Personas e ideas
La crisis por la que atraviesa el Partido Socialista de Euskadi (PSE-EE) ha vuelto a poner en circulaci¨®n una vieja discusi¨®n que, como el Guadiana, aparece y desaparece de tarde en tarde en el panorama pol¨ªtico: la de la mayor o menor importancia de las personas o las ideas a la hora de dar coherencia a un proyecto y de ganar adeptos para el mismo.
Se discute en estos d¨ªas hasta la saciedad si el problema del PSE-EE ha sido el liderazgo ejercido por Nicol¨¢s Redondo o si, por el contrario, la cuesti¨®n estriba en la ausencia de un discurso acorde con lo que hoy necesita la sociedad vasca. Y, en consecuencia, se debate tambi¨¦n si la soluci¨®n hay que buscarla en un cambio de liderazgo o por el contrario se encuentra en afirmar, matizar, o cambiar las ideas defendidas durante los ¨²ltimos a?os.
Se necesitan personas capaces de asumir sus responsabilidades y errores y de leer con menos prejuicios los deseos de la sociedad
A mi entender, tal separaci¨®n entre personas e ideas no es demasiado apropiada para explicar las cosas; da m¨¢s bien la impresi¨®n de que se trata de una argucia utilizada por unos o por otros para arrimar el agua a su molino. Como ocurre casi siempre, todo el mundo se apunta a lo pol¨ªticamente correcto, es decir, a la prioridad de las ideas sobre las personas, aunque tal argumento sea no pocas veces la excusa para descabalgar o para aupar a alguien. Sin embargo, en el ¨¢mbito pol¨ªtico, personas e ideas forman parte de un ¨²nico universo.
En pol¨ªtica las ideas se concretan en an¨¢lisis y diagn¨®sticos de la realidad, en discursos y defensa p¨²blica de propuestas concretas, en debates y negociaciones diversas, tareas que dif¨ªcilmente pueden transferirse a un robot y en cuya ejecuci¨®n el talento, la perspicacia y la flexibilidad de las personas juega un papel fundamental.
En pol¨ªtica las ideas no son productos acabados y compactos. No se trata de barras de acero o de bloques de hormig¨®n. Defender unas ideas y buscar los caminos m¨¢s adecuados para llevarlas a la pr¨¢ctica requiere de algo m¨¢s que declaraciones de principios. Es preciso contrastar, escuchar, discutir, negociar.
Ciertamente, hay momentos en que las ideas se expresan de manera rotunda, cerrada, sin posibilidad de ser matizadas, interpretadas, o moduladas; ideas que quieren imponerse por la fuerza al conjunto de la sociedad. Es el caso del discurso de ETA y de muchos dirigentes del llamado MNLV. Este tipo de ideas obligan a poner enfrente otras igualmente firmes y contundentes en defensa de la libertad.
En este sentido, puede que algunos partidos democr¨¢ticos vascos no hayan mostrado suficiente contundencia en ciertos momentos de nuestro pasado reciente, provocando la desmoralizaci¨®n y el desamparo de importantes sectores de la sociedad. Ello figura sin duda en el debe de su actuaci¨®n. Pero dar, a partir de ese dato, el triple salto mortal, y deducir que ello les convierte en c¨®mplices de la violencia, negando la discusi¨®n, la negociaci¨®n y la b¨²squeda de posibles espacios de encuentro con los mismos, es convertir la defensa de una idea en arma arrojadiza capaz de arruinar las ideas mismas, como probablemente ha observado complacido el Partido Popular durante los ¨²ltimos tiempos.
El PSE-EE -y lo que hist¨®ricamente representa- es una parte esencial de la sociedad vasca. Por ello, en las circunstancias presentes, necesitar¨ªa estar m¨¢s atento a la opini¨®n de mucha gente de este pa¨ªs que, situ¨¢ndose en las ant¨ªpodas de la violencia, no comparte la manera en que ha planteado la defensa de la libertad, contribuyendo a enquistar el debate pol¨ªtico y a dificultar el libre contraste de pareceres, lo que, a la postre, s¨®lo favorece objetivamente a los intolerantes. Y aunque no es en modo alguno un problema exclusivo de este partido, la sociedad vasca necesita un PSE-EE con una mayor capacidad de interpretar la realidad y matizar su discurso.
Pero ello requiere a su vez personas capaces de asumir sus responsabilidades y errores, y de leer con menos prejuicios los deseos mayoritarios de una sociedad que, al igual que los socialistas, ha mostrado en demasiadas ocasiones su oposici¨®n a la violencia terrorista y al fascismo, y a la que no es justo culpar de la situaci¨®n a la que hemos llegado en este pa¨ªs.
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