Anda, reposando en la geometr¨ªa
Cuando vi por primera vez las esculturas del navarro Jos¨¦ Ram¨®n Anda (Bakaiku, 1949), mi entusiasmo me llev¨® a solicitar opini¨®n p¨²blica a cuatro escultores vascos en torno a sus obras. Sus comentarios fueran tan favorables como para confirmar con creces ese descubrimiento entusiasta. Los escultores consultados eran Oteiza, Chillida, Mendiburu y Basterretxea. Ello ocurr¨ªa hace ya veinte a?os...
Por estos d¨ªas se muestran en la galer¨ªa Altxerri de San Sebasti¨¢n obras, en distintas variedades de madera y bronce, del propio Jos¨¦ Ram¨®n Anda. Sus trabajos rayan a gran altura. Sigue con su fidelidad a lo artesanal. Ha enriquecido el dominio del espacio, hasta el punto de ofrecer diversificaciones m¨²ltiples de ¨¦l. Y as¨ª vemos c¨®mo junto a esculturas al modo tradicional, otras se adhieren al muro o sobresalen del muro, y otras buscan la complicidad de los ¨¢ngulos, y otras prefieren dejarse ver a ras de suelo.
Mundo geom¨¦trico de formas. Pureza de l¨ªneas, lejos de las socorridas masas org¨¢nicas, tan del gusto de los escultores mediocres. Por moverse en la pureza de l¨ªneas, Anda asume constantes riesgos a la hora de realizar sus obras, y, de manera muy en especial, en lo que puede considerarse como puntos esenciales de cada escultura. Llamamos puntos esenciales a aquellos lugares de encuentro en el que hacen aparici¨®n los engarces de formas. Ah¨ª se producen unos cruces, vale decir, una superposici¨®n de elementos de distinto signo, que Anda consigue maridar con armonioso cuidado. Lo que part¨ªa de dos acaba por convertirse en un ¨²nico, feliz y potente protagonista.
En otras esculturas, donde la madera cobra grandes proporciones, entra la vez de lo artesanal. Sobre formas muy estilizadas -la pureza como argumento-, Anda pule y pule la madera. Y en ese pulido parece como si se acercara al l¨ªmite de la materia. Un poco m¨¢s y la pieza se romper¨ªa. En ese l¨ªmite se inscribe uno de los valores que posee este gran escultor. Estas obras, que parecen estar a mil¨ªmetros de la fragilidad absoluta, conmueven por la rotundidad y el talento de su refinada creaci¨®n.
Escultor del tiempo, en la obra titulada Goruntz, de 1984-1985, se yergue majestuosa y filiforme una pieza de roble, de gradual torsionalidad, con un corte sumamente enigm¨¢tico y sugerente en su cabeza. A su pie hay un t¨²mulo como una sepultura de trocitos de madera. No se trata, como pueda parecer, de una instalaci¨®n, sino de los despojos que la azuela, el hacha, la gubia y la garlopa dejaron en el camino para dar paso a la plenitud de la escultura final. Detritus mat¨¦rico que representa al llano y significativo tiempo, a la vez que es un exponente del amor por la mano artesana, habitante vivo en el primordial coraz¨®n de este artista.
Con ser mucho y bueno lo que puede verse en la exposici¨®n de Altxerri, todav¨ªa es mayor la ambici¨®n que se proyecta en algunas de sus obras. Son los aspectos monumentales que ofrecen. Se perciben concebidas como esculturas para espacios p¨²blicos. Incluso el propio Anda, en un momento de la conversaci¨®n que mantuve con ¨¦l en la galer¨ªa, expres¨® su opini¨®n en este sentido: 'Esta exposici¨®n es algo as¨ª como so?ar a lo grande en peque?o formato'.
Esos sue?os se han hecho realidad en bastantes esculturas de grandes dimensiones, con excelentes resultados. Plazas y parques han sabido acogerlas con los brazos abiertos. La mayor¨ªa de las veces, el escultor se ha adaptado a los lugares. Cuando ello no ha sido posible, los lugares han acabado por adaptarse a la pureza creativa de las formas de este inteligente, profundo y sensitivo escultor.
El momento de creaci¨®n al que ha llegado Anda le sit¨²a en primer¨ªsima fila de la escultura de nuestro pa¨ªs.
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