Antenas y alarma social
El planeta tierra est¨¢ afectado por un espectro electromagn¨¦tico compuesto por rayos gamma, rayos x, rayos infrarrojos, ondas de radio, etc¨¦tera. Todo esto contribuye a sostener el equilibrio de la biosfera mediante interacciones f¨ªsicas y qu¨ªmicas, sin las cuales no es posible la vida. Es probable que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n desconozca estos principios; pero ?qu¨¦ suceder¨¢ si se le nombran conceptos tales como frecuencia de ondas electromagn¨¦ticas, movimiento ondulatorio, intensidad de campo, difracci¨®n, etc¨¦tera? Evidentemente, el desconocimiento ser¨¢ a¨²n mayor.
La noticia de la posible relaci¨®n entre las antenas de telefon¨ªa m¨®vil, instaladas cerca de un colegio de Valladolid, y cuatro casos de leucemia infantil ha producido alarma social. Ahora conocemos que los ni?os han vuelto a sus clases despu¨¦s de que un informe cient¨ªfico considerara inocuas las frecuencias de los campos radioel¨¦ctricos (debajo de ciertos umbrales de intensidad, concretamente para campos de 50 hertzios) emitidos desde las mencionadas antenas.
Esta preocupaci¨®n por los asuntos que afectan a la salud es s¨ªntoma de una buena actitud c¨ªvica. Pero una cosa es la actitud c¨ªvica y otra el alarmismo provocado por 'cient¨ªficos' con af¨¢n de notoriedad, por pol¨ªticos incultos en asuntos de ciencia (recordemos las 'sabias' recetas de cocina de la ministra del PP, Celia Villalobos, en relaci¨®n con el mal de 'las vacas locas') y por opinadores profesionales, propensos a imaginar cat¨¢strofes ante el avance cient¨ªfico. Esperemos que la Junta de Andaluc¨ªa act¨²e de modo diferente a como lo ha hecho en Gobierno de Castilla-Le¨®n. Para ello, lo mejor es informarse sobre el asunto en revistas de medicina como la prestigiosa New England of Medicine -volumen 337, p¨¢gina 37, 3 de julio de 1997- o en los informes del Consejo de la Comunidad Europea.
La desconfianza de la gente hacia la ciencia, adem¨¢s de provenir de su desconocimiento, es tambi¨¦n producto del secretismo tradicional en el que se mueven los cient¨ªficos. Para evitar este estado de cosas habr¨ªa que llevar a la ciencia a la gente y a los gobiernos. Los estudiantes de secundaria deber¨ªan estudiar algo de filosof¨ªa e historia de la ciencia. Algunos cient¨ªficos tendr¨ªan que escribir libros de texto, en lugar de dejar esta tarea en manos de educadores que carecen de experiencia al respecto. Los peri¨®dicos (como lo hace EL PAIS) deber¨ªan publicar secciones de divulgaci¨®n cient¨ªfica y abstenerse de hacer publicidad a la pseudociencia. Los gobiernos y las sociedades cient¨ªficas tendr¨ªan que dise?ar pol¨ªticas destinadas a defender con m¨¢s vigor la libertad de investigaci¨®n y ense?anza, etc¨¦tera.
Resumiendo, si los cient¨ªficos quieren ganarse al p¨²blico, que es el que paga, deben esforzarse en conquistarlo; y si quieren que los pol¨ªticos les escuchen deben interactuar con ellos. No es suficiente que los cient¨ªficos produzcan bienes de calidad, tambi¨¦n es necesario que sepan 'venderlos', al menos tan bien como los charlatanes que, con gran ¨¦xito, venden pseudociencias y anticiencias.
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