Naturaleza
Cuando el ser humano viv¨ªa en las cavernas, la felicidad depend¨ªa de lo que su ingenio consegu¨ªa conquistar a la naturaleza. Hacer un fuego, guarecerse de la lluvia o cazar un conejo produc¨ªan una dicha inmensa cuando el progreso consist¨ªa en ganarle la partida a las fuerzas tel¨²ricas, en vencer al principio de Arqu¨ªmedes o a la ley de la gravedad. Pero a medida que este mono conquist¨® parcelas regidas por las incontroladas fuerzas de la naturaleza, redujo su capacidad de asombro sin saber que lo que nos maravilla nos hace tambi¨¦n algo felices. El fuego convirti¨® al hombre en un animal poderoso, pero al mismo tiempo sus llamas dejaron de deslumbrarlo. Hoy encender una cerilla no hace especialmente dichosos a los descendientes de quienes crearon toda una religi¨®n en torno al fuego. Y esto, con ser malo, no es lo peor. Lo peor es que adem¨¢s de haber perdido la capacidad de ser felices jugueteando con un mechero Bic, somos terriblemente desdichados si no lo tenemos a nuestra disposici¨®n cuando lo necesitamos para calentar la sopa. Cre¨ªamos que el progreso nos hac¨ªa fuertes, pero en realidad nos hace vulnerables. La ducha caliente es un hito en la historia de la humanidad, pero si una ma?ana te cortan el agua se te arruina el d¨ªa. Aun as¨ª, es verdad que todav¨ªa somos capaces de experimentar el destello de aquellas felicidades primigenias y que a¨²n sentimos un bienestar irracional cuando nos sentamos frente a una hoguera en el campo, cuando nos ba?amos desnudos en el mar o nos acurrucamos entre las s¨¢banas mientras o¨ªmos la lluvia golpear el exterior de la caverna.
No es una casualidad que ahora, precisamente cuando estamos a punto de vencer, dicen, a la muerte nos acordemos de la vida primitiva. Es ahora, que estamos ganando la guerra contra la naturaleza, cuando volvemos nuestros ojos a ella. Ninguna edad ha conocido nuestro progreso t¨¦cnico; pero tampoco hab¨ªamos estado nunca tan preocupados por la alimentaci¨®n natural, ni hab¨ªamos sido tan partidarios de la medicina homeop¨¢tica ni tan aficionados al turismo rural. Cada vez hay m¨¢s gente que busca el contacto directo con aquella naturaleza salvaje que durante milenios hemos tratado de dominar. Hay quien est¨¢ dispuesto a pagar verdaderas fortunas por pasar unas vacaciones abandonado a su suerte en un bosque desconocido sin agua, sin comida y sin prendas de abrigo. Los antrop¨®logos del a?o 3000 tendr¨¢n que preguntarse por qu¨¦ la clonaci¨®n de seres vivos y el concurso Supervivientes han sido fen¨®menos contempor¨¢neos.
Ante el evidente auge de este tipo de actividades, uno se pregunta por qu¨¦ estos d¨ªas en la Feria Internacional de Turismo de Madrid la Diputaci¨®n de Almer¨ªa no ha reservado un espacio destacado a Lirias, a Carpinteros, a Ventarique, a Llano del Espino, a Simones, a Molinos o a Fuente del Moj¨®n, esas barriadas de Albox a las que todav¨ªa no ha llegado el agua corriente. ?Es que nadie se ha dado cuenta de que esos poblados son minas de oro? Si el mundo supiera que en la zona euro existen lugares donde hay que montarse en burra para conseguir agua, Almer¨ªa se convertir¨ªa por fin en el centro del universo.
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