'Hay tantos realismos como ¨¦pocas y tantas realidades como personas'
Estos d¨ªas salen a la calle tres libros de Juan Jos¨¦ Saer -Lugar, Las nubes y La pesquisa- a los que se a?adir¨¢n, antes de que acabe el a?o, otros dos t¨ªtulos: Unidad de lugar (1967) y El entenado (1983). ?ste ¨²ltimo ya hab¨ªa sido publicado por Destino despu¨¦s de que el novelista argentino obtuviera en 1986 el Premio Nadal por La ocasi¨®n, aunque su trabajo no tuvo en Espa?a la misma fortuna que en su pa¨ªs o en el resto de Europa. En Francia, donde vive, Juan Jos¨¦ Saer (Serodino, 1937) est¨¢ considerado como uno de los mayores escritores vivos y la pr¨¢ctica totalidad de su obra est¨¢ editada y es un¨¢nimemente apreciada por la cr¨ªtica. No ha sido f¨¢cil llegar a esa especie de tranquilidad que aporta el reconocimiento profesional.
'Lo que sucede en Argentina no es distinto de lo que han conocido otros pa¨ªses: dinero que llega, se multiplica y se va'
'No, la verdad es que hasta bien entrados los a?os setenta no logr¨¦ serenarme. Hay que tener en cuenta que entre 1969 y 1983 no publiqu¨¦ un solo libro en Argentina, que aqu¨ª llegu¨¦ como un desconocido y hay un momento en que te sientes aislado, inseguro. Cuando eres joven te parece que s¨®lo se puede escribir tal como lo hace el autor del ¨²ltimo libro que has le¨ªdo con apasionamiento, pero luego aprendes a encontrar tu camino, a aprovechar lo que aprendes de los otros sin que ahoguen tu voz propia. Fue a finales de los setenta cuando empezaron a llegarme comentarios de libros que hab¨ªa escrito antes, comentarios firmados en Argentina, Espa?a o Francia. De pronto sabes que no trabajas en vano. Es importante porque una nueva novela no es algo imprescindible, no es como la vacuna contra el sida, que todo el mundo desea que aparezca'.
Saer vive en la actualidad en un apartamento vecino a la estaci¨®n de Montparnasse, qui¨¦n sabe si por comodidad ya que como profesor de literatura de la Universidad de Rennes tiene que viajar a menudo. 'Este a?o les hablo a mis alumnos de literatura fant¨¢stica rioplatense y de poes¨ªa de vanguardia: los Huidobro, Neruda, Vallejo, Ortiz... Los primeros a?os tuve que dar clases de literatura espa?ola y ah¨ª no me sent¨ªa tan seguro. Cuando llegu¨¦ a Par¨ªs lo hice con dos libros bajo el brazo: el volumen de las obras completas de Quevedo y el diccionario de filosof¨ªa de Jos¨¦ Ferrater Mora. Soy un gran admirador del Siglo de Oro, de G¨®ngora, y un enamorado de Cervantes, pero no me considero un especialista en la cuesti¨®n'.
Su literatura puede caracterizarse por una ins¨®lita mezcla de precisi¨®n totalizadora y una gran querencia por las elipsis. 'Es verdad que en los di¨¢logos de La pesquisa hay muchos sobreentendidos, muchas cosas que no se dicen y se deja que sean adivinadas por el lector. Al mismo tiempo me gusta ser muy detallista respecto a la descripci¨®n de ciertos lugares o gestos, como puede ser el ritual de encender un habano. Cuando empec¨¦ a escribir se hablaba mucho del nouveau roman y me impresionaron Sarraute, Butor o Robbe Grillet. Creo que es el ¨²ltimo gran movimiento que ha conocido la literatura francesa. De ellos aprend¨ª mucho. Es inevitable, tomas cosas que son propias de tu ¨¦poca, miras hasta d¨®nde ha podido llegar el arte e intentas a?adir tu granito de arena, ir un poco m¨¢s lejos, introducir algo personal. Pero hay otros muchos escritores que han sido importantes para m¨ª, empezando por Proust y Faulkner'.
Le gusta bromear con lo que
pudieran considerarse elementos distintivos de su obra. 'Las nubes arranca con un personaje que 'cruza la calle desde la vereda de sombra a la de sol' y que siente 'el asfalto, blando a causa del calor, bajo la suela de sus mocasines marrones'. Todos mis amigos o quienes me conocen se dicen, 'ya est¨¢, Saer nos lleva de nuevo a su Santa Fe', cuando en realidad estamos en Par¨ªs y Pich¨®n Garay va a tardar a¨²n un poco en introducir en el ordenador el disquete que ha recibido y que cuenta, ahora s¨ª, algo que sucede en Argentina, pero en la Argentina de cuando a¨²n no lo era, en 1804, cuando ah¨ª apenas no hab¨ªa nadie'. La f¨®rmula del relato dentro del relato se repite en muchos de los textos de Saer. 'Se trata de historias enmarcadas. La principal raz¨®n para recurrir a ese truco es una cuesti¨®n de punto de vista. Yo escribo desde el presente y necesito una excusa para viajar por el tiempo. Hay que respetar las leyes si queremos que cobre sentido e importancia, aunque esas leyes las he escrito yo mismo y responden a una cierta forma de capricho. El punto de vista, su utilizaci¨®n, se invent¨® para acabar con la convenci¨®n del narrador omnisciente, que aparec¨ªa como artificial, pero es tan artificial como la de un solo punto de vista. Hoy el lector no es inocente, sabe que existen unos protocolos de representaci¨®n, que esos cambian con las ¨¦pocas y que hay tantos realismos como ¨¦pocas y tantas realidades como personas. Los protagonistas que est¨¢n dentro de la acci¨®n comprenden menos lo que ocurre que aquellos que lo miran desde fuera. Cuando a un personaje de una tragedia griega el autor empieza calific¨¢ndole de feliz, nosotros, lectores o espectadores, empezamos a temblar por ¨¦l'.
