Un Nobel para Bush
'Erase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos; y hab¨ªa tambi¨¦n un pr¨ªncipe malo, una bruja hermosa, y un pirata honrado'. Pues hete aqu¨ª que el presidente de los EE UU, George Bush II, ha sido propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz, y que dicha candidatura ha sido aceptada por los organizadores. Desde que Henry Kissinger recibi¨® el mencionado premio tras varios a?os de dur¨ªsimos bombardeos sobre Vietnam, la n¨®mina de ilustres guerreros que han accedido al galard¨®n ha ido engordando poco a poco, para mayor gloria de un galard¨®n que de tarde en tarde se acuerda de compensar sus veredictos premiando a Rigoberta Mench¨², a M¨¦dicos Sin Fronteras o a otras personas e instituciones que han trabajado a favor de los derechos humanos y de la concordia entre los pueblos. En todo caso, hasta ahora se hab¨ªan aducido los m¨¦ritos que Kissinger, al igual que otros galardonados vietnamitas, israel¨ªes o palestinos, ten¨ªan para optar al Nobel como consecuencia de haber llegado a acuerdos de paz con sus oponentes. Pero, en el caso de Bush, ?qu¨¦ m¨¦ritos pueden aportarse para optar al premio?
Bien mirado, es posible que quienes le han propuesto valoren la inmensa contribuci¨®n que George Bush II est¨¢ haciendo a la paz del mundo, abanderando su famosa cruzada del Bien contra el Mal. As¨ª, los m¨¦ritos de este personaje superar¨ªan con creces a los de cualquier otro antecesor. Ah¨ª est¨¢n si no los miles de muertos civiles causados por los bombardeos sobre Afganist¨¢n, o los que ya nos anuncian sobre Irak, Somalia, o Corea del Norte. Tampoco es desde?able la aportaci¨®n a la paz que supone la ejemplaridad del trato otorgado a los prisioneros enjaulados en Guant¨¢namo, o a los cientos de detenidos en los propios EE UU tras los atentados del 11 de septiembre, privados de cualquier tipo de asistencia jur¨ªdica.
Observando con detenimiento las cosas, George Bush II re¨²ne muchos m¨¢s merecimientos para ser galardonado con el Nobel de la Paz. Suyo, y de nadie m¨¢s, es el m¨¦rito de no aceptar la existencia de un Tribunal Penal Internacional, de no haber firmado el protocolo de Kioto, y de negarse a discutir la posibilidad de reglas de juego para la pol¨ªtica y la econom¨ªa mundiales de obligado cumplimiento para todos. Unas reglas que, de aceptarse, pondr¨ªan sin duda en peligro su papel de ¨²nico guardi¨¢n de la paz y el orden en el mundo, contribuyendo a la extensi¨®n de la anarqu¨ªa y el caos.
Pero que nadie piense que ah¨ª acaban sus m¨¦ritos. Para que no haya dudas al respecto, acaba de proclamar al mundo su intenci¨®n 'innegociable' de incrementar de forma espectacular los gastos militares de los EE UU, hasta l¨ªmites no conocidos desde la ¨¦poca de Ronald Reagan, disminuyendo a la vez los dedicados a sanidad, educaci¨®n, y otros aspectos relacionados con la seguridad social de la gente. Para anunciar todo ello George Bush II ha elegido una base militar, se ha vestido con una casaca guerrera, y ha lanzado un discurso apocal¨ªptico a la enfervorizada tropa. 'La historia nos ha llamado', ha clamado el presidente, sin aclarar si la llamada ha sido por tel¨¦fono, por fax, o por correo electr¨®nico. Y claro, ya se sabe, una llamada de la historia otorga a quien la recibe un estado especial, casi divino, y desde luego no comparable al del resto de los mortales. En esas circunstancias, qu¨¦ menos que un Premio Nobel.
En realidad, es posible que el Nobel de la Paz se quede corto para los merecimientos acumulados por George Bush II en su corta trayectoria como presidente del mundo. Por ello, propongo que la fundaci¨®n Nobel le otorgue un premio especial a la defensa de los derechos humanos, otro a la protecci¨®n del medio ambiente, y uno m¨¢s la tutela de la moral y las buenas costumbres. Se admiten ideas.
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