Autocracia
La celebraci¨®n del XIV Congreso del Partido Popular ha constituido un ¨¦xito espectacular, en el sentido literal de la expresi¨®n, dada la etimolog¨ªa del lat¨ªn exitus: un espect¨¢culo p¨²blico donde se anunciaba como gran acontecimiento la futura salida de la pol¨ªtica del presidente Aznar. Y bien a pesar de muchos, lo cierto es que tan pomposa representaci¨®n ha logrado impresionar al personal, creando la ilusi¨®n de que all¨ª hab¨ªa algo m¨¢s que teatro. En este sentido, la puesta en escena ha supuesto todo un acierto, dentro del g¨¦nero cortesano cuya m¨¢xima cumbre fue La fabricaci¨®n de Luis XIV que Peter Burke tuvo ocasi¨®n de glosar. Pero ?se trata de un puro espejismo, a modo de trampantojo que simula la ascensi¨®n a los cielos del caudillo Aznar? ?O hay algo m¨¢s?
La presidencia del Gobierno es una instituci¨®n que se va constituyendo por la decantaci¨®n sedimentaria de sus precedentes hist¨®ricos. De ah¨ª que la referencia constante que ha guiado la trayectoria de Aznar a la hora de ir vistiendo su personaje haya sido el mal ejemplo que le han dado sus predecesores, Adolfo Su¨¢rez y Felipe Gonz¨¢lez, empe?¨¢ndose el titular actual en no repetir ni por asomo los m¨¢s flagrantes errores de aqu¨¦llos. Las dos lecciones negativas que Aznar parece haber extra¨ªdo de la ejecutoria de Su¨¢rez son que la b¨²squeda de consenso debilita m¨¢s que fortalece, y sobre todo que las divisiones internas en el partido de poder resultan suicidas. De ah¨ª que nuestro presidente se busque irreconciliables enemigos externos (en Ferraz, Barcelona, Euskadi, Europa o Marruecos), esperando reforzar as¨ª una totalitaria cohesi¨®n interna que impone desde G¨¦nova y Moncloa con inflexible mano de hierro.
Y como no pod¨ªa ser de otro modo, Aznar tambi¨¦n ha extra¨ªdo del fracaso de Gonz¨¢lez tres grandes lecciones. La primera es que la bicefalia resulta contraproducente. El modelo del bueno y el malo que se repart¨ªan los compadres Felipe y Alfonso pareci¨® eficaz a corto plazo, pero a la larga les estall¨® entre las manos. De ah¨ª que Aznar haya asumido desde el principio los dos papeles a la vez, repartiendo zanahorias y palos para hacerse amar por sus hombres al mismo tiempo que temer, con la graciosa promesa de cargos a discreci¨®n para premiar a los leales y la brutal amenaza de que quien se mueva ya no saldr¨¢ nunca m¨¢s en la foto del poder.
La segunda lecci¨®n es que s¨®lo pasan a la historia quienes, con voluntad o sin ella, o se retiran a tiempo cuando est¨¢n en la cumbre, como Alejandro Magno, Jack Kennedy, Mar¨ªa Callas o Greta Garbo. Pues las decadencias, como revela el ejemplo de Gonz¨¢lez, suelen ser morbosas y deprimentes. Por eso Aznar ha optado por abandonar la pol¨ªtica cuando ya no pod¨ªa tener esperanzas razonables de continuar su trayectoria ascendente. Hasta ahora iba sacando elecci¨®n tras elecci¨®n m¨¢s votos cada vez. Pero esa senda de ascenso iba a quebrarse probablemente en el 2004. Nada mejor, por tanto, que evitarse el mal trago. Y hacerlo, adem¨¢s, dejando a todos en deuda con el gran ausente. Queda en deuda su partido, que se lo debe todo a ¨¦l. Queda en deuda la oposici¨®n, cuya chance mejora con el tapado que le sustituya. Y queda en deuda Espa?a entera, seg¨²n sue?a el narcisismo de Aznar. Deudas todas ellas que adem¨¢s se convierten en imposibles de devolver, si el gran acreedor sale definitivamente del poder.
La ¨²ltima lecci¨®n al rev¨¦s impartida por Gonz¨¢lez es que los abusos de poder pueden ser descubiertos a la larga, arruinando la m¨¢s brillante carrera pol¨ªtica. Pero la tradici¨®n de la presidencia espa?ola autoriza a abusar del poder antes de perderlo. ?C¨®mo evitar que te sorprendan en flagrante delito? Aznar ha abierto una v¨ªa in¨¦dita: retirarse antes de que le descubran y continuar despu¨¦s ejerciendo el poder desde la sombra, como forma de hacerse jur¨ªdicamente irresponsable. Es el sue?o de impunidad vitalicia que acaricia el aut¨®crata impecable, s¨®lo responsable ante Dios y ante la historia.
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