La Liga loca
Los duendes han vuelto a apretar las tuercas de la Liga: hasta el s¨¢bado pasado, no menos de cuatro aspirantes al t¨ªtulo estaban metidos en un pa?uelo; desde el mi¨¦rcoles, no menos de ocho lo est¨¢n en una moneda. Los hechos se han sucedido en una secuencia vertiginosa: el Real Madrid ha dilapidado su ventaja en un cuarto de hora y sus perseguidores han aprovechado la ocasi¨®n para ponerle la zarpa encima. De pronto, el sedicente campe¨®n se ha convertido en un cohete sin combustible.
La cr¨ªtica se ha dividido al interpretar la sorprendente aglomeraci¨®n de candidatos. Seg¨²n el sector esc¨¦ptico, todo se reduce a un desmayo de los dos grandes favoritos; sus portavoces son los paladines del orden establecido y s¨®lo aceptan el invariable final feliz para la ¨²nica pel¨ªcula que conocen: llega el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa al mando de John Wayne, se compincha con Clint Eastwood y con el Colegio de Arbitros, acaba con los apaches de Jack Palance, casa a Kevin Kostner con la hija del ranchero y restablece la normalidad en medio del griter¨ªo de la tropa.
Quiz¨¢ sin darse cuenta, estos can¨®nigos menosprecian a las nuevas figuras del reparto; olvidan, por ejemplo, que el Valencia ha alcanzado las dos ¨²ltimas finales de la Liga de Campeones, que el Deportivo le pinta la cara al Manchester United en su guarida de Old Trafford, que el Alav¨¦s ha jugado la m¨¢s brillante final de la historia de la Copa de la UEFA, que el Mallorca ha sido uno de los grandes animadores de la competici¨®n, que los chicos de Jupp Heynckes ya no rugen como leones sino como turbinas, que el Celta de V¨ªctor Fern¨¢ndez lleva un cuatrienio recitando el f¨²tbol y, en fin, que estamos en el siglo XXI.
Al margen de los achaques de los aspirantes oficiales, todos los dem¨¢s espectadores celebramos la evoluci¨®n de un campeonato que se ha convertido en la alegor¨ªa de una de esas carreras africanas de fondo. Los atletas dominantes se organizan como las manadas de lobos en las persecuciones: se relevan en cabeza, aprietan el paso, pagan el esfuerzo, recuperan el aire, ocultan sus intenciones, amagan otro ataque y, con el viento en la yugular, reservan sus pulmones para los metros definitivos.
Por ello tendremos que acostumbrarnos al pron¨®stico reservado; lo previsible es que aparezcan Zidane, Rivaldo, Mostovoi, Denilson, Aimar, Djalmi-nha, Saviola, Tote, Xabi Alonso, Ra¨²l, Luis Cembranos y todos los otros grandes solistas; que seamos testigos de nuevos cambios de fortuna, y que ignoremos el desenlace hasta el minuto final.
Entonces, como siempre, la cofrad¨ªa de oportunistas acudir¨¢ en socorro del vencedor y volver¨¢ a olvidar la m¨¢s noble de las verdades del deporte: s¨®lo es grande la competici¨®n si son grandes los perdedores.
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