Cela, en sus art¨ªculos
Las colaboraciones de Cela en los diarios y en las revistas culturales y literarias han sido constantes, desde los inicios de su larga trayectoria como escritor. Al menos, siempre que le dejaron: no est¨¢ de m¨¢s recordar que en 1952 lo expulsaron 'por falta de profesionalidad' de la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid. Lo que no era entonces cuesti¨®n balad¨ª, ya que Cela se ganaba la vida con estas colaboraciones.
Como escritor que no crey¨® en el cultivo can¨®nico de los g¨¦neros, los cultiv¨® todos y en casi todas sus variantes posibles. As¨ª, sus art¨ªculos pueden presentarse como apuntes (carpetovet¨®nicos o no, le gustaba precisar), estampas, cuentos y todo tipo de textos narrativos breves, lo que hoy solemos denominar microrrelatos. No obstante, Antonio Vilanova, que es quien mejor los ha estudiado, afirma con bien fundadas razones que los apuntes carpetovet¨®nicos no son ni art¨ªculos ni cuentos.
Para ¨¦l, periodismo y literatura eran la misma cosa, aunque el primero estaba mediatizado por el tiempo y la segunda no
A Cela le importaron tan poco los g¨¦neros que se empe?¨® en definirlos. Un art¨ªculo, ensaya la definici¨®n, es un 'escrito firmado, de car¨¢cter literario, pol¨ªtico o cient¨ªfico, no obligadamente informativo y por lo com¨²n de extensi¨®n media, inserto en las p¨¢ginas de una publicaci¨®n de contenido plural'.
Su vinculaci¨®n con estas publicaciones peri¨®dicas fue frecuente. Tanto sus memorias como algunos de sus libros de viajes aparecieron all¨ª primero. Y no debe olvidarse que fue art¨ªfice principal de dos importantes revistas: Papeles de Son Armadans y El extramundi. Y a pesar de ello, se tiene la sensaci¨®n de que los art¨ªculos de Cela, cuyo valor general me parece indiscutible, fueron antes que nada un ganap¨¢n, una manera de mantener un contacto habitual con el p¨²blico lector. Para Cela, los peri¨®dicos admit¨ªan 'vaga y amena literatura' pero ten¨ªan el inconveniente de que 'los barre el viento'. En su caso no ocurri¨® as¨ª, ya que una parte considerable de sus colaboraciones fueron recogidas en vol¨²menes (entre Mesa revuelta, 1945, y El color de la ma?ana, 1996, encontramos otros muchos t¨ªtulos) que ocupan dos tomos de sus obras completas. En este mismo peri¨®dico mantuvo dos secciones tituladas El asno de Burid¨¢n y P¨ªldoras desde la tercera edad.
Cela, en suma, se sinti¨® siempre periodista, lo repiti¨® en numerosas ocasiones; e incluso, en los ¨²ltimos a?os, fue presidente honor¨ªfico de la autoproclamada Asociaci¨®n de Periodistas Independientes. Para ¨¦l, periodismo y literatura eran la misma cosa, aunque el primero -explicaba- estaba mediatizado por el tiempo y la segunda no.
Su obra como articulista, con la que obtuvo en 1992 el Premio Mariano de Cavia, cuyo jurado presid¨ªa en estos ¨²ltimos a?os, ha corrido paralela a la narrativa y en ella encontramos sus mismas virtudes y defectos. Se le ha tachado con justicia de virtuoso del idioma y de mago de la palabra, de haber aunado a la perfecci¨®n la lengua popular con la culta, de utilizar como nadie esas formas crueles del humor que son la iron¨ªa y el sarcasmo. Pero a veces lo chocarrero y extravagante, su gusto por lo estrafalario, engull¨ªa las mejores virtudes de una prosa con la que hab¨ªa logrado desenmascarar lo que la realidad tiene de esperp¨¦ntica.
Cela ha cultivado el art¨ªculo hasta sus ¨²ltimos d¨ªas, en El color de la ma?ana, la secci¨®n que publicaba los domingos en ABC, ilustrada por Grau Santos. Y a pesar de andar ya muy lejos de sus mejores aciertos, se limitaba a repetir una f¨®rmula y unos efectos trillados con un estilo recargado, era dif¨ªcil no hallar en ellos una frase sorprendente o una inteligente observaci¨®n sobre los aspectos m¨¢s grotescos de la sociedad espa?ola.
De lo que no me cabe duda, m¨¢s all¨¢ de estos apresurados juicios, es que el d¨ªa que se escriba la historia del art¨ªculo literario en Espa?a, ese g¨¦nero en el que se anuda la voluntad de estilo y el pensamiento, sus 'volanderas colaboraciones en los peri¨®dicos', como a ¨¦l le gustaba llamarlas, ocupar¨¢n tambi¨¦n un lugar principal, como sus novelas y sus libros de viajes.
Fernando Valls es cr¨ªtico literario y director de la revista Quimera.
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