Aunque la Argentina de Saer es a menudo un pa¨ªs de horizontes infinitos, de r¨ªos sin orillas y de paisajes que rondan la abstracci¨®n, algunos detalles parecen sugerir que sus ficciones han sido escrupulosamente documentadas. '?El incendio del 29 de agosto de 1804 en Las nubes? Nunca existi¨®'. Se r¨ªe satisfecho al descubrir lo bien que funcionan sus artima?as de narrador. 'Y lo del indio Josesito tocando el viol¨ªn entre los cad¨¢veres tambi¨¦n es un invento aunque parto de un hecho real, de que los jesuitas hubieran ense?ado m¨²sica a muchos ind¨ªgenas. Sabe, yo aqu¨ª, en Francia, a veces tambi¨¦n me siento un poco indio. Quiero decir que admiro much¨ªsimo el pa¨ªs, pero no siempre me apetece reconocerlo, no quiero darles el gusto. Cuando veo c¨®mo Europa se comporta con el Pr¨®ximo Oriente, c¨®mo pierde su oportunidad de jugar un papel importante en la regi¨®n, me entran ganas de comportarme como Josesito, de preguntar '?para qu¨¦ les sirve su preciosa m¨²sica?'.
Si en sus libros evita la irrupci¨®n de la pol¨ªtica eso no significa que Juan Jos¨¦ Saer no siga con mucha atenci¨®n lo que sucede en Argentina. Respecto a la actual crisis, sostiene que en el fondo no es muy distinto de lo que han conocido otros pa¨ªses: 'Ese flujo de dinero internacional que llega, se multiplica y se va. Yo soy un poco anticuado, sabe, creo en la gram¨¢tica generativa y tambi¨¦n creo que es el trabajo el que genera la riqueza y no el capital. Existe un lobby del petr¨®leo, de tejanos, en el que figura la familia Bush, que tambi¨¦n ha jugado un papel importante en la crisis argentina, como las empresas espa?olas y las europeas, aunque con mayor protagonismo de las espa?olas, que no en vano son las m¨¢s presentes. Los males vienen de antes, del presidente Menem. Dado mi ascendente sirio muy a menudo me atribu¨ªan simpat¨ªas menemistas, un poco por esa misma l¨®gica que permite suponer que todos los alemanes eran nazis o todos los espa?oles franquistas. Personalmente soy alfonsinista, uno de los pocos pol¨ªticos honrados de Argentina, el hombre que hizo juzgar a los militares'. ?Hay alguna salida? 'Siendo la argentina una situaci¨®n catastr¨®fica, lo que me sorprende es que los barrios m¨¢s pobres est¨¦n llenos de peruanos, bolivianos, o paraguayos, o sea que hay lugares donde a¨²n les va peor. Pero aun y yendo mal las cosas, yo no le aconsejo a nadie, y menos si tiene m¨¢s de treinta a?os, que deje el pa¨ªs. En Europa no hay pleno empleo e instalarse no es f¨¢cil. Y en Italia est¨¢ Berlusconi y en Espa?a Aznar, que no es lo mismo, pero tampoco me agrada'.
Pese a todo, concluye:
'La patria es la infancia, tu pa¨ªs es el pa¨ªs donde creciste y, por extensi¨®n, la patria es la lengua. Mis padres y, sobre todo mis abuelos, hablaban entre ellos en ¨¢rabe, pero todos estaban muy acriollados, como yo mismo'. El escepticismo y la raz¨®n hacen melanc¨®lico y no virulento ese patriotismo, de la misma manera que la realidad se ocupa en sus relatos de destruir las mejores hip¨®tesis cient¨ªficas. 'Vivimos en una ¨¦poca en que el discurso cient¨ªfico ha sido integrado por el lenguaje del hombre medio. Todo el mundo usa t¨¦rminos como colesterol, queremos explicaciones para todo. Estados Unidos, por ejemplo, planea un escudo antimisiles para protegerse de ataques enemigos, pero luego vienen los salvajes, los Bin Laden, y hacen lo que L¨¦vi-Strauss llama bricolaje, reciclan los viejos elementos de la civilizaci¨®n -el c¨²ter y el avi¨®n- y lo transforman en arma imparable'.
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