Una granada contra el 'corralito'
Un jubilado argentino entra armado en una sucursal bancaria y obliga a los empleados a que le entregen sus ahorros
La desesperaci¨®n de los ciudadanos argentinos para poder disponer de sus ahorros y sacarlos del bloqueo bancario al que se encuentran sometidos por ley -el corralito-, se reflej¨® ayer en un dram¨¢tico episodio vivido en la localidad de Tandil, a unos 400 kil¨®metros al norte de Buenos Aires, donde un hombre de 62 a?os se present¨® en la agencia del banco Bansud y convenci¨® a los empleados de que le reintegraran la totalidad de sus ahorros tras esgrimir una granada de mano que amenaz¨® con hacer explotar.
Norberto Roglich fue ayer tal vez el ¨²nico argentino que logr¨® retirar del banco 22.000 d¨®lares en efectivo (24.691 euros), aunque la tranquilidad le dur¨® poco, ya que fue detenido por la polic¨ªa acusado de extorsi¨®n y tenencia de arma de guerra. Roglich asegur¨® que la granada no funcionaba y que no entend¨ªa muy bien qu¨¦ pasaba. 'Hasta ayer pod¨ªa circular libremente por Tandil, y hoy estoy arrestado', dijo.
El incidente se produjo el mismo d¨ªa en que entraron en vigor en toda Argentina nuevas normas que flexibilizan la disponibilidad de los fondos del 78% de los dep¨®sitos congelados en todo el pa¨ªs. La nueva normativa permite retirar 5.000 d¨®lares que deben ser convertidos en pesos al cambio oficial. Adem¨¢s, se ordena el desbloqueo de cuentas 'total' para el caso de pago de salarios, impuestos y cancelaci¨®n total o parcial de deudas por cr¨¦ditos bancarios.
Sin embargo, todos los fondos que queden liberados deben pasar a estar en cuentas corrientes y, por tanto, seguir¨¢n dentro del sistema financiero y del -ya menos estricto- corralito.
La exasperaci¨®n por las dificultades financieras tambi¨¦n alcanza a la clase pol¨ªtica. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, recrimin¨® al presidente del FMI, el alem¨¢n Norst K?hler, por las declaraciones en las que ¨¦ste hab¨ªa advertido al Gobierno argentino de que 'no hay ¨¦xito sin sufrimiento'. 'Los argentinos no necesitamos que nadie nos diga c¨®mo tenemos que sufrir', replic¨® Capitanich, quien a?adi¨® que el pa¨ªs ya est¨¢ experimentando el sufrimiento 'con mucha crudeza'.
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