La mirada din¨¢mica de Braque
El Museo Thyssen-Bornemisza presenta una antol¨®gica del pintor cubista con 56 obras
La iniciativa de Tom¨¢s Llorens, conservador jefe del Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid (Paseo del Prado, 8, www.museothyssen.org), contagi¨® a Isabelle Monod-Fontaine, directora adjunta del Centro Pompidou, y a Jean-Louis Prat, director de la Fundaci¨®n Maeght, hasta formar el comisariado de la exposici¨®n Braque (1882-1963). Con el patrocinio del Banco Urquijo, la antol¨®gica del pintor franc¨¦s estar¨¢ abierta al p¨²blico desde el martes hasta el 19 de mayo. El Thyssen, con 660.000 visitantes en Madrid y Barcelona en 2001 (aumenta un 10%), propone una reinterpretaci¨®n de la historia del arte a trav¨¦s de la obra de Braque.
'Como contraste a la exposici¨®n anterior, Forma, centrada en el mundo mediterr¨¢neo, el proyecto de Braque, una de las figuras clave del siglo XX, est¨¢ m¨¢s pr¨®ximo a la sensibilidad flamenca y n¨®rdica', declara Tom¨¤s Llorens mientras atiende a la colocaci¨®n de las piezas que forman el montaje de la antol¨®gica, con 50 pinturas y 6 esculturas. Se?ala la identidad n¨®rdica en el sentido mat¨¦rico de la pintura, su afici¨®n por las naturalezas muertas y los interiores de habitaciones.
El montaje, indica Llorens, comienza con dos paisajes fauve, con influencia de C¨¦zanne, un primer paso hacia la creaci¨®n del cubismo, que se concreta en las obras de 1908 que dieron nombre al cubismo. Los a?os siguientes representan el 'alto cubismo', el cubismo anal¨ªtico de los instrumentos musicales, con la disoluci¨®n de los vol¨²menes, para seguir por el cubismo sint¨¦tico de los papier coll¨¦. Aparece tras la I Guerra Mundial un Braque colorista en los bodegones sobre mesas, con texturas mat¨¦ricas y efectos de transparencias.
El recorrido contin¨²a con las naturalezas muertas poscubistas, con una po¨¦tica de lo primitivo, y los grandes interiores de habitaci¨®n, muy geom¨¦tricos. En esta zona aparecen dos piezas poco conocidas, unas escayolas verticales grabadas con temas mitol¨®gicos. A la serie de los billares siguen dos grandes talleres, un conjunto de esculturas (un concepto t¨¢ctil del espacio) y una vuelta a la naturaleza, con los paisajes de Normand¨ªa. El final, la imagen de la exposici¨®n, y resumen del pintor: Los p¨¢jaros negros, de 1956-1957.
'He tratado de ponerme dentro del esp¨ªritu de Braque, que cre¨ªa en la continuidad de su pintura. Una postura extrema, la de Jean Paulhan, considera que Braque hizo toda su vida pintura cubista, es decir, pintura moderna'. Llorens se aleja de un cubismo de receta para anclarlo en la concepci¨®n de la pintura que aspira a configurar el gran estilo del siglo XX. 'Braque pensaba que la pintura ten¨ªa que superar las modas de finales del siglo XIX hasta llegar a un estilo estable, potente, que plante cara a los estilos del pasado'.
El cubismo de Braque, seg¨²n Llorens, es una reflexi¨®n sobre la percepci¨®n visual prescindiendo de la perspectiva, una manera de ver, la reconstrucci¨®n de la mirada, la b¨²squeda de otro espacio. 'Braque piensa en un espacio t¨¢ctil, un espacio anterior al concepto, como cuando un beb¨¦ tiene impresiones que empieza a aclarar tocando las cosas. Frente a la mirada est¨¢tica del Renacimiento, el cubismo propone una mirada din¨¢mica, la del hombre moderno'. Llorens se?ala que hay mucha leyenda en las relaciones Braque-Picasso, 'una completa simbiosis entre 1907 y 1914' y la paternidad del cubismo. Los dos revolucionaron la pintura, sin olvidar a Matisse. Frente a la visi¨®n del cubismo vinculada a la geometr¨ªa, prefiere 'una nueva reflexi¨®n sobre la mirada y el espacio pict¨®rico'.
Picasso y el santo de la pintura
El cr¨ªtico John Richardson, bi¨®grafo de Picasso, se refiere en su reciente El aprendiz de brujo. Picasso, Provenza y Douglas Cooper (Alianza Editorial) a las diferencias entre Braque y Picasso en su etapa de mayor afinidad, entre 1907 y 1914. 'Braque era la ant¨ªtesis de Picasso: fr¨ªo, meditativo, tranquilo. No s¨®lo parec¨ªa un santo, sino que tambi¨¦n se comportaba como tal: un santo de la pintura. A diferencia de Picasso, que necesitaba desesperadamente admiradores para alimentar su insaciable ego, Braque era autosuficiente, aunque le gustaba discutir acerca de su obra y de su visi¨®n del arte, lo cual hac¨ªa con una maravillosa claridad metaf¨ªsica'. La narraci¨®n habla, adem¨¢s, de los encuentros entre los dos pintores, los desaires de Braque, sus diferentes talleres y los cuadros de p¨¢jaros. El autor se detiene en los nueve grandes Talleres que pint¨® entre 1949 y 1956, 'un microcosmos del universo privado de Braque'. En la exposici¨®n del Thyssen figura el Taller VIII, de 1954-1955, de la colecci¨®n Masaveu, de Oviedo, adquirido en subasta. El cuadro estaba sobre la cama de Douglas Cooper en Castille (Provenza) y all¨ª lo vieron el propio pintor y Picasso. 'Picasso ten¨ªa dificultades para aceptar ese cuadro. Cuando visitaba Castille, lo analizaba, lo escrutaba y casi le gru?¨ªa. Comprends pas, comprends pas era lo ¨²nico que dec¨ªa Picasso. Sospecho que para ¨¦l supon¨ªa, m¨¢s que un desconcierto, un aut¨¦ntico reto. Segu¨ªa habiendo cosas que Braque era capaz de hacer y Picasso no'. Dos a?os despu¨¦s respondi¨® con su versi¨®n de Las meninas, con 'la luz gris¨¢cea y el espacio t¨¢ctil de los Talleres de Braque'.
Babelia
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