Los porteros de la 'limpieza'
El asesinato de Pacheco cuestiona de nuevo los m¨¦todos de algunos vigilantes y el uso continuado de la violencia
Los vigilantes de seguridad de las discotecas dicen que hay dos tipos de porteros. Los porteros a secas y los porteros de la limpieza. Los primeros filtran la entrada de los clientes. Los segundos, echan a los indeseables, una palabra que ellos asocian muchas veces con los inmigrantes. As¨ª es el trabajo de los porteros de la limpieza. En este caso, ¨¦tnica.
La muerte del ecuatoriano Wilson Pacheco, de 26 a?os, golpeado y arrojado al mar en el puerto de Barcelona el domingo 27 de enero, ha vuelto a cuestionar un oficio que muchas veces no habla otro lenguaje que el de la violencia. Dos vigilantes de seguridad y un portero del Marem¨¤gnum duermen desde hace seis d¨ªas en la Modelo acusados del homicidio de Pacheco, y la polic¨ªa sigue buscando al portero de otro local.
La falta de personal y el poco rigor de ciertas empresas favorecen el intrusismo en el sector
'Hay que comenzar a distinguir entre los guardias de seguridad serios y los simples matones', clama el sector de la seguridad privada. Se juegan el negocio, la dignidad profesional y el futuro de un oficio en el que cada vez abundan m¨¢s el intrusismo, las malas pr¨¢cticas y la falta de control de la Administraci¨®n. Hablan en voz baja, pero los ¨¢nimos andan calientes a ra¨ªz de la muerte de Pacheco.
Jos¨¦, un portero del Puerto Ol¨ªmpico de Barcelona, distingue bien entre sus compa?eros de profesi¨®n. 'Los hay que s¨®lo presumen de m¨²sculos. Otros, adem¨¢s, tenemos cultura', asegura. Los que son como Jos¨¦ trabajan de relaciones p¨²blicas, tienen buen aspecto e inspiran cierta confianza. El uso de la fuerza es para ellos la ¨²ltima soluci¨®n. No ocurre lo mismo con los que presumen de m¨²sculos, que son reclutados en gimnasios y escuelas de defensa personal y lucen est¨¦tica de mat¨®n. 'Lo m¨¢s importante es que est¨¦n cuadrados, que den miedo', dicen sus compa?eros en tono despectivo, y a menudo se les va la mano y las consecuencias son terribles.
La tragedia del Marem¨¤gnum no es un hecho aislado. Este fin de semana, los porteros de un bar de copas de Getafe apu?alaron a dos clientes y hace unas semanas una discoteca de Lleida rescindi¨® el contrato con una empresa de seguridad cuando detuvieron a cinco de sus porteros, acusados de apalear a 20 clientes en menos de tres meses. Un promedio de una agresi¨®n cada cuatro d¨ªas.
?Qu¨¦ es lo que origina tanta violencia? El portero del Puerto Ol¨ªmpico lo tiene claro. 'La vigilancia se est¨¢ dejando en manos de gente poco profesional. Muy pocos quieren trabajar en esto y cada vez se recurre m¨¢s a los extranjeros, muchas veces sin formaci¨®n, pero que ven en este trabajo una forma f¨¢cil de ganar dinero'. La precariedad implica sueldos todav¨ªa m¨¢s bajos y m¨ªnimas exigencias de control.
Florecen as¨ª, cada d¨ªa m¨¢s, las empresas de seguridad poco solventes, que revientan los ya paup¨¦rrimos sueldos del sector, situados en unos 780 euros (130.000 pesetas mensuales). O lo que es lo mismo: poco m¨¢s de cinco euros la hora.
