibilita que los acreedores se peleen entre s¨ª por ser los primeros a quienes se les devuelva el dinero. En vez de buscar salidas precipitadas, tenemos que crear mejores incentivos para lograr que los acreedores sigan interesados.
Otro impedimento para una reestructuraci¨®n ordenada ha sido la creciente amenaza de acciones legales. Esto se debe en parte a que los bonistas que aspiran a ser reembolsados no tienen que compartir las costas de los pleitos con otros acreedores, como tienen que hacer los bancos. Una segunda raz¨®n es que los litigantes han superado recientemente una de las barreras tradicionales para demandar a gobiernos deudores, es decir, la dificultad de localizar y confiscar sus bienes. En un caso reciente, por ejemplo, un 'fondo rapaz' chantaje¨® de hecho a Per¨² al convencer a los tribunales de EE UU y Europa de que le impidieran pagar sus deudas a otros acreedores. No est¨¢ claro si esta t¨¦cnica sobrevivir¨ªa una recusaci¨®n legal en casos futuros, pero subraya un problema m¨¢s general.
?C¨®mo podr¨ªa ayudar la comunidad internacional? Una respuesta ser¨ªa que el FMI prestara a un pa¨ªs todo el dinero que ¨¦ste necesitase para rembolsar la deuda a sus acreedores. Pero esto s¨®lo servir¨ªa para que los pa¨ªses acumularan deudas indefinidamente. En cualquier caso, nuestros recursos son limitados, entre otras cosas por las reservas de nuestros miembros a la hora de emplear el dinero de los contribuyentes para ayudas de emergencia a los acreedores particulares. Son unas reservas justificadas. Los inversores y prestamistas ser¨ªan mucho m¨¢s imprudentes si vieran que el FMI espera en el banquillo para garantizarles que les devuelven su dinero. Del mismo modo que esperamos que los prestatarios devuelvan sus deudas, deber¨ªamos esperar que los que prestan sean responsables de los riesgos que corren.
Inspirarse en los procedimientos de suspensi¨®n de pagos empresariales tiene mucho sentido. Podr¨ªamos instaurar incentivos mejores creando un marco legal predecible que, con toda probabilidad, no habr¨¢ que activar formalmente con demasiada frecuencia. Un pa¨ªs podr¨ªa recibir protecci¨®n legal de sus acreedores durante un periodo de tiempo establecido mientras negocia una reestructuraci¨®n. A cambio, estar¨ªa m¨¢s obligado a negociar de buena fe y a adoptar pol¨ªticas que enderecen su econom¨ªa. Por ¨²ltimo, una vez que la reestructuraci¨®n haya sido aprobada por una mayor¨ªa suficiente de acreedores, los que no est¨¦n de acuerdo estar¨¢n obligados a aceptarla.
Estos rasgos clave deber¨¢n tener car¨¢cter de ley en todo el mundo, lo cual no ser¨¢ f¨¢cil de conseguir. Pero cuando entren en vigor, si es que lo hacen, probablemente servir¨¢n de catalizador y animar¨¢n a los deudores y acreedores a alcanzar un acuerdo por propia voluntad. Al igual que sucede con los procedimientos de quiebra dom¨¦sticos, la mayor¨ªa de la reestructuraci¨®n probablemente se desarrollar¨ªa 'a la sombra de la ley'.
Las ventajas ser¨ªan considerables, y no s¨®lo para los deudores. Al eliminar gran parte de la incertidumbre que rodea el proceso de reestructuraci¨®n, los acreedores descubrir¨¢n que el valor de sus propiedades en pa¨ªses con mercados incipientes se mantiene mucho mejor si tropiezan con dificultades econ¨®micas. Y, al ayudar a los inversores y prestatarios a diferenciar m¨¢s claramente entre riesgos buenos y malos, un mecanismo de quiebra internacional podr¨ªa ayudar a los pa¨ªses con una pol¨ªtica correcta a conseguir capital m¨¢s barato. Tambi¨¦n incrementar¨ªa la eficacia y estabilidad del sistema financiero mundial.
Naturalmente, hay muchos obst¨¢culos pr¨¢cticos y pol¨ªticos para poner en pr¨¢ctica este tipo de planteamiento. Con la mejor voluntad del mundo, tardar¨ªa dos o tres a?os en implantarse. Por desgracia, no podr¨¢ ayudar a Argentina a superar sus actuales dificultades. Pero, como inversi¨®n en una econom¨ªa mundial m¨¢s fuerte y menos propensa a las crisis en el futuro, la idea vale la pena.
Anne Krueger es subdirectora primera del Fondo Monetario Internacional. ? 2002 Global Viewpoint. Distribuido por Los Angeles Times Syndicate International, divisi¨®n de Tribune Media Services.
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