La sexualidad, asignatura pendiente del cristianismo
Las sanciones de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica contra el sacerdote de Valverde del Camino (Huelva) que ha declarado p¨²blicamente su comportamiento homosexual, as¨ª como las descalificaciones contra su persona ('desorden moral', seg¨²n el portavoz de la Conferencia Episcopal, o 'enfermedad', seg¨²n el obispo de Mondo?edo-Ferrol) vienen a confirmar que la sexualidad sigue siendo una de las asignaturas pendientes del cristianismo. El rechazo o la negaci¨®n de la misma por parte de las iglesias cristianas en general radica en la concepci¨®n dualista del ser humano, que no tiene su origen ni en la tradici¨®n jud¨ªa, de la que arranca el cristianismo, ni en Jes¨²s de Nazaret, con quien se inicia el itinerario de la fe cristiana. En este terreno, el cristianismo es heredero de Plat¨®n, de Pablo de Tarso y de Agust¨ªn de Hipona.
De Plat¨®n arranca la concepci¨®n antropol¨®gica dualista que distingue en el ser humano dos elementos en oposici¨®n frontal: el cuerpo y el alma. Lo que identifica al ser humano es el alma, que constituye la esencia de la persona. El cuerpo es un lastre, una carga; peor a¨²n, la c¨¢rcel donde vive prisionera el alma durante su peregrinaci¨®n por la tierra. El cuerpo y sus deseos son los causantes de las guerras, luchas y revoluciones. Por su culpa no se puede contemplar la verdad ni conocer nada de forma pura.
En las cartas de san Pablo quedan numerosos restos de dualismo antropol¨®gico, como demuestran las exhortaciones morales que hace en sus cartas a los cristianos y cristianas de las comunidades fundadas o animadas por ¨¦l. Buena parte de las listas de pecados que aparecen en dichas cartas tiene que ver con la sexualidad, y las actitudes morales que recomienda a los creyentes en Cristo son represivas del cuerpo. Carne y esp¨ªritu aparecen como dos principios que caminan en direcci¨®n contraria: 'Proceded seg¨²n el esp¨ªritu, y no d¨¦is satisfacci¨®n a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al esp¨ªritu, y el esp¨ªritu contrarias a la carne, como que son entre s¨ª tan opuestos que no hac¨¦is lo que quer¨¦is... Las obras de la carne son: fornicaci¨®n, impureza, libertinaje, idolatr¨ªa, hechicer¨ªa, odios, discordias... Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y apetencias' (G¨¢latas 5, 16 ss).
Tras su conversi¨®n y la lectura de los neoplat¨®nicos y de los escritos paulinos, san Agust¨ªn hizo suya la concepci¨®n antropol¨®gica dualista tanto en su vida, con la renuncia a los placeres del cuerpo por considerarlos un obst¨¢culo para la salvaci¨®n, como en su doctrina moral, proponiendo como ideal cristiano la abstinencia sexual. Desde entonces funge como teor¨ªa y pr¨¢ctica oficiales en las iglesias cristianas.
?C¨®mo conseguir la liberaci¨®n? Lacerando el cuerpo, reprimiendo los instintos, renunciando a los placeres corporales. ?C¨®mo lograr la sabidur¨ªa y acceder al conocimiento puro? Desembaraz¨¢ndonos del cuerpo y contemplando las cosas en s¨ª mismas s¨®lo con el alma.
El cuerpo, preferentemente el de la mujer, se considera motivo de tentaci¨®n, ocasi¨®n de esc¨¢ndalo y causa de pecado. Hay que evitar, por ende, exhibirlo, cuidarlo, mejorarlo, embellecerlo. Hay que ocultarlo (por ejemplo, con el velo, vestidos largos, etc¨¦tera), castigarlo, mortificarlo hasta dejarlo irreconocible. Desde esta l¨®gica dualista se argumenta que el cuerpo de la mujer no puede representar a Cristo, que fue var¨®n y s¨®lo var¨®n, no puede perdonar los pecados por su falta de sigilo, no puede, en fin, ser portador de gracia, sino de sensualidad pecaminosa. En consecuencia, tampoco puede ser sacerdote.
