Europa como problema
En las democracias representativas, izquierda y derecha se definen siempre del mismo modo: la derecha conf¨ªa en las opciones racionales de los actores econ¨®micos y desconf¨ªa de las intervenciones del Estado o de los actores sociales, mientras que la izquierda intenta limitar la acci¨®n de las fuerzas dominantes y hacer progresar la justicia y la igualdad. Pero esta definici¨®n general no es suficientemente concreta. Queremos saber cu¨¢l es el terreno de juego de la oposici¨®n derecha-izquierda. Unas veces es el de las relaciones laborales; otras, el de las deducciones fiscales. ?Pero en qu¨¦ terreno se enfrentan en este momento la derecha y la izquierda? En el de la construcci¨®n europea. Y si podemos hablar de una vuelta o de un fortalecimiento de la derecha es porque los gobiernos de varios pa¨ªses manifiestan reticencias respecto a la construcci¨®n europea y se acercan a Estados Unidos, centro del liberalismo mundial. Por el contrario, la construcci¨®n europea progres¨® con la ola rosa que cubri¨® a casi toda Europa Occidental. Ese proyecto europeo, que algunos -cada vez menos- hab¨ªan considerado demasiado liberal, tiene una preocupaci¨®n constante por tomar medidas sociales que reequilibren, al menos en alguna medida, los efectos de la apertura de las econom¨ªas.
La vuelta de las inquietudes sociales es la que ha dado a la derecha la fuerza para protestar contra unas medidas que pon¨ªan en peligro la competitividad de las empresas europeas, ya trabadas por el retraso tecnol¨®gico de Europa respecto de EE UU. Silvio Berlusconi ha sido quien ha hecho las declaraciones m¨¢s extremistas; la pol¨ªtica m¨¢s coherente ha sido la de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en Espa?a, y la candidatura del b¨¢varo Edmund Stoiber a la canciller¨ªa de Berl¨ªn va en el mismo sentido, que no es antieuropeo en sentido extremo, pero que, aunque desea un fortalecimiento institucional de Europa, quiere que ¨¦sta reduzca sus intervenciones sociales. La postura de Dinamarca, que ha votado a la derecha, es moderada, ya que parece que el pa¨ªs abandona su rechazo al euro. Finalmente Francia, tras cinco a?os de Gobierno socialista, da la impresi¨®n de no tener claro el voto a favor de Lionel Jospin, cuyas posibilidades de vencer est¨¢n igualadas a las de Jacques Chirac, pero no son superiores. Por qu¨¦ esta duda si en los cinco a?os de Gobierno de Jospin se han introducido reformas importantes: cobertura m¨¦dica generalizada y, m¨¢s recientemente, la defensa de los ancianos dependientes que desean terminar su vida en su casa y no en el hospital. Puede que tales progresos parezcan demasiado limitados frente a las debilidades e incluso a la par¨¢lisis de un Estado cuya tarea principal ya no parece ser la lucha contra la pobreza, sino la defensa de los propios funcionarios. El agotamiento de la izquierda estatalista y de su discurso, a¨²n marxista, es la raz¨®n principal del ascenso de la derecha en Francia y de su espectacular victoria en Italia.
?Puede esta derecha apoyarse en una extrema derecha nacionalista? Todo indica que, en el caso de la Austria de Haider, el peligro se ha exagerado, pues el pa¨ªs no se ha alejado de la Uni¨®n Europea. Y el Gobierno de Berlusconi inquieta m¨¢s por su vinculaci¨®n con los intereses privados del jefe del Gobierno y por las declaraciones brutales que por la existencia de ataques directos contra la intervenci¨®n del Estado en el ¨¢mbito social.
Se puede, pues, pensar en la hip¨®tesis de que si la izquierda no se transforma para definir nuevos objetivos sociales (y no para unirse a la visi¨®n liberal), aumentar¨ªan mucho las oportunidades de una derecha propiamente liberal y el conflicto se situar¨ªa sobre todo en el ¨¢mbito de Europa. ?sta es hoy una idea de centro-izquierda al estilo Jacques Delors, combatida por los partidarios extremos de la globalizaci¨®n.
Pero la derecha no depende s¨®lo de los fallos y el retraso de la izquierda. Est¨¢ profundamente dividida en su seno. Se puede ver en Italia, y sobre todo en Francia, donde no se ha constituido ninguna coalici¨®n de derecha. El fracaso de Chirac provocar¨ªa probablemente el hundimiento de toda la derecha. Al fin y al cabo, la fuerza de ¨¦sta depende mucho menos de ella misma o de su adversario que de su deslizarse hacia el modelo estadounidense triunfante. El vigor del movimiento antiglobalizaci¨®n no debe hacernos olvidar que ¨¦sta triunfa y que da serias ventajas a los pa¨ªses centrales intermediarios. Si la izquierda de tipo antiguo no renuncia a su tradici¨®n y a sus ideas, muchos pa¨ªses van a evolucionar hacia la derecha. Y el primer efecto de una victoria de la derecha ser¨ªa un debilitamiento de la construcci¨®n europea.
Alain Touraine es soci¨®logo franc¨¦s, director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs.
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