Duhalde intenta evitar la bancarrota

Viernes, mediod¨ªa de verano, plaza de Mayo. El sol abrasa. La crisis se expone brutalmente como una fractura. La peque?a multitud que colma las calles vuelve una y otra vez los ojos a las pantallas indicadoras de la cotizaci¨®n del d¨®lar. Huele a residuo, a sudor, a sangre por venir. Cientos, miles de pies, de zapatos viejos, de zapatillas de marca raspan las aceras, el pavimento roto hasta los primitivos adoquines. Se ven las capas de asfalto superpuestas de los parches en los agujeros de la calzada. De pronto, un ahorrador que llevaba aud¨ªfonos y escuchaba radio, da aviso a los dem¨¢s de la cola sobre el fallo de la Corte. El hombre no se decide a dejar la cola en la que espera hace tres horas que le vendan d¨®lares. Quiere irse 'ya' a la sucursal que le corresponde a pedir que le devuelvan el dinero. Alguien le explica que no ser¨¢ tan simple ni sencillo. El tribunal s¨®lo se pronuncia sobre el expediente que le llega por v¨ªa del recurso. La sentencia de la Corte obliga a todos los jueces de los tribunales inferiores a resolver los casos similares en el mismo sentido, pero hay que iniciar la demanda. El hombre comprende, calla, se resigna y se entera: para beneficiarse con una sentencia similar a la del fallo del Supremo, los clientes tendr¨¢n primero que presentarse en la ventanilla de su banco acompa?ados de un notario, pedir la restituci¨®n de su dep¨®sito, dejar constancia en un acta si se lo niegan y luego presentar todos los papeles y certificados en los tribunales. En estos casos no hay instancias de pruebas y los bancos ni siquiera se molestar¨¢n en presentar recursos porque el juez, salvo alguna objeci¨®n de forma, tiene que dictar sentencia en l¨ªnea con la resoluci¨®n de la Corte. Todo el tr¨¢mite se puede demorar dos semanas si hay buena predisposici¨®n en el juzgado, salvo que se produzca una avalancha de demandas y los despachos se desborden. D¨®lar, dolor, peso, carga, fatiga, humillaci¨®n. Un hombre se quita un zapato y golpea las puertas de acero del Banco Hipotecario. Un grupo de manifestantes se reconoce por el cartel que llevan colgado al cuello: 'Puse d¨®lares, quiero d¨®lares'. Entre ellos, una mujer se ahoga de nervios y de bronca antes de poder explicarse: 'Me dan mis d¨®lares en cuotas y en pesos, al cambio de 1,40 y despu¨¦s tengo que ir a otra ventanilla para compr¨¢rselos a ellos a 1,80, pero ?se da cuenta, usted se da cuenta?'. Luego, se aleja hacia las ventanillas y comienza a gritar: '?Ladrones, hijos de puta!'.