Los profetas ten¨ªan raz¨®n
Catalu?a, como Saulo, ha ca¨ªdo al fin del caballo del cofoisme, esa autocomplacencia del modesto. Ya sabe que aun siendo un pa¨ªs de econom¨ªa rica, creativa y abierta al mundo, pierde gas: en innovaci¨®n, en nuevas tecnolog¨ªas, en internacionalizaci¨®n, en mantenimiento o atracci¨®n de centros decisorios y en inversi¨®n p¨²blica en infraestructuras.
Lo pierde relativamente. Esto es, en relaci¨®n con Madrid -aunque no s¨®lo-, el cl¨¢sico, creativo y apasionante derby bicapitalino que ahora algunos quieren hurtar para ocultar sus verg¨¹enzas.
Las causas son m¨²ltiples. La globalizaci¨®n sin correctivos tiende a veces a reforzar la centralidad. Los grandes servicios p¨²blicos privatizados atraen mejor el foco noticioso que las empresas medianas. El empresariado catal¨¢n, aunque con espl¨¦ndidas excepciones, ha sido t¨ªmido en la batalla de la dimensi¨®n. La gesti¨®n auton¨®mica madrile?a en inversiones deja a la catalana a a?os luz: Alberto Ruiz Gallard¨®n ha construido 86 kil¨®metros de metro en 10 a?os, por 12 Jordi Pujol...
Hace tiempo algunos profetas lo advirtieron. El ex alcalde Pasqual Maragall puso el dedo en las llagas de la desaceleraci¨®n catalana y de la discriminaci¨®n en la inversi¨®n del Estado y le abroncaron: que si inexacto, que si pesimista. Leopoldo Rod¨¦s, presidente de una gran multinacional barcelonesa y fundador del Instituto de la Empresa Familiar, denunci¨® el ¨¦xodo de sectores enteros: obtuvo un cort¨¦s eco sordo. El C¨ªrculo de Econom¨ªa alert¨® sobre los peligros de la radialidad en las infraestructuras y del centralismo en los organismos reguladores: desconcert¨® a los poderes. Y el periodista Andreu Miss¨¦ demostr¨® con cifras no s¨®lo la penuria de la inversi¨®n central, sino tambi¨¦n la miseria de la auton¨®mica. Medios e instituciones pol¨ªticas de distinto color (Generalitat y Gobierno) callaron o enmascararon la realidad. Molestaba.
Pero los hechos son pugnaces, y pol¨ªticos como Aznar y Pujol acabaron acerc¨¢ndose al malestar catal¨¢n, sobre todo empresarial, para llevarlo a sus respectivos molinos. Ahora todos saben ya que los profetas ten¨ªan raz¨®n... y algunos enmascaradores susurran incluso que ellos ya lo dec¨ªan.
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