Los due?os de los locales coinciden con ese an¨¢lisis. 'Las empresas de seguridad no quieren dar servicio a las discotecas porque no les sale a cuenta y porque es m¨¢s conflictivo que vigilar un banco, una f¨¢brica o una urbanizaci¨®n', asegura Pau Soler, presidente de la Asociaci¨®n Catalana de Salas de Fiesta y vicepresidente de la entidad que agrupa a los empresarios espa?oles. Existe, adem¨¢s, una gran movilidad de personal que no ayuda en nada. Los due?os de las salas de fiesta reclaman, y no siempre lo consiguen, que las empresas de seguridad les env¨ªen siempre a los mismos vigilantes, que conocen el local, el tipo de clientes y c¨®mo funciona el negocio. Eso facilita mucho algunas cosas, porque a nadie se le ocurre, por ejemplo, que un coche patrulla de la polic¨ªa salga a hacer la ronda hoy en una ciudad y ma?ana en otra.
?Y qui¨¦n vigila al vigilante? La respuesta es complicada. En teor¨ªa, cualquier cuerpo policial tiene autoridad para, si se tercia, acudir a una sala y pedir a la empresa la documentaci¨®n de los vigilantes que est¨¢n all¨ª. El Ministerio del Interior tiene un departamento espec¨ªfico de seguridad privada que controla las empresas del sector de ¨¢mbito espa?ol. Si las sociedades operan en Catalu?a, el registro lo gestiona la Generalitat, donde hay inscritas 161 sociedades. Y la polic¨ªa competente son los Mossos d'Esquadra. Pero la cosa todav¨ªa se puede complicar m¨¢s si, como ocurre, los ayuntamientos de Barcelona y del ¨¢rea metropolitana tienen traspasadas las competencias sobre control y sanci¨®n de locales. En esos casos, es la Guardia Urbana de cada municipio la que ejerce la funci¨®n. Y en el colmo de la complejidad administrativa, resulta que el crimen del Marem¨¤gnum ocurri¨® en una zona en la que existe un cuerpo de seguridad propio, llamado Polic¨ªa Portuaria, que depende de la Autoridad Portuaria de Barcelona, un ente aut¨®nomo dependiente del Estado.
Cuestiones burocr¨¢cticas al margen, lo que resulta evidente es que la demanda de seguridad supera muy ampliamente a la oferta y, adem¨¢s, en Catalu?a rige un decreto restrictivo de la Generalitat que obliga a las salas de fiestas a tener un cierto n¨²mero de vigilantes en funci¨®n del aforo del local. Un ejemplo: la conocida sala de fiestas La Paloma, de Barcelona, necesita tres vigilantes de seguridad con el decreto catal¨¢n. Con la norma espa?ola bastar¨ªa con uno.
La consecuencia de este rigor oficial es que muy pocas salas se ajustan a la norma 'porque es imposible cumplirla', asegura Pau Soler. Lo que ocurre entonces es que algunas empresas recurren a argucias para sortear la ley, y si en un local se exigen dos personas, la empresa pone un vigilante que cumpla todos los requisitos y otro que no, por ejemplo. O ninguno.
?Qu¨¦ diferencia a un vigilante de verdad de un intruso? El de verdad ha pasado unas m¨ªnimas pruebas f¨ªsicas y ps¨ªquicas y obtiene una tarjeta de identificaci¨®n profesional. Su nombre est¨¢ registrado en el Ministerio del Interior y tiene un arma que controla la Guardia Civil. El vigilante de verdad lleva uniforme, una placa que le acredita y si tiene cualquier problema con la justicia no vuelve a ejercer.
El intruso puede llevar uniforme, pero eso no quiere decir nada. Normalmente no se le exige casi nada. Lo que s¨ª tienen en com¨²n muchos de ellos es que en su d¨ªa fueron aspirantes a polic¨ªas o guardias civiles y no superaron las pruebas.
Pero hay otras causas, incluso fisiol¨®gicas, que explican el uso de la violencia entre estos profesionales. Muchos de los fornidos porteros saben que s¨®lo trabajar¨¢n mientras puedan lucir corpulencia. Por eso recurren a los anabolizantes, unas sustancias que incrementan la masa muscular pero que tambi¨¦n tienen, como efecto secundario, un aumento de la agresividad y trastornos de personalidad.
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