La imagen negativa del cuerpo femenino fue decisiva en las condenas de la Inquisici¨®n contra las mujeres. ?stas comunicaban los conocimientos inspirados por la divinidad a trav¨¦s de ¨¦l. El cuerpo de las mujeres en ¨¦xtasis era signo de inhabitaci¨®n del Esp¨ªritu Santo y de la presencia de Dios. Ciertas visiones, como el enamorarse de Jes¨²s o los besos y las caricias de las m¨ªsticas hacia ¨¦l, ten¨ªan car¨¢cter er¨®tico. En una ¨¦poca en que se sobrevaloraba lo intelectual como v¨ªa de acceso a Dios y se despreciaba el cuerpo, tales experiencias despertaban sospecha, y quienes las ten¨ªan terminaban por ser condenadas con frecuencia a la hoguera. ?Cuanto m¨¢s si eran mujeres!
Sin embargo, la concepci¨®n dualista del ser humano que lleva al rechazo de la sexualidad y al desprecio del cuerpo no parece la m¨¢s acorde con los or¨ªgenes del cristianismo, ni refleja el pensamiento jud¨ªo. ?ste entiende a la persona como una unidad no compartimentada. Todo el ser humano es imagen de Dios. Y lo es como hombre y mujer. El ser humano es sexuado, y en cuanto tal se dirige a Dios. La moral jud¨ªa no es represiva del cuerpo. Defiende el placer, el goce, el disfrute de la vida, como se pone de manifiesto en m¨²ltiples tradiciones religiosas de Israel. El libro b¨ªblico del Eclesiast¨¦s, por ejemplo, afirma la vida material y sensual en la cotidianidad, e invita a comer el pan y beber el vino con alegr¨ªa, a disfrutar del fruto del propio trabajo y a gozar con la persona a quien se ama, a llevar vestidos blancos y perfumar la cabeza (Eclesiast¨¦s, 9, 7-9). Llama a los j¨®venes a disfrutar y pasarlo bien, a dejarse llevar del coraz¨®n y de lo que atrae a los ojos, a rechazar las penas del coraz¨®n y los dolores del cuerpo (11, 9).
La vida y el mensaje de Jes¨²s de Nazaret se ubican en ese horizonte vital, e incluso vitalista. La incompatibilidad que establece no es entre Dios y la sexualidad, entre el E(e)sp¨ªritu y el cuerpo, entre las bienaventuranzas y la felicidad, sino entre el Dios dadivoso y la opulencia, entre el Dios d¨¦bil y el poder opresor, entre el Dios de vida y los ¨ªdolos de muerte.
La reflexi¨®n cristiana feminista est¨¢ desarrollando hoy una importante teolog¨ªa del cuerpo en esa l¨ªnea, de la que fue pionero el te¨®logo alem¨¢n Dietrich Bonhoffer en su emblem¨¢tica obra ?tica, donde muestra que el disfrute del cuerpo es fin en s¨ª mismo -y no simple medio para la consecuci¨®n de otro fin superior-, cauce privilegiado de comunicaci¨®n interhumana, mediaci¨®n necesaria entre los humanos para el encuentro de Dios, y que la felicidad es un derecho irrenunciable de toda persona que ninguna religi¨®n puede reprimir.
Termino con unos versos, creo que de Mario Benedetti, que vienen aqu¨ª como anillo al dedo: 'Dice la Iglesia: el cuerpo es un pecado. / Dice el mercado: el cuerpo es un negocio. / Dice el cuerpo: yo soy una fiesta'. Cuando el cristianismo descubra que la sexualidad es una fiesta, y los confesores lo incluyan entre las buenas obras, habr¨¢ comenzado una nueva era.
Juan Jos¨¦ Tamayo-Acosta es te¨®logo y autor de Dios y Jes¨²s. El horizonte religioso de Jes¨²s de Nazaret.
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